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Cuarta revolución industrial y los servicios financieros Opinión

Cuarta revolución industrial y los servicios financieros


Sorprende a pocos cuando se habla sobre la entrada tecnológica y digital en distintos ámbitos de la vida nacional. La creciente participación del e-commerce en las ventas del retail, las transacciones bancarias mediante Internet, solo por nombrar algunos, ya son parte de la cotidianeidad.

Sin embargo, al parecer, como país todavía necesitamos avanzar más para no quedarnos atrás en esta “Cuarta Revolución Industrial”, término que el Ministerio de Economía acuñó al referirse a la implementación de tecnologías, como el Blockchain, que cambiarán para siempre nuestra forma de vida.

Si bien, por encargo de dicha cartera, mesas público-privadas estudiaron la importancia de implementar tecnologías digitales en diversos ámbitos, uno de ellos los servicios financieros, esto va mucho más allá del Blockchain.

En esa línea, surge un sinnúmero de preguntas. ¿Cuál es la importancia de la digitalización financiera? ¿Qué efecto tiene en los ciudadanos? ¿Y de qué manera podemos poner a Chile a la vanguardia en esta materia? Son solo algunas de ellas.

[cita tipo=»destaque»]Los efectos concretos de esta revolución se han visto en lugares como China, a través de las plataformas Alipay, Union Pay y Wechat Pay (equivalente a pago por WhatsApp), que captan el 70% del mercado de pagos online, mientras que India implementó una política de desmonetización, lo que se está traduciendo en que compañías tecnológicas como PayTM irrumpan en el mercado, y el Wallet Mobile se convierta en el medio de pago más utilizado en la sociedad. Ni hablar de Estados Unidos y Gran Bretaña, especialmente este último, denominado “cuna del Fintech” cuya capital es la ciudad del mundo que lidera la innovación financiera.[/cita]

Primero que todo, la introducción de la digitalización en el mercado financiero (o el Fintech, como se le conoce), a través de tecnologías como Machine Learning, Data Analytics y, por cierto, el Blockchain, entre otras, significa una oportunidad única para incorporar a personas históricamente excluidas, permitiéndoles ser parte de la “Cuarta Revolución Industrial”.

El efecto de esto es la democratización de los servicios financieros, en un contexto en que en Chile solo el 40% de los adultos tiene una inclusión financiera básica. Por ejemplo, accede a productos como cuentas vista, depósitos, cuentas de ahorro o tarjetas de débito. De ellos el 9% tiene solo cuenta RUT (según Encuesta de Inclusión Financiera de la SBIF).

Entonces, esta “Cuarta Revolución Industrial” brindará a esta misma población la posibilidad de acceder a una variedad de productos y servicios financieros útiles y asequibles que satisfagan sus necesidades y mejoren su calidad de vida, como una cuenta, tarjeta o plataforma que le permita recibir y/o hacer, con seguridad y sobre todo a bajos costos, pagos y/o transferencias de dinero, entre otros beneficios.

Los efectos concretos de esta revolución se han visto en lugares como China, a través de las plataformas Alipay, Union Pay y Wechat Pay (equivalente a pago por WhatsApp), que captan el 70% del mercado de pagos online, mientras que India implementó una política de desmonetización, lo que se está traduciendo en que compañías tecnológicas como PayTM irrumpan en el mercado, y el Wallet Mobile se convierta en el medio de pago más utilizado en la sociedad. Ni hablar de Estados Unidos y Gran Bretaña, especialmente este último, denominado “cuna del Fintech” cuya capital es la ciudad del mundo que lidera la innovación financiera.

Como país subirnos al carro de esta “Cuarta Revolución Industrial” no podrá ser posible sin una regulación que sirva de marco y, sobre todo, de resguardo a los millones de nuevos actores que pueden y deben entrar a usar, emprender y/o competir en el mercado financiero tecnológico (Fintech). Una adecuada legislación garantizará transparencia, solvencia de los nuevos actores, protección del consumidor y, consecuentemente, la estabilidad y crecimiento del mercado financiero.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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