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Violencia en el pololeo: las relaciones tóxicas que se gestan desde temprana edad BRAGA

Violencia en el pololeo: las relaciones tóxicas que se gestan desde temprana edad

Las ideas preconcebidas sobre el amor romántico también constituyen un riesgo en esta etapa evolutiva, ya que este ideal arraigado en nuestra cultura patriarcal apunta a una relación desigual y jerárquica, permitiendo el ejercicio de la violencia como consecuencia lógica y natural de ese ideal de relación amorosa.


La violencia en el pololeo es una de las tantas formas de violencia de género: se trata de una relación cuya dinámica es catalogada como “tóxica” por el perfil del agresor nocivo, quien traslada su comportamiento en la inercia y dinámica de la relación, donde normaliza su reacción violenta y coercitiva frente a un mínimo evento. Este comportamiento responde a patrones fomentados por una sociedad machista, donde cosificar a la mujer propicia el aire de superioridad y convicción profunda de posesión. Esta es una realidad que, a pesar de ser un tema en boga, aún se percibe como una posibilidad natural dentro de ciertos hombres.

Y así lo demuestran las estadísticas. Según el Ministerio de Salud, en el primer semestre de 2019, 2.811 adolescentes fueron atendidos en la salud pública por violencia sexual y violencia en el pololeo,  lo cual implica un aumento del 64% en comparación a las cifras de igual periodo de 2018.

Entonces, cabe preguntarse ¿en qué etapa de la vida se es más vulnerable y/o se gestan más este tipo de relaciones y/o dinámicas?

Los especialistas señalan que las desigualdades que derivan de la relación de pareja, supuestamente ideal, se reproducen y aprenden en las relaciones juveniles tempranas, momento en que se asientan las bases respecto de lo que se espera del otro y de sí mismo en una relación afectiva. En este periodo se consolidan patrones respecto de las relaciones que pueden resultar violentas, y cronificarse en la vida adulta amorosa y afectiva, generando un impacto en la salud física y mental de quienes viven este tipo de maltratos.

Magdalena Schiavetti, psicóloga Clínica con enfoque género en adolescentes y niñas, explica cómo se manifiesta esta forma de violencia entre los más jóvenes y cuáles son las señales que deben poner en alerta a los padres. “Irritabilidad, autoestima disminuida, síntomas depresivos y ansiosos, conductas agresivas, consumo de sustancias como alcohol y drogas, baja capacidad de control sobre sus vidas, sensación de insatisfacción en la relación con otros» ejemplifica y agrega, “es fundamental tener una comunicación fluida con los hijas e hijos donde la confianza debe ser un pilar fundamental en el vínculo paterno/materno-filial, esto ayudará que ante el primer indicio de estar envueltos en un escenario como este, sean ellos los primeros en actuar para entregar la ayuda necesaria, y así poder frenar a tiempo este tipo de relación violenta”.

¿Cómo se genera la violencia en el pololeo?

Psicológica: Se expresa de diversas maneras relacionadas con la manipulación emocional, la humillación, las amenazas, los celos y el acoso. En este periodo lo que más se visualiza es el control, donde la pareja le dice con quién debe relacionarse y con quién no. En este tipo de agresión, los agresores manipulan y coartan la libertad de acción, y también la libertad mental, haciendo que la culpa y el miedo de las víctimas se apoderen de ellas. “Si esto no es detectado de forma temprana, es muy probable que sus consecuencias se perpetúen durante toda la vida, y que la víctima, tienda siempre a mantener este tipo de relaciones tóxicas”. Advierte la psicóloga.

Física: Son todas las agresiones que atentan contra el cuerpo de una persona, ya sea a través de golpes, lanzamiento de objetos, encierro, etc. El estudio “Violencia en los pololeos en adolescentes y jóvenes en Chile”, realizado el 2019 por la Fundación Instituto de la Mujer, evidenció que 1 de cada 10 jóvenes chilenos reveló que alguna pareja lo ha “cacheteado”, zamarreado o lanzado objetos.

Uno de los problemas más graves es que muchas víctimas deciden mantener en secreto los episodios de violencia. Magdalena Schiavetti indica cuáles serían las razones, “Lo hacen como una necesidad de proteger la propia imagen. En las mujeres se produce debido a la errada percepción de responsabilidad en las relaciones de abuso, ya que en general tienen una baja autoestima, tendiendo a minimizar los “incidentes” violentos por parte de su pareja y además, no cuentan con las herramientas para abandonar este tipo de relación. Hay un tipo de “esperanza” en ellas de que con el tiempo todo pasara”.

Sexual: Acto de coacción o amenaza hacia una persona con el objetivo de que lleve a cabo una determinada conducta sexualEn el caso de los jóvenes, lo que más se visualiza es presión por parte de la pareja para tener sexo. El decir “no” ya sea por convicciones religiosas, desinterés al respecto, o por el simple hecho de no querer ya es suficiente y se debe respetar. “Ser obligadas por sus parejas a tener cualquier tipo de acto sexual, sin consentimiento, constituye un abuso que va en desmedro de su autoestima, generando sentimientos de vergüenza y miedo”. Enfatiza la psicóloga.

Virtual: Magdalena Schiavetti apunta a que el acceso a las redes sociales, trae también la posibilidad de nuevas maneras de controlar y ejercer violencia hacia la pareja, incluso a la distancia. “Mensajes que deben ser respondidos a la brevedad, revisión autorizada o no de mensajerías, exigencia de claves personales, aplicaciones para seguir la ubicación del otro, solicitud de fotografías íntimas que luego pueden usarse para extorsionar, son nuevas formas de control y amenaza sobre la pareja en este periodo que plantean el desafío de ser claramente visibilizadas como violencias, para lograr prevenirlas y erradicarlas”. Argumenta la colaboradora de PsicologíaDeMujer.

Las ideas preconcebidas sobre el amor romántico también constituyen un riesgo en esta etapa evolutiva, ya que este ideal arraigado en nuestra cultura patriarcal apunta a una relación desigual y jerárquica, permitiendo el ejercicio de la violencia como consecuencia lógica y natural de ese ideal de relación amorosa. Esto lleva a que las personas que sufren violencia persistan en la relación con tal de mantenerla si se encuentra sostenida en esa idealización del amor, que se basa en la idea de que el amor todo lo puede y soporta.

En esta primera etapa de las relaciones de pareja la prevención puede jugar un rol dominante, ya que sienta las bases sobre las maneras en que las personas se vinculan amorosamente a lo largo de sus vidas, normalizando comportamientos violentos, algunos más abiertos y reconocidos, otros más sutiles. Todos son parte de un continuo que finaliza en violencia crónica, y que debemos desterrar de nuestra sociedad y cultura de forma imperiosa. De ahí que las intervenciones psicológicas deben iniciarse en la adolescencia, para romper ciclos de perpetuación de la violencia o de victimización, los que de otra manera pueden continuar en la edad adulta. No olvidemos que las mujeres tendemos a callar este tipo de agresiones, ya que muchas veces somos juzgadas por las personas, e incluso por nosotras mismas, al develar situaciones de violencia, atribuyéndose toda la responsabilidad de ellas. La sociedad tiene la obligación de proporcionar a los adolescentes los recursos, habilidades y el espacio necesario para su bienestar físico y emocional en sus relaciones, ya que esta es la única manera de detener la violencia en la pareja, no sólo en el pololeo, sino en todas las relaciones a lo largo de nuestras vidas.

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