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Jimena Silva Segovia autora de Mapas intertextuales del cuerpo busca develar la importancia de «darle voz a nuestro cuerpo» BRAGA

Jimena Silva Segovia autora de Mapas intertextuales del cuerpo busca develar la importancia de «darle voz a nuestro cuerpo»

A nivel interpretativo, se busca la comprensión del orden normativo inscrito en el cuerpo donde se articulan aspectos relativos a procesos psicosexuales y modelos de género anclados en la cultura, como así también, la expresión de transgresiones o disidencias a las ideologías de género vigentes.


El trabajo que la psicóloga social Jimena Silva Segovia, especializada en género, sexualidad y derechos humanos, ha ofrecido gracias a su trabajo académico articula un interesante propósito: dar voz al cuerpo. Reconocer la emergencia de un cuerpo, un cuerpo plural, cuerpos de mujeres que se despliegan desde sus biografías haciéndoles visibles, comprensibles y narrables. La autora busca junto con otras mujeres hacer frente a los miedos, las injurias, a la vez que exorcizar los discursos que victimizan, que las sitúan en un lugar de vulnerabilidad y debilitan sus autonomías.

E: ¿Puedes comentarme cómo y cuándo iniciaste el trabajo que se sistematiza como el «Modelo de Mapas Intertextuales»?

JS: Empecé buscando formas expresivas de trabajar con el mundo emocional de la juventud universitaria, principalmente con sus experiencias en la construcción del género. En los años 2000, nos costaba alcanzar a tocar el dolor que significaba ser hombres o mujeres en un contexto androcentrado, con mandatos tan encarnados. Estaban sufriendo en las relaciones de pareja, en el autorreconocimiento de los valores de ser ellos y ellas mismas, con el peso corporal, la estética, la sexualidad, entre tantos otros sufrimientos.

Estábamos en pleno auge de las redes sociales, y observé que también las usaban para denigrarse, generando violencias. Yo deseaba encontrar estrategias metodológicas participativas. Así fue que recuperé un aprendizaje recibido de mi madre; ella en su periodo de actriz de teatro utilizó máscaras para sus personajes, y las elaboraban en el taller de mi padre, que fue pintor, donde yo acudía después del liceo, para ayudar. Fue un acierto. Si bien en distintas experiencias estas juventudes habían conocido los talleres de máscaras, aunque nunca para identificar su construcción de género, estaban muy entusiasmados y creativos, al punto de que participaron más de doscientos jóvenes entre 2000 y 2005. Del saber emergente de las máscaras, en sus relatos sobre símbolos, colores y experiencias se iban extendiendo a un cuerpo que quedaba flotando solo en el discurso. Había tanta emoción y malestar de género y sexualidad en sus narraciones, que en uno de los talleres decidimos trabajar con el cuerpo.

A partir de ese momento, busqué experiencias corporales en otros países, encontré talleres realizados en África, en la India, en Argentina, leí mucho sobre color desde la antropología, de los selknam en el sur de Chile, del uso del color en el mundo andino, las simbologías como efectos de la cultura, también. Toda esa información me dio mucha alegría, pues me confirmó que yo no estaba aplicando estrategias desconocidas. Sin embargo, atendiendo a los relatos de estas juventudes, empezamos a marcar nuestras distinciones, fortalecí un enfoque no patologizante, no diagnóstico, lejos de las clasificaciones, y así llegamos a concebir la primera versión sistemática de lo que fueron «Mapas Corporales», dándole mucha importancia a los relatos biográficos de sus cuerpos.

E: ¿Qué diferencias existen entre este modelo y otros usos de metodologías cartográficas sobre el cuerpo?

JS: Precisamente, el que no buscamos clasificaciones diagnósticas, que en su elaboración existe voluntad y autointerpretaciones constantes. Así también que se sostiene como una herramienta bajo el paraguas del método biográfico, es decir, hemos entregado una técnica al método que le otorga voz al cuerpo en su construcción simbólica constante. Además, cartografiamos el cuerpo, acompañando su deconstrucción, en un proceso de empoderamiento afectivo desde la materialidad hasta el imaginario.

E: ¿Por qué inicialmente le llamaste Mapas corporales?

JS: Pues, precisamente en el inicio de este proceso, estaba haciendo mi tesis de maestría sobre el femicidio de Alto Hospicio, y a la vez trabajando con Guadalupe Santa Cruz, en Calama, con mujeres liderezas. Ella usaba un modelo que se llamaba «Cartografía de la experiencia sindical», con zonas de la ciudad cargadas de emociones en que se situaban los aprendizajes significativos de sus biografías. Por otra parte, en el caso de las jóvenes asesinadas, el descubrimiento de sus cuerpos en los piques del desierto transversalizó toda mi existencia. Cuando trabajé con los familiares, ellos me hacían mapas de dónde vivían, mapas de las animitas, mapas de sus vidas cotidianas. Entonces, me hacía mucho sentido cartografiar, mapear la experiencia corporal, pues en ese momento fue una metáfora del producto cultural que es el cuerpo. Un mapa de discursos.

E: Posteriormente incorporaste «Mapas Intertextuales». ¿A qué alude la intertextualidad?

JS: La intertexualidad apareció como efecto de la maduración del modelo; esto fue en 2007 gracias a que descubrí a Denisse Arnold, mientras estudiaba el doctorado en Antropología. Ella me impulsó a utilizar la intertextualidad para analizar un ritual boliviano. Fue tan esclarecedora su aplicación, pues comprendí que al sumergirme en los olores, colores, canciones y en el significado interconectado de cada elemento del ritual, se podía ver el origen, la afectividad, y supe que existía un enlace con el trabajo de los mapas del cuerpo. Desde entonces la articulación entre el relato autobiográfico, autointerpretaciones de todo elemento simbólico que se han plasmado en el proceso, son interpretados como lenguajes, voces, convertidas en texto en una dialéctica que nos lleva a generar comprensión del sujeto que narra y autonomía a quienes construyen el mapa.

E: ¿Qué principios o conceptos de las epistemologías y métodos feministas y de género son posibles encontrar en el modelo?

JS: Los principios de una búsqueda con quienes participan de las tensiones de poder, de los mandatos de la cultura que se encarnan en los cuerpos desde los discursos institucionalizados, como valores de verdad. Estos mandatos desde la perspectiva feminista, en sus distintas vertientes, se sitúan en el núcleo crítico de este modelo. Precisamente por constituir un modelo que valora la autonomía y la voluntad de saber sobre sí mismos, se busca con quienes participan que elaboren un relato situado en su contexto, restituyendo un lenguaje corporal emocional proveniente del poder de la subjetividad, su agencia.

E: ¿Cuáles son las dimensiones de análisis que tu modelo propone?

JS: Durante estos veinte años hemos logrado perfeccionar la sistematización de los eventos significativos de la experiencia corporal a través de la recuperación de la oralidad y escritura sobre el cuerpo en su trayectoria, que hemos llamado dimensión oral. Desde allí avanzamos hacia las grafías y las autointerpretaciones individuales y colectivas, dimensión gráfica, donde emerge una riqueza simbólica original y auténtica que ilustra el mundo emocional de quienes lo trabajan, y en la autointerpretación se observa la recuperación de las voces corporales por parte de la persona.

E: ¿Cuál es la importancia del discurso respecto de la dimensión gráfica en el modelo?

JS: Esta dimensión es muy importante, pues la persona se autointerpreta y le da sentido a su creación, reconoce los lenguajes de su cuerpo, articula sus voces con sus experiencias relacionales y se sitúa en los escenarios. Allí es posible observar la agencia que se ha alcanzado y sus proyecciones.

E: ¿Cómo trabajas la dimensión interpretativa?

JS: Esta dimensión está basada en la autointerpretación, y si se le dará un sentido investigativo al proceso, se trabaja en tres voces: la de la persona creadora, la de quien guía el proceso y la de las teorías elegidas. Los ejemplos pueden verse en las páginas del libro.

E: ¿Cómo se le da nombre al mapa?

JS: Por ejemplo, esta «mujer mariposa» o esta «mujer xxx». Para resguardar el anonimato de las personas, luego que han firmado un consentimiento que autoriza su análisis y publicación, se observan los elementos gráficos y sus relatos y lo más significativo lo situamos para nombrar un mapa.

E: ¿Cómo crees que han recibido tu trabajo en las ciencias sociales? ¿Dónde has visto que lo han utilizado, para qué, quiénes?

JS: En algunos momentos, hace varios años atrás, fue recibido en los grupos de investigadoras/es sobre temas de sexualidad, con sorpresa y suspicacia. Señalaban que habría que ser psicólogos/as para aplicarlo, se preguntaban qué se haría en casos de descompensación frente a aspectos emocionalmente dolorosos, que resultaba invasivo. Ante esas observaciones los resultados y la expansión de su aplicación han dado las respuestas. Una entrevista sobre sexualidad y corporalidad puede provocar las mismas reacciones. Este modelo se aplica en base a la voluntad de saber sobre si quien participa promueve el empoderamiento y autointerpretación, y su paulatina profundización va resguardando las reacciones emocionales. Es decir, se trabaja en grupos, observando constantemente el proceso y no necesariamente será un psicólogo/a quien aplique.

Lo he compartido en Alemania con grupos interdisciplinarios de humanidades que lo han recibido con agradecimiento; en México lo he enseñado en posgrados de Antropología y los estudiantes han aprendido aplicando a sus propias experiencias; hoy se sigue enseñando en Colmex-DF. En Bolivia lo han utilizado en grupos de recuperación de mujeres que han vivido abuso sexual; en Chile, en distintos talleres con grupos muy diversos: jóvenes universitarias/os, mujeres privadas de libertad, liderezas de las 9 comunas de Antofagasta; se ha exhibido en Madrid-España, en Estados Unidos y Argentina para grupos universitarios.

E: ¿Qué opinas sobre el uso de tu modelo para el trabajo con jóvenes en educación sexual? ¿Qué impresiones tienes sobre la recepción de la metodología por parte de los jóvenes durante los talleres?

JS: Es una aplicación fundamental, pues el autocuidado corporal y la educación para el cuidado de sí, posee muchos vacíos en la educación formal e informal en las juventudes. Aun teniendo muchos nichos de conocimientos, las prácticas planificadas en sexualidad son escasas, la vida emotivo-sexual posee sus propios ritmos, tiempos y circunstancias que están dejando cifras alarmantes de jóvenes viviendo con VIH, por ejemplo, mujeres muy jóvenes enfrentando una maternidad no deseada, entre algunas de las circunstancias, donde un modelo cercano de educación sexual es muy necesario. En cada taller que he realizado, las juventudes participantes han trabajado comprometidamente, creo que posee un estilo de acercamiento óptimo, cada proceso tiene su tiempo de aceptación y apertura, y también la posibilidad de retirarse si se provoca malestar. Entonces creo, hasta este momento, que tiene bastante aceptación.

E: ¿Qué proyecciones ves a este modelo? ¿Cuáles son aspectos que aún no has desarrollado o crees pertinente seguir profundizando?

JS: Dada las distancias, en que cada generación va creando sus interacciones con los/as adultos/as, el modelo ofrece algunas posibilidades que lo hacen útil para diversas temáticas y grupos etarios. Sin embargo, creo que toda estrategia se debe ir mejorando en la medida que sus aplicaciones te vayan mostrando vacíos o aspectos técnicos perfectibles, pues estos solo se observan en la práctica. Aún se debe perfeccionar las estrategias de autointerpretación, pues en muchos casos los grupos se dispersan y no se logra un seguimiento óptimo del proceso posterior, por ejemplo, o cómo la apertura a este conocimiento se convierte en agencia, de qué modo, en qué circunstancias. Son aspectos que espero las personas que utilicen estas herramientas vayan descubriendo, por ello es una experiencia que siempre estará abierta.

  • Esta entrevista fue realizada por Ricardo Espinoza-Tapia, académico Facultad de Humanidades, Universidad Católica del Norte, Chile.
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