Señor Director:
Escribo con la ilusión de que mi modesta y breve reflexión pudiera llegar a oídos de los honorables senadores de la Democracia Cristiana, próximos a votar el proyecto de ley sobre despenalización del aborto en tres causales.
A estos legisladores han intentado presionar desde los puntos de vista más autoritarios: un ejemplo es la selección y sesgo de opiniones sobre este tema que ha hecho cierta prensa.
Tanto desde la perspectiva religiosa, que disimula y ya no argumenta con el alma inmortal, como algunos abogados y médicos, aspiran a influir con el atractivo y emotivo argumento de “la defensa de la vida”.
Sin atender ni considerar otras formas de vida, como sino existieran, asumen la defensa de la humana, afirmando equivocadamente que una nueva vida humana empieza con la fusión de los gametos haploides.
Esta reducción del fenómeno humano a una distinción de la biología («fusión de gametos»), contiene un grave error: sin reconocimiento socio-afectivo no hay humanidad.
En efecto, el fenómeno humano está constituido de manera esencial en el espacio afectivo y social. Reducirlo a una segmentación celular involuntaria, producto de un acto de extrema violencia, es deshumanizarlo .
Nada contra la vida humana realiza una mujer que pide ayuda médica porque ha sido agredida, violentada, y uno de los resultados de ese ataque feroz es que empieza a sufrir cambios invasores en su útero. Es obvio que sean los médicos especialistas, en diálogo ético con la mujer afectada (y con su familia en el caso de tratarse de una menor de edad), quienes decidan procedimientos y plazos.
Jorge Luzoro García.
