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La complicación turca

Juan Francisco Coloane
Por : Juan Francisco Coloane Sociólogo y analista internacional.
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La reciente visita a Chile del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, iniciada el 31 de enero, según la información oficial tuvo por objetivo fortalecer las relaciones bilaterales. En una gira a la región que también incluía a Perú y Ecuador, representa la segunda visita de un jefe de Estado turco a Chile. En un clima de relaciones bien cimentadas en el tratado de libre comercio firmado entre las dos naciones en 2011 y por visitas anteriores de los jefes de Estado, Turquía y Chile están hermanados por un mar de complicaciones.

Este viaje de Erdogan ocurre mientras en la región donde Turquía aspira a retomar un liderazgo perdido, se  convulsiona con guerras y conflictos interminables. El presidente turco ha jugado un papel clave en todos ellos, sin descartar la vocación de un Estado expansivo desde el pasado Otomano.

Turquía ha abierto las fronteras a los terroristas que combaten al gobierno de Assad, hasta el punto en que Joseph Biden, vicepresidente de EE.UU., en octubre pasado hablando en Harvard señalaba que “Turquía y los aliados del golfo pérsico inadvertidamente habían contribuido a incrementar el terrorismo”. Se trataba del terrorismo en Siria. Aunque posteriormente se disculpó, la observación quedó clavada como información dura. Apuntaba a una inmensa masa monetaria derivada del petróleo que financiaba al ISIS y que Turquía ofrecía un campo travieso para la penetración.

Turquía ha sido uno de los principales gestores del plan para derrocar al presidente Sirio. Este plan, conocido ampliamente, formalizado en el Congreso de Estados Unidos, y que forma parte del dossier de Naciones Unidas, ha sido en la práctica absorbido por la industria terrorista detrás de la fachada islámica. El plan ha fallado hasta el momento porque tres supuestos no se cumplieron: primero, que en Siria habría una revuelta popular generalizada incluyendo masivas deserciones en el ejército sirio; segundo, que Rusia no iba a sostener su apoyo a Assad por razones económicas y políticas; y tercero, que Irán no podría continuar el apoyo a Siria por deterioro interno debido a las sanciones y hasta un posible desplome del gobierno. Los tres supuestos fallaron y el plan continuó, a sabiendas del consejo de seguridad de Naciones Unidas hasta el momento ha sido incapaz de implementar medidas drásticas con los países que inyectan terrorismo en Siria, uno de ellos Turquía.

[cita tipo=»destaque»]En el contexto internacional de amenazas surgidas de una compleja intersección de intereses a menudo contradictorios y de fronteras legales poco nítidas, el ABC de la diplomacia llama a la prudencia. Especialmente cuando se trata de estrechar relaciones con una nación directamente involucrada en hacer crecer al terrorismo de fachada islámica que ha sido expuesto en caleidoscopios multicolores y grotesco sensacionalismo.[/cita]

En octubre de 2014, Kemal Kiricdaroglu, líder del partido republicano del pueblo turco, declaraba que Turquía suministraba armas a los grupos terroristas en Siria camufladas en camiones con letreros de ayuda humanitaria. El encargado de la Oficina para la Protección de la Constitución del Gobierno Federal Alemán, Hans-Georg Maassen, señalaba en una entrevista a un medio alemán que “cerca del 90 por ciento de los terroristas que están en Siria, cruzan la frontera siria desde Turquía» (ARD, Consorcio de radiodifusores públicos de Alemania, 12 de enero 2015). Entre 15 mil y 20 mil terroristas han cruzado la frontera hacia Siria, movilizándose desde Estambul, Adana y Hatay, que originalmente fue un territorio sirio cedido por Francia cuando Siria estaba bajo un protectorado francés después de la caída del imperio otomano.

El hijo del presidente Erdogan, Bilal, ha sido apuntado como un intermediario del petróleo que acapara y vende la industria terrorista con fachada islámica y que se despacha fuera de Siria. (www.mintpressnews.com, 30 de noviembre 2015).

En la agenda económica, no es claro que los vínculos comerciales con Turquía aporten a la economía nacional en forma sustantiva. Turquía todavía no es una potencia económica y su base productiva exhibe la diversificación feble de una nación aun en transición desde una economía agraria importante, a una manufacturera. La ventaja de Turquía es la ubicación en un enclave estratégico comercial y geopolítico. Su economía se ha visto subsidiada por ser miembro de  la OTAN y de obtener enormes beneficios de créditos blandos por constituir una base militar de la OTAN, lo que significa que su gasto fiscal en defensa es complementado por la ayuda de la Comunidad Europea y Estados Unidos para mantener su poderío militar. Un dato no menor es que el 30 % de sus importaciones provienen de China y Rusia, indicando la realidad de una economía que importa (manufactura) a reducidos precios.

Por otra parte, un político chileno bien conectado a la política exterior, al ser consultado, descartaba que la visita responda a una ambición de la diplomacia chilena postdictadura: proyectar a Chile dentro del grupo de países que contribuyen a mediar en conflictos internacionales de alta complejidad. Por la estabilidad política y bien propagada calidad de su democracia, la idea consiste en recobrar para Chile un papel protagónico en las relaciones internacionales, como ocurrió hace 70 años en la formación de Naciones Unidas después de la Segunda Guerra. “El país tiene demasiados problemas internos como para aventurar diseños diplomáticos como los que usted plantea. Y las prioridades internacionales están lejos de Turquía”, expresó.

En la actual coyuntura internacional donde destaca la crisis regional en torno al derrocamiento del presidente en Siria y una nueva relación de la Alianza Transatlántica con Irán, el gobierno de Erdogan intentó en política exterior construir una intersección entre el ostracismo hacia los conflictos del Medio Oriente del Kemalismo (por Kemal Atarturk) y el Ozalismo (por Turgut Ozal, Primer Ministro y Presidente, muy influyente en el periodo 1983-1993) que invoca una reconversión de Turquía en un doble papel: como líder regional, y ser parte de Europa. Las mixturas fáciles de diferentes doctrinas políticas en tiempos de transición y en el campo internacional de una complejidad a menudo indescifrable, y además inestable, sirven como estrategias de acomodación que operan como comida rápida, y a Turquía no le han funcionado.

En el contexto internacional de amenazas surgidas de una compleja intersección de intereses a menudo contradictorios y de fronteras legales poco nítidas, el ABC de la diplomacia llama a la prudencia. Especialmente cuando se trata de estrechar relaciones con una nación directamente involucrada en hacer crecer al terrorismo de fachada islámica que ha sido expuesto en caleidoscopios multicolores y grotesco sensacionalismo. Ese acercamiento bien puede ser interpretado como una señal de alineamiento (de Chile) con la posición de Turquía y con la alianza para el cambio de gobierno en Siria. Desde esta perspectiva, existe un tipo de decisión que puede esperar una coyuntura menos conflictiva en el ámbito internacional y poder visualizar un panorama menos espeso en cuanto a contradicciones no resueltas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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