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Los indignados y la derecha popular

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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La derecha chilena debe girar hacia propuestas más políticas, necesita tomar distancia del economicismo ramplón, no temer a la diversidad en su interior y buscar a futuro ampliar su base de alianzas. No son pocos los casos donde ya se han dado coaliciones y cooperación derecha-verdes o como alguna vez lo fue en nuestro propio país, derecha-radicales, pero para eso “el momiaje local” debe transformarse y dejar de apostar a una “derecha popular” basada en el modelo del gremialismo.


Stéphane Hessel es un héroe de la resistencia francesa a la ocupación nazi. A sus más de noventa años y a modo de testimonio, escribió su libro: ¡Indignaos! (Indignez-vous!) en el cual llama a la población francesa a mostrar su rabia con movimientos no-violentos contra lo que a su juicio es una lista de injusticias. Su manifiesto es una propuesta moral: la injusticia no puede ser recibida con pasividad sino sólo con indignación. La indiferencia, “no estar ni ahí”, sería una respuesta cómplice de la injusticia. Su obra vendió, sólo para la Navidad del 2010, más de 500 mil ejemplares.  Hoy  es un verdadero manifiesto de todos los movimientos de protesta que han surgido a nivel global. No es casual la auto-designación del movimiento español como “los indignados”. Como el éxito llama  a la imitación, Baltasar Garzón, Federico Mayor y el hoy muy en boga economista José Luis Sampedro, entro otros, escribieron un libro colectivo a favor de una ciudadanía activa y rebelde: ¡Reacciona!

Ambos textos y su éxito son muestra de un malestar existente en sectores de la población en áreas donde la globalización ha producido tensiones: reformas al Estado de Bienestar, crisis financiera, perdida de identidades, etc. sumado a factores locales y la consolidación en cultura dominante de  valores como el medio-ambientalismo, igualdad de género, reconocimiento de minorías sexuales, derechos animales y diversidad cultural. Sumado a una comprensión creciente  de los derechos sociales al mismo nivel de los políticos.

Esto ha generado crisis de representación en la derecha conservadora, la socialdemocracia y  el liberalismo clásico. Los grupos políticos  exitosos son los que han logrado incorporar parte de esa demanda o nacieron fruto de ella como los Verdes.

[cita]La UDI del discurso fundamentalista de Jaime Guzmán, que supo consolidarse a punta de uso del poder y aplanando poblaciones con Longueira, que transitó  hacia un discurso “de las cosas y la casuística “en  Lavín, está obsoleta.[/cita]

La derecha chilena se encuentra desconcertada frente a éste fenómeno. Nada raro para un sector al que históricamente ni la preocupación por los movimientos sociales ni el poseer expertos en áreas afines para su comprensión los ha caracterizado. El  fuerte de su elite académica ha sido la economía. Por eso no ha sido de sorprenderse  escuchar aseveraciones ridículas sobre los movimientos sociales en algunos de sus representantes: “son los comunistas y marxistas de siempre”.

No habrá derecha popular posible si no se hacen cargo de la nueva sensibilidad hegemónica. El esquema UDI de “cosismo”, trabajo poblacional, discurso conservador sumado a tecnicismo administrativo y económico, es un modelo incapaz de abordar las nuevas realidades. El contraponer a los movimientos sociales como el de HydroAysén, estudiantes, mapuches etc. la idea de “estar preocupados de los problemas reales de la gente” es no ver que surge una nueva forma de ciudadanía, especialmente de las clases medias emergentes. Por ejemplo, no son pocos los despistados estrategas de la coalición gobernante que creen que podrán eludir el problema de los derechos de las personas de orientación sexual diversa sacando una propuesta anodina. Creen que es un problema que “no importa a la gente”. Negar el piso mínimo que es hoy el AVC de Allamand e impulsar el AVP de Larroulet,  sumará un nuevo efecto negativo al gobierno. Y no menor.

Mirar ejemplos exitosos, no está demás. Por ejemplo, la derecha francesa, históricamente ganadora en un país cuya intelectualidad no ha sido del mismo signo,  se ha caracterizado por ser básicamente política no económica, con una amplia diversidad, desde  tradicionalistas hasta radicales. Por su carácter político, su eje de acción ha sido la defensa de la democracia, el europeísmo sobre el nacionalismo chauvinista, el fomento de la cultura francesa sin pretensiones moralizantes, la creación de un estado social acorde a la cultura europea. La ortodoxia económica no ha sido parte de su eje ideológico central. Además, históricamente, ha sabido mantener fuera de su núcleo a  la extrema derecha filo-fascista.

La derecha chilena debe girar hacia propuestas más políticas, necesita tomar distancia del economicismo ramplón, no temer a la diversidad en su interior y buscar a futuro ampliar su base de alianzas. No son pocos los casos donde ya se han dado coaliciones y cooperación derecha-verdes o como alguna vez lo fue en nuestro propio país, derecha-radicales, pero para eso “el momiaje local” debe transformarse y dejar de apostar  a una “derecha popular” basada en el modelo del gremialismo. La UDI del discurso fundamentalista de Jaime Guzmán, que supo consolidarse a punta de uso del poder y aplanando poblaciones con Longueira, que transitó  hacia un discurso “de las cosas y la casuística “en  Lavín, está obsoleta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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