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La triste Navidad argentina

La superación de la crisis política debe pasar por la fundación de un Estado unitario, con una estructura política central fuerte, equitativa en la representación de las provincias, que permita centralizar una sola policía, una estructura de administración pública que sea manejada por la autoridad central, sin las distorsiones que produce el manoseo del nombramiento de los jueces, sin la utilización del aparato judicial por parte del ejecutivo.


Siete millones de desempleados, un Estado que se desmorona, la ingobernabilidad y el caos. Nadie quiere asumir el fardo de la crisis. Un triste fin de año para una Argentina que rompe en llanto frente a tanto desquicio.



Era la crónica de una caída anunciada. De la Rúa era un Presidente tipo Don Pío, dubitativo, irresoluto. La incapacidad de tomar las riendas del país, el peso de un federalismo contaminado de trenzas, caudillismos y prebendas, terminó por demoler al Estado argentino.



Los intelectuales argentinos manifiestan la necesidad de terminar con los costos de la política, para poder mejorar la situación general de su país. Señalan que se debe eliminar de una buena vez, y para siempre, las jubilaciones de privilegio, los sobre-sueldos, los gastos de movilidad, de desarraigo, las jubilaciones que «regalan» los parlamentarios, tanto en el Congreso Nacional como en todas las gobernaciones provinciales.



Pienso que la superación de la crisis política debe pasar por la fundación de un Estado unitario, con una estructura política central fuerte, equitativa en la representación de las provincias, que permita centralizar una sola policía, una estructura de administración pública que sea manejada por la autoridad central, sin las distorsiones que produce el manoseo del nombramiento de los jueces, sin la utilización del aparato judicial por parte del ejecutivo. Es decir, reformas profundas a un sistema político colapsado, que permitan una recuperación de autoridad, con un presidencialismo fuerte, con gobernadores sometidos a su línea de mando y no como jefes tribales contradiciendo las políticas centrales o literalmente arrancándose con colores propios en cuestiones tan sensibles como la emisión de moneda local a través de bonos de la gobernación, por ejemplo los bonos que conocimos alguna vez en La Rioja.



¿Hacia donde va Argentina?



Se habla de dolarizar, pero eso suena tan difícil como mantener la paridad ilusoria del peso argentino con el dólar. Porque para dolarizar es necesario tener una reserva de dólares que respalden el pareo con la moneda interna, para permitir gradualmente el paso a la moneda americana. En Ecuador se aplicó la dolarización y el gobierno debió renegociar su deuda externa y de alguna forma garantizar los bonos públicos con los retornos futuros del petróleo, que es una empresa pública. Pero en Argentina ya no queda patrimonio público. Vendieron el país completo. Las tierras son de la plutocracia terrateniente de siempre o de multinacionales que en su momento adquirieron firmas nacionales que poseían esos recursos naturales.



En la economía mundial una estrategia moderna es conjugar esfuerzos públicos y privados a través de contratos de concesión que se denomina BOT (Building, Operate and Transfer). Que significa entregar obras llave en mano a contratistas que invierten en la obra y obtienen la concesión para explotar esa infraestructura con un escenario de 20 o 30 años. Los requisitos para esta estrategia son: un Estado serio, estabilidad política, un poder judicial que funcione sin injerencia política, respeto a los acuerdos internacionales, capacidad técnica del Estado para formular proyectos y licitarlos, eliminación de la corrupción con un sistema transparente y competitivo.



Si aplicamos esta estrategia a la Argentina, veremos desgraciadamente que en nada de esto califican. Porque el mal de fondo ha sido la corrupción y esto significa que Argentina debe vivir una revolución profunda. El tema es la inseguridad que eso significa. Para la salida es urgente que surja un líder con manos limpias capaz de empujar el cambio cualitativo. Las Fuerzas Armadas no han querido involucrarse en la crisis, porque tampoco tienen respuestas para ella y les pesa un pasado cuestionable.



Existe en Argentina la evidencia de un modelo económico apátrida, en donde, sin mayor compromiso ni sentido social, ha existido una fuga permanente de capitales que hoy se hace sentir. Los grandes agentes económicos privados hace ya mucho tiempo que sacaron su plata afuera y sólo quedó el pueblo desesperado, una clase media que ha perdido todos las ventajas que le permitían su movilidad social. El Estado ya no podrá ser empleador y la élite política deberá ser reducida al mínimo, lo cual crea otra principal interrogante, ya que es iluso pensar que sean ellos mismos los que se auto marginen de la burocracia pública, que ha sido por décadas la fuente de sus ingresos y su poder.



¿Hacia un argendólar?



Se comenta en lo económico que el gobierno estaría preparando la dolarización a la Argentina, con el congelamiento definitivo y confiscación de los depósitos de los ahorristas. Se comenta que esto será previo a una dolarización total de la economía. Pero como ya no existen las reservas suficientes en el Banco Central para afrontar el canje 1 a 1 de la masa total monetaria, que se conforma por el circulante más el dinero «bancarizado» al no poder asumir esa paridad, se estaría inventando algo así como el «argendólar», ya que no podría ser canjeado en su totalidad.



Suena en los pasillos que el gobierno realizaría una confiscación canjeando por bonos del estado argentino con la conocida excusa de que estarán garantizados y que al final del plazo entre 10 y 30 años podrían recuperarse.



El soporte político de esta medida sería el Partido Justicialista, quizás con Menem retornando a la conducción del proceso, pero frente a esto se espera un aluvión de demandas.



Porque la gente en Argentina está aprendiendo por fin de política y entiende que debe involucrarse, lo cual supone que puede surgir un movimiento bronca que nada tenga que ver con el pasado, que quizás pueda definir nuevos cauces para una política limpia y de servicio público. Esa mayoría ya no es silenciosa y ha salido hasta en los barrios más acomodados a tocar cacerolas. Ellos manifiestan que otra vez le van a robar a la gente y que tienen que hacer algo para que esto no suceda.



Como observador de la crisis, creo que debe aparecer un político que implante el Estado unitario argentino y que la estructura política actual se transforme con una plena participación popular, usando plebiscito, gobernando con rigor. El pueblo argentino ha sido diezmado por la corrupción de las dirigencias política, sindical y empresarial, coludidas en la caída de un país muy rico. Tras una Navidad de reflexión, puede ser que ese pueblo noble pueda tener el chance de recuperar la dignidad que le han arrebatado. Y, asumiendo su propia responsabilidad, comiencen a honrar sus deberes tributarios para poder sostener una nueva estructura pública que sea legítima.



* Hernán Narbona es especialista en gerencia internacional y relaciones internacionales, escritor, académico y consultor.



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