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VII FSM: Contrastes y desafíos para el altermundialismo


El VII Foro Social Mundial quedará en la memoria de este proceso como un momento que hizo evidentes los grandes contrastes entre las experiencias sociales africanas, europeas, asiáticas y latinoamericanas. En Nairobi fue posible apreciar de forma muy clara los límites y las posibilidades del movimiento altermundialista. Sin duda el FSM ha entrado a un punto de síntesis y deberá enfrentar en el futuro desafíos mucho mayores que los que ha superado hasta ahora.



De la euforia latinoamericana a la incertidumbre de África

Los problemas de África han marcado fuertemente las discusiones de Nairobi, dejando atrás la euforia latinoamericanista de Porto Alegre y Caracas, tan explicable por la emergencia de los gobiernos progresistas y por el fortalecimiento de movimientos sociales de creciente importancia y poder. Esta vez se ha dejado espacio a debates complejos que se refieren a la falta de horizontes de cambio a corto o mediano plazo para la dramática situación del continente africano.



Es especialmente expresiva de esta diferencia el menor protagonismo de los movimientos más claramente politizados que han alimentado los debates en otros continentes. En el proceso de Nairobi la palabra la han tenido las organizaciones que abordan problemáticas ligadas a la subsistencia directa de una parte importante de la población del continente. Estas organizaciones en general se expresan en códigos propios de las grandes agencias de ayuda asistencial, con un muy bajo posicionamiento político que interprete sus problemas de una forma global.



Si en Porto Alegre o Caracas era molesta la sobreideologización de los discursos y el partidismo de muchas consignas, esta vez han primado las expresiones generalizantes y de cierta ambigüedad. En la ceremonia de inauguración se hicieron muchos llamados a la paz, a la esperanza, a respetar el valor de la Madre África, pero nunca se hizo mención a la guerra que a pocos cientos de kilómetros azota a Somalia. Los oradores se refirieron largamente a los desafíos del VIH, la malaria, a la pobreza, o a la importancia de la buena gobernanza, pero no se expresó un posicionamiento claro ante temas que están en el centro de la agenda internacional. Es posible reconocer una tendencia a la enumeración de problemáticas aisladas, como la migración, la desertificación, la falta de democracia o la corrupción, pero sin superar el nivel descriptivo de situaciones aparentemente desconectadas.



Esa situación se explica porque la cooperación internacional constituye en varios casos la primera «industria nacional» en muchas de estas naciones. En ese sentido, este Foro es una muestra de la capital importancia que actualmente posee la cooperación internacional, al punto de literalmente permitir la sobrevivencia de un continente condenado al olvido, a la miseria y a la corrupción endémica de sus gobernantes. Pero también obliga a reflexionar sobre los efectos que genera esta dependencia, especialmente en relación a las nuevas formas que hoy asume el colonialismo, esta vez con rostro y justificación »humanitaria».



Avanzando a diferente ritmo y estilo



Sin embargo, el Foro también ha servido para visibilizar grandes excepciones, y mostrar procesos de lucha social consistentes en muchos países, especialmente en Sudáfrica, Senegal, Zimbabwe e inclusive en Kenia. Es posible constatar la emergencia de fuertes movimientos por la tierra, por la vivienda, por la educación, y especialmente por la defensa de derechos sociales, que se atreven a cuestionar tanto a los poderes locales como también al orden global de las grandes potencias. En definitiva Nairobi ha hecho evidente la falta de sincronía en los tiempos y métodos de emancipación y exigibilidad de los derechos en el mundo, que asumen rutas y formas mucho más diversas de lo que observamos en nuestro continente.



Fallas organizativas y limitaciones políticas



Tal vez esta falta de sincronía explique las graves deficiencias políticas y organizativas que esta versión del FSM ha tenido, a juicio de muchos de los participantes. En un país donde la mayoría de la población vive con menos de 1 dólar al día, el comité organizador keniano fijó una cuota de acreditación de 10 dólares, lo que no ha resultado una medida comprensible y que acerque el Foro al contexto local. Tampoco es completamente justificable haber instalado el Foro en un estadio ubicado a diez kilómetros de la ciudad, lejos de los pobladores y sus demandas.



Al parecer ha primado una extrema prudencia ante las autoridades locales, temerosas de las movilizaciones y estallidos sociales que pudiera canalizar el FSM. Por otra parte, el comité keniano no aceptó ayuda en la gestión organizativa del Foro, por su voluntad de demostrar su capacidad y autonomía, lo que expresa una actitud entendible en el contexto de los procesos postcoloniales. Sin embargo, es necesario reconocer que errores organizativos son al mismo tiempo errores políticos, que impiden al proceso del FSM desplegar toda su potencialidad e impacto.



Es evidente que los habitantes de Kiberia, el mayor campamento de Kenia y de todo el Cuerno de África, con una población de más de 700.000 personas, no han logrado llegar al estadio Kasarani. Si bien muchas ONGs llevaron a grupos organizados de pobladores, para la mayoría de los habitantes de Kiberia el FSM pasó inadvertido.



Hacia un balance preliminar



Sin embargo, es evidente que el resultado general del proceso sigue siendo muy valioso. El carácter global de FSM lo convierte en un acontecimiento insustituible, que permite la interacción de redes mundiales en un mismo tiempo y en un mismo lugar. El día 24, al terminar los talleres temáticos, se ha intentado por primera vez realizar 21 asambleas temáticas simultáneas para tratar de realizar procesos de síntesis y calendarización de agendas para los próximos dos años. Es imposible hacer todavía un balance de este intento, pero al parecer es una estrategia que puede ofrecer posibilidades, siempre que se limiten muy bien los temas, y se establezcan reglas que impidan la retórica asamblearia.



Algunos analistas han destacado la presencia de una gran cantidad de organizaciones sindicales en Nairobi, lo que sugiere una mejoría en las relaciones entre las organizaciones laborales y las organizaciones no gubernamentales (ONG), tradicionalmente tibias. Esta nueva relación es expresión de la nueva conducción que desea asumir la recién formada Confederación Sindical Internacional (CSI), que agrupa tanto a la Confederación Internacional de las Organizaciones Sindicales Libres y la Confederación Mundial del Trabajo.



En relación a América Latina ha destacado la fuerte presencia de Brasil con una delegación de quinientas personas. Además ha estado presente el ministro de la presidencia Luis Dulci, y dos viceministros. La carpa de Brasil ha marcado la discusión política y es una muestra de la importancia que el gobierno de Lula asigna tanto al FSM como a las relaciones con África. Dulci afirmó en unos de los paneles en los que participó que el FSM es una de las mayores innovaciones políticas del último tiempo y que está obteniendo resultados, no siempre visibles pero efectivos, en el plano político, social y cultural. Para que este proceso siga logrando estos efectos, a juicio de Dulci se debe mantener su carácter inclusivo de la diversidad, que puede ser asemejada a un mosaico que expresa la agenda de la sociedad civil, característica que construye su radical originalidad.



Dulci además afirmó que el FSM debe mantener su independencia de los partidos y gobiernos incluso en aquellos países que cuentan con presidentes de orientación progresista y de izquierda, sin temor a enfrentar conflictos, ya que las agendas de la ciudadanía y la de los gobiernos pueden ser complementarias, pero son esencialmente disímiles en su radicalidad.

Del resto de América Latina prácticamente no se ha mostrado mucho más. Los venezolanos y cubanos no han tenido la presencia de otros años. Los chilenos presentes en Nairobi, unas cinco o seis personas en total, participamos de diferentes modos en el FSM: desde el trabajo de cobertura periodística al apoyo de redes globales. Acción, la asociación chilena de ONGs, ha participado en las discusiones sobre nuevos mecanismos de financiamiento al desarrollo, proceso que contempla nuevos tipos de impuestos globales. Esta iniciativa, apoyada entre otros gobiernos por Brasil y Chile es un ejemplo de los procesos que logran articularse a nivel político y que han tenido su origen en propuestas de los movimientos ligados al proceso del FSM. Al mismo tiempo, Acción ha aprovechado de estrechar lazos con las plataformas nacionales de ONGs de Brasil, Francia, Senegal e India, en vistas de construir un Centro de Recursos al servicio de las plataformas y redes de organismos no gubernamentales.



En contraste a América Latina, Asia esta vez ha estado muy presente. En especial India, que está plenamente involucrada en el proceso del FSM desde Mumbai en 2004. Han llegado con muchas organizaciones y por la predominancia del idioma inglés la delegación se ha visto muy involucrada en las actividades. También hay mucha gente del resto del sur de Asia: Indonesia, Vietnam, Sri Lanka y Bangladesh. Otra presencia importante ha sido la de ciudadanos de países musulmanes. Sobre todo del magreb, como Argelia, Marruecos, y Sahara Occidental. Pero en contraste ha sido escasa la presencia árabe del medio oriente. Ha llegado una pequeña delegación palestina, pero en general el FSM no logra visibilizar suficientemente la visión de la sociedad civil de países como Egipto, Líbano o la península Arábiga.

Proyecciones de continuidad y discontinuidad

Nairobi es la última versión anual de los FSM. A partir de ahora se realizarán cada dos años, por razones financieras pero también para dar espacio a campanas globales y para poder generar debates que analicen procesos de mayor duración y continuidad. El contraste entre la politizada América Latina y la incertidumbre africana ha reforzado la idea de mantener este espacio como un lugar abierto, que avanza a ritmos y niveles distintos. Las presiones mediáticas para lograr del FSM declaraciones resolutivas definitivamente deberían quedar en el baúl de los recuerdos. Por otra parte, es necesario que el FSM evite la reincidencia de errores organizativos y políticos que terminen legitimando las críticas de quienes afirman que este espacio no es más que una feria de buenas intenciones. Se requiere una sabia articulación entre la apertura a la diversidad y la capacidad de seguir expresando claramente que otro mundo es posible y necesario. No solamente buenos deseos de paz y bienestar para todos.



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*Alvaro Ramis es teólogo, integrante del Centro Ecuménico Diego de Medellín y miembro de la coordinación de Attac de Santiago de Chile.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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