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Educación en Chile: Sin temor al conflicto


La existencia del acto de la protesta y movilización social en materia de política educativa es y ha sido relevante para los efectos de los cuales somos testigo. Las movilizaciones y reacciones sociales no son respuestas a fluctuaciones económicas sino a las expectativas que de éstas se construyen. Lo que se puede leer de las movilizaciones que antecedieron todas estas reformas en curso, es que la gente siente el legítimo derecho, en democracia, de pedir y exigir lo que consideran justo y lo que por cierto se les prometió. Son las democracias las que generan relaciones de correspondencia entre la sociedad civil y los gobiernos.



Cuando existe autoritarismo se produce el fenómeno de replegarse y promover niveles de organización más complejos y lentos para expresarse, pero en este caso, con la existencia de un gobierno que ha generado canales para el diálogo transversal, lo que se provoca es que aumentan las expectativas y las reacciones se hacen más espontáneas, pero también con una gran debilidad: sus niveles de organización son más débiles, por ello no permanecen en el tiempo.



Lo que hay que considerar es que en una democracia crecen las expectativas y en ello el conflicto es intrínseco. Lo importante para la clase política es desterrar esto de que el conflicto viene asociado a destrucción o falta de gobernabilidad. El conflicto en democracia es garante de la paz social en tanto permite la obtención de mejores condiciones de vida material e inmaterial para la sociedad. Debemos asumir que el conflicto es parte de la democracia que se está construyendo, el cómo se responda a éste es lo que determinará la estabilidad y profundidad de ésta, por lo que no se justifica, en absoluto, el querer despojar a la sociedad de sus justas expectativas, esto sólo expresa la confusión de algunos. Por otra parte, de no existir conflicto y por ende expresión social, dejamos las decisiones exclusivamente en manos de la élite política, y eso si sería un conflicto de magnitud.



Si asumimos que el conflicto y su relación con la expresión social en demanda a sus expectativas son, en democracia, justas y necesarias, debemos también perder el temor a instalar temas sobre la calidad de la educación que siguen conversándose en el marco de lo políticamente correcto.



Nadie ligado o interesado en la materia puede poner en tela de juicio que Chile, como nunca antes en los últimos años, tiene la posibilidad de discutir y por ende avanzar en la tan anhelada calidad educativa. Lo cierto es que existe consenso en que hay que mejorar la calidad de la educación y para ello también se hace necesario reflexionar e instalar temas en la discusión sin temor a equivocarse en el análisis, a consideraciones políticas coyunturales o a creer que cualquier diferencia es no creer en las convicciones de quienes hoy tienen la responsabilidad en la materia. Finalmente equivocarse en la discusión permite corregir las políticas a implementar.



Existen temas asociados a la calidad de la educación sobre los cuales hay que hacer un esfuerzo para que queden definitivamente instalados, entre ellos la evaluación docente y la habilitación en un momento intermedio para que sea la misma universidad la que se haga cargo del alumno en caso de existir deficiencia. Lo peor que le puede suceder a este país en materia educativa es continuar con las discusiones sin reconocer uno de los más vulnerables campos del ejercicio de educar cual es la formación de los docentes y la inhabilidad que tiene el sistema para promover la integración de nuevas generaciones por la existencia de un estatuto docente que lejos cumplió con su objetivo inicial y que hoy requiere sea modificado. Y con la misma convicción el Estado debe buscar los mecanismos para que muchos docentes puedan jubilar decentemente, lo que por cierto está asociado al reconocimiento de la deuda histórica que se tiene con ellos.



Varios son los riesgos y discriminaciones que se producen en el ejercicio de la educación en Chile. Parte importante de los profesores que trabajan en comunas pobres provienen de institutos profesionales, difícil es encontrar a alguien de la Universidad de Chile o la Católica, o de las privadas más prestigiosas en estos sectores, y si alguien convence al país que esto no tiene ninguna relación en la calidad de la educación que se imparte, que por favor lo haga.



El conocer es un arte que se relaciona con la calidad de quienes están a la cabeza del proceso y una forma de promover la curiosidad por el conocimiento es señalar a los alumnos que lo que se enseña es una posible verdad, que son ellos los llamados a construir y defender su verdad sobre el mundo, así la educación se convierte en una buena, o mala, fuente de antecedentes para promover la construcción del conocimiento. Para ello debe existir relación entre las formas de enseñar y los sistemas evaluativos. Si promovemos la reflexión, la construcción de conocimiento y no la replicabilidad de éste no podemos usar sistemas evaluativos que no den cuenta de aquello.



Para educar o formar desde la reflexión podemos pensar en intervenciones educativas no formales dentro y fuera de los establecimientos educacionales, que las escuelas se inunden de personalidades, materias y conversaciones. Por qué no considerar en que los premios nacionales de las diversas disciplinas se comprometan a visitar y dialogar con los alumnos, que los ganadores de premios del área artística concreten itinerancias por los establecimientos, que los profesores y sostenedores saquen a los alumnos de las aulas a visitar museos, al cine, teatro y a espacios que les permita a nuestros niños y jóvenes adquirir experiencias previas enriquecedoras que en su relación con nuevos conocimientos adquieran el tan anhelado aprendizaje significativo. Por qué en las agendas de los ministros y artistas no está el visitar y dialogar con los alumnos del país. Esto que parece tan obvio no se hace con la fuerza y la convicción de lo beneficioso que es para la formación de las personas.



Así es como un contexto dibujado con la propuesta presupuestaria de gobierno; leyes en discusión; centros de estudios abordando el tema, como el realizado el lunes 8 de octubre por los centros de estudios que reúne al mundo concertacionista; cambio de conducción en el colegio de profesores, es lo que está en el escenario actual, y no nos cabe duda serán fuentes de conflictos pero también de oportunidades.



Se espera que las instituciones responsables de la materia educativa no sólo den cuenta de las batallas dadas, los padres y jóvenes de Chile quieren conocer de las batallas ganadas para que finalmente tengamos una educación de calidad, con altura de miras, pero sin temor al conflicto.



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Amelia Donoso. Periodista y estudiante de magíster en Educación

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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