Las relaciones y demostraciones de poder se dan también en terrenos invisibles, como en el discurso y la palabra. El término mansplaining busca explicar las situaciones en las que un hombre asume que la mujer con la que conversa sabe menos que él y le explica algo o la corrige.
Este domingo, The New Yorker publicó una caricatura de Will MCPhail que representaba algo que a muchas mujeres se le hace familiar: un hombre que les explica cosas porque sí. En la imagen, se veía a un hombre y una mujer en una galería de arte observando una obra abstracta y se lee que la mujer dice: «Dije, ‘me pregunto qué significa’, no ‘dime lo que significa».
Cuando The New Yorker publicó la imagen de McPhails en su página de Facebook, algunos usuarios negaron en sus comentarios que el dibujo se tratara de algo de género, pues no consideran que sea sexista dar una opinión.
¿Dónde está el límite?
El mansplaining (man: hombre, explaining: explica) ha sido un termino acuñado por diversas organizaciones vinculadas a los temas de género al ser interpretado como una forma de machismo cultural que reproduciría un sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres.
«Es una forma de cómo el hombre tiende a manejar los diálogos que establece con otras mujeres, sin importar necesariamente del tema del que se está hablando, donde actúa desde una relación de poder que anula consciente o inconscientemente a las mujer en sus opiniones», explica la sicóloga Evelyn Muñoz.
De esta forma, y de manera sistemática se ve a la mujer como alguien que tiene que aprender porque está en desvantaja o se asume como alguien «inferior».
Durante una fiesta, un hombre interrumpió a la escritora estadounidense Rebecca Solnit quien hablaba de su último libro, para desacreditar sus comentarios y hablarle de un texto «verdaderamente importante» sobre ese tema.
Aunque el individuo, sin saber, hablaba justamente sobre el libro de Solnit, River of Shadows, hubo que decirle tres o cuatro veces que la autora era ella misma para que él dejara de insistir en que sabía más del tema, pues el sujeto ni siquiera había leído el libro si no que solo sabía de él por el New York Times Book Review.
Solnit recogió esta anécdota en un artículo titulado «Men explain things to me» (Los hombres me explican cosas), en el que criticaba el hábito masculino de explicar cosas a las mujeres usando un tono paternalista y condescendiente, independiente de si saben del tema.
«Todas las mujeres saben de qué les estoy hablando», añadía, asegurando que los efectos de este fenómeno contribuyen a que las mujeres intervengan menos en público al educarlas «en la inseguridad y en la autolimitación».
«El concepto tiene su mayor expresión en aquellas situaciones en las que el hombre sabe poco y la mujer, por el contrario, es la ‘experta’ en el tema, algo que, para la soberbia del primero, es irrelevante: él tiene algo que explicar y eso es lo único que importa», se detalla en el libro.
«Creo que la historia reciente de mi país sería muy distinta si hubieran prestado atención a Coleen Rowley, la agente del FBI que dio los primeros avisos sobre Al Qaeda. La credibilidad es una herramienta que raramente se concede a las mujeres», lamentó Solnit.
En un estudio de las universidades de Brigham Young y Princeton, los hombres hablan tres veces más que las mujeres en las reuniones de trabajo. «Ellos se toman, y se les asigna, más tiempo para hablar en casi todos los entornos profesionales», escribió la periodista Julia Baird en un artículo de New York Times, donde propuso -además- la incorporación del término manologue para nombrar la verborragia masculina cuando no es solicitada.
Según Know Your Meme, el concepto mansplaining apareció por primera vez en un comentario de un blog publicado el 21 de mayo del 2008. En el 2009 llegó a la web Urban Dictionary y en el 2010 fue seleccionado para la lista de palabras del año 2010 del The New York Times, definiendo el término como «un hombre compelido a explicar o a dar su opinión sobre cualquier cosa, especialmente a una mujer. Habla a menudo con condescendencia, incluso aunque no sepa de qué está hablando o no sea asunto suyo”.
Eso no fue todo. Durante el 2012 fue nominado término más creativo del mundo por la American Dialect Society y en el 2014 fue añadido a la versión online del Oxford Dictionaries, después de haber sido finalista en su selección de palabras del año (ganó vapear).
Sin embargo, Solnit ha reconocido que tiene “dudas acerca de la palabra” y admite que no la usa mucho. Y a muchos hombres parece que el concepto los incomoda.
En opinión de Juana Gallego, máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona para el diario El País, esto refleja la “estupefacción que sienten los hombres ante el cambio en el rol de las mujeres. Tradicionalmente, el papel del hombre se asociaba a la autoridad y a la iniciativa. Era el sujeto importante. En cambio, la mujer tenía un papel secundario, subordinado y que había que proteger».
Es una estructura tan instaurada en la sociedad, dice la experta, que incluso «los hombres que escriben sobre feminismo tienen más repercusión y están más aceptados» que las mujeres que tratan los mismos temas, para quienes se reservan adjetivos como «resentidas, feminazis o revanchistas».
Sin embargo, hay otra interpretación del mansplaining basada no en la visión como fenómeno machista sino como los hombres se relacionan incluso con otros hombres.
Según una investigación realizada por Elizabeth Aries en la Universidad de Filadelfia, los varones tendían a competir más por dominar las conversaciones con independencia de quién tuviesen delante. Para ellos, las conversaciones incluso de temas más banales eran un escenario en el que se puede ganar poder e influencia, y trataban de escalar poco a poco mediante sus intervenciones, luchando por ganarse la atención de los demás.