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Las Angustias de los Ganadores

A Allende también lo aclamaban en las concentraciones masivas, después que había inundado el país de billetes y expropiado o intervenido empresas y fundos, pero las cosas necesarias para vivir se habían terminado y por eso cuando lo echaron la gente estaba feliz, y ciertamente no salió a las calles a defenderlo, como esperaba él; tanto que después del 11 «se izaban banderas en las poblaciones» (Frei Montalva).


La candidata sin programa debe estar seguramente angustiada de no poder tenerlo. Ayer cité el desconcierto de uno de sus hombres claves, Francisco Vidal, expresado en su columna de «El Mercurio», ante la misma incertidumbre. Y también hay gente que abandona su barco. Generalmente se hace eso cuando el mismo se está hundiendo, pero en este caso se trata de uno que está volviendo a flote, a tener el poder, como lo permitirá el triunfo electoral a la Nueva Mayoría, para entonces volver a contar con las arcas fiscales para aliviar penurias.

Sin embargo, en «La Tercera» Max Colodro, otro hombre de izquierda, comenta angustiado la renuncia a la DC del ex subsecretario y ex coordinador de la campaña de Claudio Orrego, Jorge Navarrete, dada a conocer en el mismo diario («Adiós a la DC») y, buscando las claves de esa renuncia. Colodro escribe: «La Nueva Mayoría, hoy sin impedimentos ideológicos para ofrecer lo que la calle quiere escuchar, se niega a mostrar su programa a cuatro semanas de la elección, porque sus diferencias insalvables deben ser ocultadas a la opinión pública, en función del operativo de reparto del botín a cualquier precio».

Antes Colodro nos ha dicho que en la izquierda «en silencio hierven al ver a Sebastián Piñera cerrar el Penal Cordillera». Pero una columnista de «El Mostrador» también nos ha revelado que, por el otro lado, en «directorios y matrimonios» abundan los comentarios ácidos acerca de la traición de Piñera. En concordancia, el mismo ya renunciado Navarrete, en su columna «Doble o Nada», también en «La Tercera», hace una radiografía de Piñera y lo describe como un apostador de la política, «cuya última apuesta, nuevamente más motivada por un proyecto personal que por una convicción colectiva, podría condenarlo a lo que políticamente siempre pareció ser: un hombre que no es de allá ni de acá».

Ese hombre que está en todas partes pero no es de ninguna ha terminado con la centroderecha en ruinas, como electoralmente lo está hoy, pero no por eso la centroizquierda y la izquierda están felices, porque «el reparto del botín a cualquier precio» no hace la felicidad, aunque sirva para saciar apetitos materiales. Ellos saben que lo del «balazo en el pie» a que me referí ayer es verdad. También saben que en toda economía hay una locomotora que tira los carros y que si la dejan sin combustible a fuerza de extraérselo por la vía de los impuestos, se va a detener al tren «in the middle of nowhere» y Chile se va a convertir, primero, en otra Argentina; después, en otro Ecuador y, finalmente, en otra Venezuela, en medio del aplauso popular, pero con fecha de vencimiento a la vista, porque las cosas necesarias para vivir hay que producirlas y nunca la calle ha sido buena para eso.

A Allende también lo aclamaban en las concentraciones masivas, después que había inundado el país de billetes y expropiado o intervenido empresas y fundos, pero las cosas necesarias para vivir se habían terminado y por eso cuando lo echaron la gente estaba feliz, y ciertamente no salió a las calles a defenderlo, como esperaba él; tanto que después del 11 «se izaban banderas en las poblaciones» (Frei Montalva).

Ahora el país está feliz porque clasificó para el Mundial y porque en un mes más va a ganar «la calle», pero está, en el fondo, angustiado. Le lavaron el cerebro con falsificaciones históricas de transmisión masiva, con motivo de los 40 años del 11, pero la propia calle intuye que «la verdad está en otra parte», sobre todo cuando ve que los autores de la mistificación, en lugar de estar felices con el éxito de ella, resultan ahora ser los más desorientados y preocupados.

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