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Cuarta revolución industrial ¿y ahora cómo seguimos? Opinión

Cuarta revolución industrial ¿y ahora cómo seguimos?

Carlos Cerpa Miranda
Por : Carlos Cerpa Miranda Experto y Master en eLearning, ex Concejal y ex Director Laboral BancoEstado.
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La automatización y la robótica aplicada a procesos productivos y los servicios es una realidad presente que ya convive con nosotros. Por lo menos eso es lo que queda claro en la polémica entre la CNC y el Ministerio del Trabajo y Previsión Social, respecto a la destrucción de puestos de trabajo en el sector comercio.

Así lo señala la información publicada en Pulso el jueves 18 de abril del corriente a consecuencia del desarrollo de servicios de autoatención, el comercio electrónico y la automatización en ese sector de la economía.

Pero la realidad es más dura a los números que el gobierno quisiera exhibir y lo más probable es que en este punto la CNC se ajuste más a los hechos y el sector vaya efectivamente a perder este año “hasta 35.000 puestos” de trabajo, según lo señalado por el gremio empresarial cuya fuerza de trabajo disminuyó en 18.000 puestos en el año 2018, al decir de la misma fuente.

Lo que viene

Sin embargo, más allá de la polémica, más vale tomarse en serio los efectos de la automatización y la robótica sobre nuestro país y economía. En ese sentido, según todos los estudios disponibles hasta la fecha tanto aquellos producidos por instituciones globales oficiales como por organizaciones ciudadanas vinculadas a temas laborales, indican que el impacto de la automatización y la robótica afectará en uno u otro sentido a las diferentes actividades humanas, además de modificar profundamente hábitos y comportamientos sociales.

A este respecto, existe evidencia suficiente para concluir que los mercados laborales conocerán destrucción y creación de puestos de trabajo. Solo que no es del todo claro cuando termina la fase de destrucción de puestos de trabajo y cuando se inicia el virtuosismo que algunos le otorgan a la robótica y la automatización sin razonarla en serio y con responsabilidad en términos de buscar equilibrar las dos caras de la moneda, soslayando o para decirlo en buen chileno, “metiendo debajo de la alfombra” el lado menos amable de estos procesos que es la destrucción de puestos de trabajo y aumento de la precariedad social en algunos sectores de la población.

La desaparición en Chile de 35.000 puestos de trabajo que señala la CNC, da una pista sumamente clara respecto al tipo de puestos de trabajo sujetos de destrucción en las fases iniciales de esta IV Revolución Industrial. Se trata de puestos de trabajo que requieren baja calificación profesional, y que por tanto son potencialmente fáciles de ser reemplazados por los canales de autoatención, el e-commerce, la automatización hoy y, en escala ascendente, por la robotización en el futuro próximo.

Por otra parte, que el sector comercio haya puesto en la mira pública esta realidad, no significa que el proceso vaya a ocurrir solamente en este sector.

De hecho, son también susceptibles de destrucción de puestos de trabajo en el corto plazo ciertos puestos en la banca, trabajadores de fábrica y cadenas de montaje, otros tantos en el sector salud aunque también sabemos de otras actividades intensivas en tecnología como la GIG economy que ha hecho su presentación en sociedad con Uber y otras aplicaciones de este tipo en el mundo y en Chile y que han estado dando lugar a ásperas controversias y conflictos para ser reguladas.

Con respecto a las habilidades más requeridas por los mercados de trabajo en el periodo 2018-2022, el Foro Económico Mundial, FEM, en su informe sobre el futuro del empleo para el referido periodo, dibuja las funciones productivas más demandas por las empresas.

Así, según dicho informe, un pilar, el dominante, está conformado por aquellas funciones productivas intensivas en tecnología tales como especialistas en inteligencia artificial y learning machines, especialistas en big data y transformación digital; mientras que el otro pilar de puestos que seguirán siendo demandados por las empresas, son aquellos basados en habilidades humanas distintivas tales como especialistas en desarrollo organizacional, especialistas en marketing y ventas.

De este modo, en la visión del FEM, éste señala que “ los humanos y los robots se van a repartir las horas trabajadas, que pasarán de un 71% para humanos y un 29% para máquinas en la actualidad, a un sorprendente 58% y 42% respectivamente”.

Y agrega, “actualmente, no hay ninguna labor en la que el robot realice más trabajos que los humanos, pero así será en el año 2022”.

Cambio tecnológico en un mundo inestable

La revolución industrial en la forma que conocemos hoy, no es sin embargo un proceso meramente tecnológico, aislado de otras interacciones con el mundo real que habitamos. De hecho, éste ocurre en el contexto de un escenario político y de poder tanto a nivel regional como a nivel global marcado por la inestabilidad e incertidumbre.

Vivimos en un mundo hiperconectado y globalizado desde el punto de vista de la circulación de personas, mercancias e intercambio comercial y vivimos también en medio de agudos problemas, comunes con el resto del mundo, como lo es el cambio climático que, poco a poco pero inexorablemente, avanza sobre el conjunto del planeta.Ya hemos sido por otra parte advertidos sobre el retorno de la proliferación del armamento nuclear que pensábamos correspondía a otra epoca.

En ese mismo órden, y como dice el dicho popular, el ser humano es muy habilidoso para “tropezar con la misma piedra”. Y acá estamos nuevamente retrocediendo a la era de la guerra fría, solo que ahora la capacidad destructiva de las superpotencias es, cuando menos, mil veces mayor a la época anterior. Lejos de las zonas en conflicto? En el mundo de hoy, ni tanto.

Humanismo en la era de la robótica

Desde esta mirada, más que reemplazar personas por máquinas, la robótica debe servir para facilitar el trabajo humano. Debe servir para que en la medicina los robots puedan,por ejemplo, ejecutar micro-tareas dificiles de ejecutar por los humanos y con el apoyo de la big data y los algoritmos procesar información de modo de pesquisar enfermedades con antelación suficiente para tratarlas con éxito.

Debe servir para facilitar procesos de aprendizaje rápido tanto en las universidades y mundo del trabajo, de modo que la fuerza laboral disponga de nuevos conocimientos para innovar y crear y las máquinas se encarguen de ejecutar actividades repetitivas, tediosas y poco productivas así como los estudiantes aprovechen el adelanto tecnológico para pensar y generar soluciones talentosas frente a las complejidades del mundo que les tocará vivir, solo por mencionar un par de usos.

En un mundo en el que destacan el conocimiento, el desarrollo del pensamiento análitico, el aprendizaje activo y la creatividad como competencias distintivas para apearse al futuro, es francamente muy penosa la mirada aquella que ha buscado sacar de nuestras aulas el estudio de la Filosofía.

Digámoslo con todas sus letras, las amenazas más significativas las vemos más bien en nuestra propia configuración como sociedad y nó en la tecnología en sí misma.

Es más, bajo el esquema socio-económico imperante en el país, la misma sociedad en su articulación discriminatoria y clasista, profundiza, reproduce y eterniza sus formas excluyentes y las traslapa a otras formas de organización social y productiva.

Pese a la inserción de Chile a la economía mundial, continuamos bajo los mismos vicios y deformaciones propias de sociedades extractivistas. Se incrementa el poder del capital y el Estado se diluye en el mejor de los casos como la expresión de la sociedad para articular e integrar, cuando no para operar como el ente que cautela la segregación social y su reproducción ilimitada. La corrupción, el descrédito de las instituciones y la política tampoco aportan mucho. Relaciones sociales así concebidas, en contextos disruptivos solo fomentarán la conflictividad social.

En consecuencia, el rol del Estado en la articulación de políticas públicas inclusivas y de bien común, pasa a ocupar un lugar preponderante a la hora de evitar que en nuestro país la irrupción de estos procesos de cambio ahonden la desigualdad existente a niveles que lleguen a afectar la convivencia social mediante la precarización del empleo o el incremento del paro masivo. Es casi de mala fe suponer que estos poderosos procesos los va a gobernar el mercado.

Desde esta visión, el país requiere dar un giro virtuoso a la luz de estos desafíos, disminuir al máximo el paro forzoso, reconvirtiendo y capacitando su fuerza de trabajo, disminuyendo las horas de trabajo de 9 e incluso 10 y más horas en algunos sectores productivos y de servicios -sin considerar el doble trabajo de la mujer trabajadora bajo el capitalismo patriarcal-, para pasar a 8 horas de jornada laboral, redistribuyendo el excedente de horas entre los trabajadores y trabajadoras y asegurar de ese modo empleo formal y con contrato al mayor número posible de la fuerza laboral del país que será potencialmente tocada por la róbotica y la automatización.

Es justo reconocer que la propuesta de la diputada Camila Vallejos en términos de reducir la jornada laboral a 8 horas diarias, va en la dirección correcta. En este escenario, el beneficio país es neto, disminución de potencial conflictividad social.

Las empresas del Estado deben dar el ejemplo en materia de inclusión y reconversión de sus trabajadores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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