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Carlos Peña se suma a tesis de Atria y dice que la Constitución del 80 burla la democracia dándole “demasiado peso a la minoría”

“Mientras es perfectamente razonable que en materia de derechos fundamentales (y por supuesto habrá que discutir cuáles son fundamentales) la mayoría siga la estrategia de Ulises (se ate a sí misma para no ceder a la tentación de aplastar a la minoría), no parece razonable tolerar esa estrategia para asegurar que las decisiones de gobierno de la minoría (por ejemplo de la que apoyó la dictadura) se perpetúen”, afirma el rector de la UDP.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, se sumó a la tesis planteada por el abogado y encargado de reformas constitucionales del comando de Michelle Bachelet, Fernando Atria, respecto a cambiar la Carta Magna mediante la convocación a una asamblea constituyente, afirmando de paso que la Constitución de 1980 burla la democracia entregando “demasiado peso a la minoría”.

En su habitual columna de los domingos en El Mercurio, Peña sostiene que Bachelet tiene razón en pretender modificar la Carta Fundamental, explicando que en las sociedades modernas, diferenciadas y complejas, “en las que coexisten diferentes formas de vida y distintas concepciones del bien, el único patriotismo posible, sugiere Habermas, es el constitucional: el apego y la lealtad a las reglas que establecen cómo se forma la voluntad común de los ciudadanos y cuáles los bienes que están dispuestos a respetar a ultranza”.

Agrega que “las reglas en actual vigencia –podría afirmarse- son el sustento de la modernización de Chile, Discutirlas ahora introduciría una gigantesca incertidumbre que lesionaría la confianza, alentaría las expectativas de refundarlo todo y transformaría la próxima elección en un evento plebiscitario donde nada quedaría fuera de la ruleta electoral”.

En ese sentido, Peña sostiene que “las reglas constitucionales no tienen, por esa razón, un valor puramente instrumental, sino constitutivo: expresan la forma en que una comunidad se piensa a sí misma y los procedimientos mediante los cuales los ciudadanos se autogobiernan”.

Y añade que en una sociedad democrática requiere una Constitución que despierte la lealtad de toda la ciudadanía.

“Ello no depende, por supuesto, de la forma en que esas reglas se hayan generado. Hay innumebrables ejemplos de reglas cuyo origen es mejor no recordar y que, así y todo, concitan la lealtad de los ciudadanos. La Constitución americana, dictada en medio de la esclavitud, o la alemana o japonesa, impuesta por la ocupación, son buenos ejemplos. La frase de Balzac –en el origen de toda fortuna se esconde un crimen-  vale también para las Constituciones”, señala.

Peña explica que lo importante no es el origen de las reglas constitucionales, sino la capacidad que tengan para estimular una práctica política de autogobierno, “una forma de vida pública en la que la formación de la voluntad mayoritaria tenga importancia y peso suficiente a la hora de configurar el destino común”.

Respecto a la Carta Marga de 1980, el académico explica que el principal reproche que se le ha hecho en los últimos días es correcto, ya que “las reglas de la Constitución en vez de permitir que se forme la voluntad común mediante la regla de la mayoría, lo impiden. O, en otras palabras, las reglas en actual vigencia al conferir demasiado peso a la minoría sustraen del autogobierno colectivo materias que, en la generalidad de las democracias, le corresponde decidir a la mayoría”.

“Mientras es razonable que existan mecanismos contramayoritarios para proteger ciertos bienes de especial importancia como, por ejemplo, los derechos fundamentales, no parece razonable que la misma protección se confiere a decisiones de políticas públicas como el diseño del sistema escolar. Mientras es perfectamente razonable que en materia de derechos fundamentales (y por supuesto habrá que discutir cuáles son fundamentales) la mayoría siga la estrategia de Ulises (se ate a sí misma para no ceder a la tentación de aplastar a la minoría), no parece razonable tolerar esa estrategia para asegurar que las decisiones de gobierno de la minoría (por ejemplo de la que apoyó la dictadura) se perpetúen”, afirma el rector de la UDP.

Peña sostiene que hay razones para discutir las reglas constitucionales y tras alcanzar ese punto surge el problema de cómo hacerlo: “bajo las reglas de la Constitución, si esas reglas son, justamente, las que conceden un mayor peso a la minoría ¿por qué la minoría querría desprenderse de esa ventaja? Wittgenstein cuando encuentra un problema insoluble como este suele decir: he llegado a roca dura y mi pala se returce”.

Finalmente el académico asegura que “en la vida social la pala es la política. Y dependerá de la minoría si ella comenzará a retorcerse o no. Después de todo, si la minoría se ampara en reglas irrazonables ¿cómo quejarse luego que la mayoría recurra a métodos igualmente irrazonables para cambiarlas?”.

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