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Chile como nuevo referente de la migración en América Latina

Por: Luis Horacio Franco Gaviria


Señor Director:

Según la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA), en América Latina la movilidad humana alcanza los 36 millones de latinoamericanos por fuera de su país de origen. Sin embargo, las características generales de las personas que emigran han cambiado, así como también sus preferencias y lugares de destino.

Hasta el año 2008, el 86% de los latinos emigraban a países de la OCDE, es decir, buscaban un lugar en el mundo desarrollado, mientras el 14% restante emigraba a otros países, incluida América Latina. Hoy la proporción ha cambiado: aunque muchos siguen emigrando hacia el norte, la hoy denominada migración sur–sur muestra una elevada cifra de latinos que comienza a trasladarse hacia países vecino de esa zona con preferencia hacia Chile, un país de la región que, en los últimos años, se ha convertido en referente para los migrantes.

De seguir esta tendencia, Chile puede pasar de ser un país tradicionalmente expulsor a un país receptor. En simple, significa que puede llegar a tener más extranjeros en su territorio que chilenos por fuera de él, lo que implicaría de entrada una mayor atención por parte del gobierno al fenómeno migratorio y una asignación de recursos económicos y humanos para atender dignamente a estas personas que valientemente han decidido buscar mejores condiciones de vida. Por lo mismo, haitianos y venezolanos en poco tiempo han cambiado el paisaje urbano de Santiago, mientras que los colombianos, el de Antofagasta; sin olvidar a los inmigrantes fronterizos que siempre han estado yendo y viniendo.

Pero ¿qué es lo atractivo de Chile para que muchos inmigrantes quieran venir y muchos chilenos en el extranjero regresar? Según la ONU, los positivos índices de desarrollo económico alcanzados en los últimos años y la buena imagen que el país ha logrado tener desde el retorno de la Democracia son fundamentales para la consolidación institucional y la confianza de muchos inversionistas extranjeros. En este último punto, vale recordar que los Gobiernos post-dictadura aceptaron el modelo de economía abierta, basada en un modelo exportador y reconocieron en la empresa privada un claro liderazgo que dinamizó el sector productivo, comercial, agropecuario y de servicios. Uno de los mayores logros de este nuevo modelo económico, fue la reducción de la pobreza en poco más de 25 puntos porcentuales, es decir, bajo de un 39% a un 13% (Jélvez y Alvarado 2009).

En paralelo, el deterioro económico, político y social de algunos países de la región han hecho que Chile sea una buena alternativa para los migrantes regionales, especialmente fronterizos. Por el momento la tasa neta de inmigración y la tasa neta de emigración se han igualado y Chile, en este contexto, tendrá que avanzar hacia una nueva ley migratoria –hoy el Gobierno ingresa el proyecto de Ley de Migraciones– que responda a este boom migratorio, pues los vacíos legales en los servicios públicos, la arbitrariedad en los aeropuertos y pasos fronterizos, hasta la mentalidad de la gente y las opiniones que emiten respecto de los extranjeros, por citar algunos casos, evidencian que son muchos los cambios que Chile debe enfrentar si quiere ser un país receptor y dejar de ser un país de tránsito, pues el inmigrante al no encontrar las condiciones óptimas de vida, tiene siempre en mente regresar al país de origen o emigrar a otro destino.

Según la OIM (2011), el registro que existe en el Departamento de Extranjería y Migraciones (DEM), las inmigraciones más antiguas son las europeas, seguidas por las argentinas y las bolivianas, posteriormente las peruanas, ecuatorianas y colombianas y más recientemente las haitianas y venezolanas. Sin embargo, dicho registro no dice mucho de la permanencia de los extranjeros en Chile, pues entre el registro de entrada de extranjeros y las solicitudes de permanencia definitiva y nacionalidad, la diferencia en número es muy grande. A partir de ello se puede deducir y confirmar que Chile es un país de flujos permanentes y lejos de convertirse en un país receptor, para lo cual se requieren políticas claras en torno al manejo del fenómeno migratorio y una cultura de acogida y de entendimiento de la diferencia.

Ahora bien, la alta movilidad de personas por el territorio chileno tiene el inconveniente de ver que por sus ciudades pasan personas poco comprometidas con el desarrollo del país, afectando algunos factores de atracción de inmigrantes que pueden ser importantes para Chile. El primer factor que se puede mencionar tiene que ver con la demanda tecnológica y de índole cultural. La crisis económica del año 2008, aun no superada plenamente por los Estados Unidos y algunos países de Europa, hizo que muchos latinoamericanos con un muy buen nivel de estudios pensaran en emigrar dentro de la región. Pero ante las malas condiciones de estadía, el norte vuelve a ser el atractivo y destino final, perdiendo la oportunidad de retener y atender la gran demanda de talentos técnicos y profesionales. En paralelo, otro factor que afecta a Chile al ser un país de tránsito y no de destino es el déficit de talentos jóvenes que deseen incorporarse al mercado laboral, principalmente en los sectores de ciencia y tecnología, desde donde podrían generarse algunos proyectos de investigación e innovación muy provechosos para el país.

En general, dada la globalización y el aumento de la movilidad humana que podría llegar, según la ONU, a 400 millones de migrantes en el 2050, los países están en la obligación de revisar y actualizar sus leyes migratorias, no solo para regular y controlar la entrada de extranjeros a su territorio, sino para hacer de éste, un fenómeno más humano y de respeto a la pluralidad, la dignidad y la libertad de todos los individuos. Así, Chile tiene muchas tareas pendientes, las que independiente de la nueva Ley Migratoria, deben comenzar a atender de forma urgente.

Luis Horacio Franco Gaviria
Académico Universidad Andrés Bello

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