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Comercio Justo: mirar la ganancia no solo desde el punto de vista del dinero Social

Comercio Justo: mirar la ganancia no solo desde el punto de vista del dinero

Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País y Revista Jengibre. Periodista PUC con experiencia en prensa escrita, radio y TV, tanto en Chile como en el extranjero.
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Vivimos en una sociedad donde estamos constantemente comprando cosas, algunas más necesarias que otras. Pero ¿te has preguntado cómo son las condiciones laborales de quienes cosechan los alimentos que comes o la de quienes confeccionaron la ropa que te pones o el shampoo que usas?


Desde hace más de veinte años que Gonzalo Lara, chef del restaurante Olichén, de Valparaíso, viene trabajando con mujeres recolectoras tanto de pueblos originarios como campesinas del norte, centro y sur de Chile.

Su propuesta gastronómica -rica e innovadora- rescata los múltiples sabores de nuestro país de la mano con el respeto por el trabajo de sus proveedores, quienes además cuidan de su entorno y la naturaleza que cultivan.

Parte del trabajo de Lara está así ligado al llamado Comercio Justo, que promueve una relación comercial justa entre productores y consumidores en cuanto a pagos, trato, respeto laboral y cuidado del medio ambiente.

“Hay un trabajo mancomunado de más de veinte años”, reconoce el chef, principalmente con mujeres recolectoras “a las cuales se les valora su trabajo, su trayectoria, su esfuerzo y por sobre todo relevar y poner en valor las manos de mujer”.

Para el cocinero, su trabajo e impacto es “tremendo, porque le da la preponderancia que se merece y la pone en un sitial ejemplificador para el resto de la sociedad”.

En sus preparaciones, puede haber rosa mosqueta de San José de la Mariquina o uva de la cordillera recolectada por mujeres pehuenches de Lonquimay, o manos campesinas que juntaron ajo de Llay Llay, algarrobo del interior del Valle de Copiapó o chañar del Valle del Limari.

Pero la propuesta no incluye solo la comida y los sabores. La vajilla también tiene una historia, un territorio y un fin. Ya sea de cerámica, de vidriofusión o de piedra pedernalita del Valle de Petorca, todo es elaborado por destacadas artesanas, al igual que mujeres alfareras que transforman la tierra de Panul en una delicada loza, o de quienes elaboran piezas con la arcilla de Nacimiento o greda esmaltada de Pomaire.

Platos, sabores y preparaciones de Olichen Restaurant

Ese respeto por el trabajo de quienes participan en el proceso de presentación de un plato es muy importante para Gonzalo Lara. Así también lo busca comunicar a sus comensales: “El recibimiento en nuestros clientes es increíble al saber que en Olichen se hace un esfuerzo por mostrar Chile, su territorio y el origen de cada producto”.

“El tomar conciencia de lo que se desarrolla día a día en el restaurant por parte nuestra y por parte de los clientes, fundamentalmente facilita que sigamos por el camino correcto”, afirma.

Por un Comercio Justo

Al igual que en Olichen, hay un enfoque en empresas y consumidores tanto en Chile como en el mundo que están optando por comprar productos conscientes en su origen y en su impacto social y medioambiental.

Ya sea por menor contaminación, que sea cruelty free en el tema animal o esté libre de explotación laboral, no importa pagar “un poco más”, sino pagar lo que corresponde.

Porque el Comercio Justo no es nuevo en Chile y mucho menos en el mundo. Partió con algunas experiencias a fines de la década del 40, con los estragos que dejaron las grandes guerras mundiales.  Los bajos precios de los productos, los altos márgenes para las grandes empresas o intermediarios y la poca ganancia que recibían los pequeños proveedores fue lo que marcó al mercado internacional y el nuevo modelo económico.

A nuestro país llegó más tarde, después del crecimiento mundial que experimentó esta corriente en la década de los 80, luego de transformarse en un movimiento global.

Según la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO) -creada en 1989- el objetivo es mejorar las condiciones para productores y productoras, para que puedan competir de manera justa en el mercado, con iguales condiciones y oportunidades.

Este sistema comercial, entonces, se basa en el diálogo, la transparencia y el respeto, contribuyendo al desarrollo sostenible al plantear que existe una forma alternativa de hacer empresa, con mejores condiciones y oportunidades para los productores, con procesos transparentes, pagos justos y siendo amigables con el medio ambiente.

Para certificar el Comercio Justo, existen sellos internacionales que han pasado minuciosas pruebas para garantizar que se cumplan los principios principios:

  1. Crear oportunidades para organizaciones productoras marginadas económicamente
  2. Transparencia y responsabilidad
  3. Prácticas comerciales justas
  4. Pago justo
  5. Garantizar la ausencia de trabajo infantil y de trabajo forzoso
  6. Compromiso con la no discriminación, equidad de género y el empoderamiento económico de las mujeres, y la libertad de asociación
  7. Garantizar buenas condiciones de trabajo
  8. Favorecer el desarrollo de capacidades
  9. Promoción del Comercio Justo
  10. Acción climática y protección del medio ambiente

Sellos que certifican el Comercio Justo.

Gerardo Wijnant es consultor de Comercio Justo en Chile y subgerente de Impacto en la Banca Ética Latinoamericana. Él fue uno de los fundadores de Comparte, una de las primeras organizaciones certificadas de Comercio Justo en Chile.

“Lo que hacíamos era apoyar a pequeños productores artesanos y productores agrícolas a encontrar mercado para sus productos”, recuerda.

El enfoque en estas pequeñas empresas estaba puesto en la exportación y la búsqueda de mercados externos, donde el concepto de Comercio Justo era más importante, particularmente Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón o Nueva Zelandia.

“Estos países más desarrollados sí valoraban mucho el Comercio Justo y culturalmente tenían un conocimiento y una preocupación por la realidad de vida de productores en distintos lugares del mundo, por el desbalance entre un el hemisferio norte y el hemisferio sur en cuanto a intercambios y eso fue el impulso de cómo generar un mejor mercado para pequeños productores en países más vulnerables o más desfavorecidos”, explica Wijnant.

Con el tiempo varias empresas se fueron adhiriendo en Chile gracias a esta perspectiva de exportación, pero faltó “buscar e influenciar al mercado nacional, relacionarse con agrupaciones de consumidores, trabajar con mercados nacionales para difundir el concepto más adecuadamente”.

Tampoco hubo “una preocupación en cuanto a desarrollar o fortalecer el mercado nacional para que la gente conociera el comercio justo y los consumidores o los ciudadanos en su rol de consumidores pudiesen entender esta dimensión y por lo tanto por eso es que no se ha desarrollado en el mercado nacional fuertemente”.

En nuestro país existe la Asociación Chilena por el Comercio Justo desde 2012, que en sus principios plantea el “generar un cambio cultural profundo y sostenible que permita mejorar las condiciones económicas y sociales de cada uno de los actores que participan de esta cadena: productores y productoras, trabajadores y trabajadoras y comunidad”.

Entre sus socios hay artesanías nacionales, artículos decorativos, alimentos, viñas, consultoras, entre otros. La idea es garantizar “que las condiciones de producción y comercio tengan un impacto económico, social y medioambiental positivo, generando relaciones comerciales estables, responsables y colectivamente beneficiosas entre productores y productoras, comercializadores y comercializadoras y la comunidad en la que se desarrollan”, detallan.

Pero aun falta. “Velamos porque exista una normativa de Comercio Justo establecida, clara y legal en el país, de manera de generar un marco regulatorio”, sostiene la agrupación.

Cambiando realidades

El paisaje de nuestro país en diversas regiones está marcado por las uvas y las viñas. Sin embargo, el principal problema en la vitivinicultura chilena es la brecha existente entre los grandes productores y los pequeños viticultores.

El cambio climático, los incendios forestales, la falta de mano de obra y los precios del mercado que dominan los grandes grupos económicos han llevado a que estos pequeños productores deban vender su uva vinícola a un menor costo, impactando en sus trabajadores, la tierra e incluso la continuidad de las plantaciones.

Esto llevó a la Viña Miguel Torres Chile a ser uno de los socios fundadores de la Asociación Chilena por el Comercio Justo. Pero su visión partió unos años antes. “Después del terremoto de 2010, Miguel Torres solicitó buscar una certificación que mostrara el atributo social con que se identifica la compañía, lo cual se había demostrado en las tareas de reconstrucción, por lo que, después de varios meses de búsqueda, decantamos por obtener la certificación de ComercioJusto Fair For Life”, explican desde la empresa.

“Se trata de un complejo protocolo de responsabilidad social que pone énfasis en la relación con los eslabones más débiles en la cadena de producción: pequeños proveedores, trabajadores y el medio ambiente, garantizando que todos ellos sean tratados de manera justa. Así, los primeros (proveedores) reciben un pago justo por su uva y que considere como mínimo los costos de producción, más una legítima ganancia. En tanto, con los trabajadores está el cumplimiento de todas las recomendaciones de la OIT, más la asignación de un salario justo por su labor; y con el medioambiente, se procura un especial cuidado y respeto por la naturaleza”, detallan.

Para la viña, el impacto a los proveedores ha sido “tremendo”. “En años en que la uva país costaba $50 el kilo, gracias al Comercio Justo se pagaba sobre $200, esto sumado a que cada kilogramo de uva comprada, genera para ellos una pequeña cantidad de dinero que es aportada a un comité de trabajadores, con lo cual pueden realizar proyectos que mejoren la calidad de vida de la comunidad interna o externa”, sostienen.

Con esto, “muchos pequeños productores pudieron salir del círculo de la pobreza, y no son pocos quienes cuentan historias sobre sus hijos siendo los primeros profesionales de la familia, y todo gracias a estos recursos”, reconoce la viña.

Son muchas las industrias que se ven afectadas y que se ha avanzado en pequeños cambios. En el mundo, algunas de las más debatidas son las del cacao y el café. Pero más allá de las relacionadas con la agricultura, la cosmética y la moda también se han visto  históricamente afectadas con denuncias de explotación de trabajadores, siendo principalmente niños, niñas y mujeres los más vulnerables.

La empresa cosmética de origen británico Lush está llevando un importante trabajo en conjunto con la Cooperativa de Mujeres de Ojoba en Ghana, donde más de 400 mujeres han cambiado el curso de su historia al poder sustentarse con su propio negocio. Así, ya no están obligadas a dejar sus comunidades para poder proporcionar educación y seguro médico a sus hijos.

Esta cooperativa supo aprovechar la naturaleza y sus conocimientos ancestrales en una zona repleta de árboles de karité, un ingrediente popular en las cremas y lociones hidratantes porque su propiedad nutritiva. Además, contiene ácido oleico, un ácido graso saturado compatible con el sebo que produce nuestra piel de forma natural, que facilita la absorción de otros ingredientes.

Otro ejemplo de trabajo en conjunto es la asociación con la Cooperativa de Mujeres Re-wrap, Mysore en India para la reutilización de tejidos, la cual cuenta con más de 250 trabajadoras que tienen acceso a importantes prestaciones, como pensión y seguro familiar. Hoy en día trabajan en conjunto con la cooperativa para la elaboración de su bolsa reutilizable Fighting Animal Testing.

Además sus productos con manteca de cacao provienen principalmente de Sierra Leona, donde han podido contribuir a la formación de agricultura ecológica y orgánica, con proveedores que participan activamente en la reforestación de la selva tropical de Gola, una de las más grandes reservas de Alta Guinea, África.

“Cuando se fundó Lush en 1995 era casi imposible saber quién cultivaba o producía los artículos que se podían comprar en la calle o en el supermercado”, detallan desde la empresa.

“La gente estaba preocupada por la explotación infantil, las malas condiciones de trabajo y la pobreza. En respuesta a esto, grupos alrededor del mundo establecieron un comercio directo de algunos productos, como el café, para que los productores pudiesen recibir un precio justo y los consumidores se sintieran seguros sabiendo que estaban haciendo una buena elección. El camino que debíamos seguir estaba claro”, recuerdan.

“Llevamos más de 15 años supervisando y desarrollando relaciones directas y lo más cercanas posibles con nuestros productores, así aseguramos que las condiciones de trabajo de nuestros proveedores sean dignas y los precios sean justos. Nos sentimos orgullosos de haber sido capaces de conseguir esto con la gran mayoría de nuestros ingredientes, porque realmente el Comercio Justo ha sido una excelente forma de desarrollar nuestro negocio, mantener una excelente calidad en nuestros productos y desarrollar las diversas comunidades con las que trabajamos”, plantean.

“Esta práctica nos permite tener ingredientes increíblemente frescos, de alta calidad y por ende muy eficaces en los resultados. Con eso aseguramos nuestros estándares y mantenemos a nuestros clientes felices”, afirman.

Consumidores conscientes 

El exceso de oferta alrededor del mundo ha llevado a que los consumidores compren, muchas veces de forma desmedida y sin conciencia, productos de los que se desconoce su trazabilidad.

Según el Estudio de Caracterización de Comercio Justo y Propensión a un Consumo Responsable y Consciente en Chile, de Minecon/ Proqualitas (2017), al menos la mitad de quienes tienen entre 36 y 45 años en nuestro país quiere saber del origen y forma de fabricación de los productos que compra.

Estudio de Caracterización de Comercio Justo y Propensión a un Consumo Responsable y Consciente en Chile.

Sin embargo, los consumidores parecen no dar concesiones a los productos de Comercio Justo en el sentido que estos productos deben ser competitivos. Precio y Calidad son los principales factores en la decisión de Compra de productos de consumo. Los otros factores intervienen de manera secundaria, sin dejar de ser relevantes.

Estudio de Caracterización de Comercio Justo y Propensión a un Consumo Responsable y Consciente en Chile.

Gerardo Wijnant fue uno de los realizadores de este estudio para el Ministerio de Economía de la época, pero poco se conoce de lo que ha pasado en los años posteriores.

“La demanda existe en cuanto a esa necesidad de que el producto sea de Comercio Justo”, sostiene.

Por eso es importante que Chile se pueda seguir avanzando. “Desde el punto de vista de las cadenas comerciales, sería muy interesante si quieren comprometerse con el tema de sostenibilidad el tener áreas cada vez más crecientes de productos de Comercio Justo de manera que el consumidor sepa que el producto que está comprando tiene estas consideraciones de respeto a las personas, respeto al medio ambiente y a las cadenas de valor”, afirma Wijnant.

“Se pueden hacer cosas, hay temas de voluntad y de fomentarlo. En la medida que se generan mejores asociaciones de trabajo bajo este concepto sí se puede avanzar y es factible.  Lo que pasa es que no se puede hacer solamente con dos o tres personas solas batallando sobre este tema sino que tienen que ser por un lado consumidores más conscientes que se convenzan cada vez más del tema, además de un sector público que a través de políticas públicas lo fomente, y de organizaciones de la sociedad civil que también les puede interesar”, comenta el especialista.

“Y muy importante también es la academia, la formación de las personas para desarrollar proyectos que tengan estos contenidos más éticos, más valóricos en el trabajo y que la gente y los consumidores puedan entenderlo mejor”, agrega.

La demanda de los consumidores por este tipo de productos puede ser clave. Para Viña Miguel Torres Chile, “la cultura de la inmediatez y del consumismo deja de lado el observar qué hay detrás del producto, saber qué estoy comprando, poniendo como principal requisito el costo monetario. No obstante, cada día son más las personas que están pendientes de las ‘huellas’ que las empresas dejamos, no solo las ambientales (CO2 y agua), que son las más conocidas, también de la huella social, es decir, cómo esa empresa se comporta con su entorno y con sus propios trabajadores”.

“El estándar en mantener un comercio justo es viable cuando el cliente toma conciencia de que lo que va a comer en Olichen Restaurant es un producto único”, dice a su vez Gonzalo Lara. 

Por su parte, desde Lush Chile afirman que gracias al Comercio Justo han logrado “promover un enfoque más consciente hacia el consumo” con mejores prácticas medioambientales y empresariales.

“Con ello les ahorramos la compra impulsiva y evitamos que malgasten su dinero, a su vez, un cliente feliz se va a su casa y experimenta con nuestros increíbles productos. Todos ganamos, es fidelización con nuestra marca y también con el bienestar de nuestros ecosistema”, plantean.

Las cifras mundiales también son claras: la equidad y la sostenibilidad son importantes para los consumidores; por eso, año tras año, compran más productos Fairtrade.

Cifras comprenden las ventas estimadas de productos de consumo adquiridos en tiendas y supermercados (“ventas minoristas”) y las ventas de productos consumidos en cafés, restaurantes, etc. (“ventas fuera del hogar”), en los que hay datos disponibles. Fuente: Fairtrade International

Urgen más políticas públicas

Hasta ahora, existen poco estudios que muestren la realidad del Comercio Justo y su desarrollo y oportunidades en nuestro país. La mayor información que hay es sobre empresas que adhieren a este modelo y sus certificaciones. Pero el tema parece estar estancado en los últimos años.

Por eso Gerardo Wijnant plantea que se requieren políticas públicas para impulsar el desarrollo de este modelo en Chile.

Por ejemplo, las licitaciones públicas de Junaeb desde hace algunos años incorpora como factor positivo la incorporación de pequeños productores locales dentro de los contratos con las grandes empresas proveedoras de alimentación que se están licitando. 

“Aquellas empresas que tienen convenios y contratos con pequeños productores agrícolas bajo un esquema de Comercio Justo -aunque no esté certificado- tiene mayor puntaje ponderador en la compra pública”, explica Wijnant.

Sin embargo, el experto reconoce que hay mucho que no se ha podido realizar. En el estudio del 2017 antes citado se establecían 12 líneas de acción pública, pero “solamente se tomó en cuenta una, porque no había la fuerza de negociación para plantear más cosas. Una de ellas fue que Corfo incorpora en el instrumento focal de fomento de la calidad el subsidio para la certificación de Comercio Justo, así como luego incorporó las Empresas B”.

La experiencia de otros países también establece otros incentivos demedidas económicas.

“Se generan incentivos así como también otras certificaciones en términos de rebaja arancelaria, rebaja de impuestos, beneficios particulares sobre productos que tienen esta trazabilidad de respeto a los Derechos Humanos, buenas condiciones laborales y de ecosistema, eso se puede hacer así como los incentivos en las compras públicas de colocar mejores ponderadores”, sostiene el ejecutivo de Banca Ética Latinoamericana.

Y también propone cambiar la mirada con respecto a los precios. “El concepto de menor precio debe empezar a olvidarse”, afirma.

“Lo que es más relevante es el concepto de ‘mejor precio’ en vez de ‘menor precio’. Así se elige aquel producto o servicio que genera un mayor impacto en el bien común general y eso se puede medir”, destaca.

“Esto es relevante porque genera una cadena de valor que respeta los productores y sus condiciones dignas de trabajo, también tiene parámetros medioambientales y por lo tanto a través de eso se puede conseguir una mayor adhesión a lo que es un desarrollo sostenible y regenerativo”, agrega.

Ese desarrollo sostenible también es fundamental para muchas empresas. Desde Viña Miguel Torres esperan que la tendencia “siga aumentando, para que cada vez más empresas sean responsables de sus efectos colaterales, y puedan darse cuenta de cómo hacer bien el trabajo, respetar el medio ambiente, a los trabajadores y a la sociedad, lo cual es perfectamente compatible con tener rentabilidades positivas, tal vez no tan altas como lo son cuando no nos preocupamos de nuestros impactos, pero quizá se pueda conseguir y con ello seguir mirando de frente al futuro, con la satisfacción del trabajo bien hecho”.

Desde Lush plantean que si bien, para muchos puede parecer un gran desafío, se trata de tener “valores claros”. “Es una visión de negocio necesaria. El Comercio Justo es una práctica imprescindible, sobre todo en escenarios actuales en dónde la sobreoferta provoca un consumismo alborotado. No tenerlo en el corazón de la operación desencadena la generación de más desperdicios que beneficios”.

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