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Un nuevo ciclo político en América Latina

Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
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En estos últimos meses hemos visto en la región diversos procesos electorales que están comenzando a cambiar la fisonomía de lo que fue un ciclo casi sin contrapesos de diversas corrientes de izquierda y progresistas, sobre todo en América del Sur. La verdad es que en los últimos 15 años, con la excepción de Colombia (derecha) y Perú (centro) casi todos los países estuvieron gobernados por coaliciones de izquierda, centro-izquierda, o populistas de izquierda que ganaron sucesivas elecciones a partir de políticas redistributivas que en algunos casos sacaron a millones de la pobreza, y permitieron disminuir el impacto brutal de políticas neoliberales implantadas (a veces por la fuerza) en las décadas de los ochenta y noventa.

Altas tasas de crecimiento, un ciclo “de oro” en el precio de las materias primas, y el malestar creciente de la ciudadanía ante procesos concentradores que marginaban a las mayorías “del progreso”, crearon las condiciones para que se implementasen estas políticas redistributivas que tuvieron importante éxito en países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay, y en Venezuela durante los primeros años del chavismo.

Fueron estos éxitos los que hicieron posible la reelección de varios de estos gobiernos durante la última década y media. Sin embargo, el poder desgasta, sobre todo en condiciones adversas, y como lo muestra hoy el panorama mundial de las democracias, son muy pocas las coaliciones y partidos que en la actualidad logran permanecer períodos extensos en el gobierno.

Era previsible entonces, que después 15 años, en un contexto de bajo crecimiento, deterioro pronunciado en los precios de los commodities, aplicación de políticas de ajuste como resultado de lo anterior, y también (hay que decirlo) casos de mala gestión pública, abusos, y prácticas de corrupción, ciudadanías más empoderadas e informadas decidieran (aunque fuese por descarte) probar otras opciones y/o “castigar” a partidos y coaliciones de gobierno que llevaban largo tiempo en el poder.

Y es que hoy las clases medias emergentes “no perdonan” experimentar retrocesos en los niveles de vida alcanzados, así como la incertidumbre asociada a períodos de estancamiento económico. Y responsabilizan a los gobiernos de turno por ciclos económicos que muchas veces están fuera del control de las autoridades, y que dependen mucho más de las grandes tendencias de una economía mundial que no ha logrado recuperarse del todo después de la crisis financiera del 2008-2009.

[cita tipo=»destaque»] Diversas oposiciones políticas explotan estos casos para buscar la alternancia, aunque con el tiempo se va sabiendo que en realidad la corrupción es un fenómeno bastante transversal (los que acusan a Dilma en Brasil, sin fundamento, tienen gravísimas causas de corrupción probadas) y que tiene que ver en buena medida con la debilidad institucional y perversa relación dinero-política que hoy permea a muchos países de nuestra región.[/cita]

Ahora, en este contexto, la difusión en medios de prensa de actos corrupción, genera grados de irritación en la ciudadanía que no habían sido vistos con anterioridad. Y es que en nuestra región hasta hace poco imperaba en vastos sectores la actitud resignada de “roban pero hacen”. Y por cierto, diversas oposiciones políticas explotan estos casos para buscar la alternancia, aunque con el tiempo se va sabiendo que en realidad la corrupción es un fenómeno bastante transversal (los que acusan a Dilma en Brasil, sin fundamento, tienen gravísimas causas de corrupción probadas) y que tiene que ver en buena medida con la debilidad institucional y perversa relación dinero-política que hoy permea a muchos países de nuestra región. Pero el hecho concreto es que (en la medida que se sepa) se acabó la tolerancia con algo que por mucho tiempo fue socialmente asumido como “inevitable”.

Ahora, lo que veremos en el próximo tiempo en nuestra región es una convivencia de gobiernos de distinta orientación política, pero con los mismos problemas y desafíos. Los nuevos gobiernos no pueden “volver atrás el reloj , y si lo hacen pagarán las consecuencias (Macri en Argentina ya ha descendido 10 puntos en las encuestas, al haber aplicado un ajuste que afecta de manera dramática a los sectores más vulnerables).

Si los desafíos son comunes, entonces tiene todo sentido, más aún ahora, la política de “convergencia en la diversidad” que hemos impulsado en nuestras relaciones regionales. Fortalecer la democracia, buscar convergencias económicas donde sea posible, concordar políticas comunes en temas que afectan la paz y seguridad, y garantizar “mínimos sociales” de protección y derechos en un contexto económico global complejo, debiesen ser las prioridades de la región en la actual coyuntura, independientemente de las orientaciones de los gobiernos que hay, y de los que vendrán en los próximos años. No es fácil, considerando las crisis y retrocesos democráticos que ha habido recientemente, pero hoy “andar solo por el mundo” es algo que definitivamente no tiene ningún destino.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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