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Pinkwashing o “lavado rosa” BRAGA

Pinkwashing o “lavado rosa”

Carmina Vásquez Mejías
Por : Carmina Vásquez Mejías Abogada e integrante de la Redlesbofeminista
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Ser parte de la comunidad LGBTQI+ no es moda, no se hace solo en junio, se vive y se resiste a diario, nos matan y golpean en las calles por ir de la mano. Estos ataques pasan incluso en las multitiendas y las marcas no hacen nada por denunciar o repudiar estos hechos.


Este mes se celebra el mes del “Orgullo Gay” u “Orgullo LGBTQI+”, en conmemoración de los disturbios de Stonewall, ocurridos en 1969, en la ciudad Nueva York. Este episodio estuvo marcado por varios días de protesta en contra de la redada policial en el pub Stonwell Inn, hito que marca el inicio de la lucha por los derechos de la comunidad LGBT.

Cincuenta años después de ese acto de rebeldía y resistencia de la comunidad nos siguen persiguiendo, violentando y matando. Sin ir más lejos, actualmente en Chile vivimos una ola de violencia contra la comunidad LGBTQI+ sin precedentes, que a pesar de no contar con cifras oficiales, lleva al menos 11 ataques públicos y violentos en lo que va del año.

Respecto a esto pocas son las políticas públicas que evitan que esta violencia se siga produciendo, sin embargo las marcas y grandes multitiendas han salido a “apoyar” a la comunidad bajo eslóganes tipo #amoresamor #Orgullo y #Pride, sin por otro lado contar con reglamentos internos, códigos de ética o conducta y protocolos, y sin consecuentemente declarar un verdadero compromiso corporativo al respecto, junto con medidas y mecanismos concretos que se establezcan para que, por ejemplo, sus propias trabajadoras y trabajadores puedan expresar libremente y sin represalias su orientación sexual y/o su identidad de género.

Existe en este sentido un verdadero Pinkwashing o lavado rosa, que se refiere a la instrumentalización de la Comunidad LGBTQI+ por parte de empresas o gobiernos mostrándose simpatizantes del movimiento solo para lavar su imagen.

[cita tipo=»destaque»]Es necesario que estas empresas se comprometan a mantener políticas de inclusión LGBTQI+ durante todo el año, mediante la educación y formación en diversidad sexual a sus funcionarios y que esto sea reflejado en sus reglamentos y normativas. [/cita]

Este término fue acuñado en la década del 90, referido a la instrumentalización del cáncer de mamas y hoy es cada día más evidente y descarnada respecto a la Comunidad. Las grandes empresas de retail y marcas hacen gala de su “simpatía” llenando con marketing de los colores de la bandera sus vitrinas y comerciales, sin que el resto del año existan políticas al respecto.

Vemos por ejemplo a talentosos miembros de la comunidad LGBTQI+, músicos, artistas y comediantes posando para estas marcas cuando jamás han sido rostros publicitarios de estas marcas y por el contrario la estética de éstas muestra a mujeres y hombres completamente “normados”, muy delgados y muy poco diversos, además de ser marcas que han realizado campañas publicitarias muy desafortunadas, racistas y homofóbicas, pareciera entonces que los miembros de la comunidad son utilizados solo cuando llega junio para que sean “orgullosos” y con esto se muestre la marca en cuestión como progresista, innovadora y joven.

Ser parte de la comunidad LGBTQI+ no es moda, no se hace solo en junio, se vive y se resiste a diario, nos matan y golpean en las calles por ir de la mano, (como en el caso del violento ataque de lesbodio contra Carolina Torres el 14 de febrero recién pasado). Estos ataques pasan incluso en las multitienda y por parte de su personal y las marcas no hacen nada por denunciar o repudiar estos hechos.

Es necesario que estas empresas se comprometan a mantener políticas de inclusión LGBTQI+ durante todo el año, mediante la educación y formación en diversidad sexual a sus funcionarios y que esto sea reflejado en sus reglamentos y normativas. Así como fomentar el ingreso a miembros de la comunidad LGBTQI+ al trabajo y que se sientan cómodos en su entorno, para lograr un real ambiente de respeto y humanidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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