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Mutilación genital femenina, una pandemia en la sombra BRAGA Créditos: Carlos de Saá/ Efe

Mutilación genital femenina, una pandemia en la sombra

Cada año millones de niñas se enfrentan al riesgo de ser mutiladas, una práctica social avalada por la costumbre y la tradición, que determina el papel de la mujer dentro de la comunidad y refleja unas desigualdades de género muy arraigadas.


El número exacto de niñas y mujeres víctimas de mutilación o ablación genital femenina (MGF) en el mundo sigue siendo desconocido. No obstante, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) estima que al menos 200 millones de niñas y mujeres, de entre 15 y 49 años, y de 31 países, han sido sometidas a esta práctica.

Cada año millones de niñas se enfrentan al riesgo de ser mutiladas, una práctica social avalada por la costumbre y la tradición, que determina el papel de la mujer dentro de la comunidad y refleja unas desigualdades de género muy arraigadas.

La MGF constituye una violación de los derechos del niño ya que, en la mayoría de los casos, se practica a niñas menores de edad, antes de que cumplan 15 años. Asimismo, viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometido a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en los que la mutilación acaba ocasionando la muerte.

En las últimas tres décadas se ha avanzado hacia su eliminación, pero no es universal ni suficientemente rápido.

Así, pese a que en algunos países la cifra se ha reducido considerablemente, en otros sigue siendo tan común como hace 30 años. Guinea y Somalia son dos de los países donde más del 90 % de las mujeres y las niñas son sometidas a alguna forma de mutilación o ablación genital.

En el mundo

La mayor parte de los casos documentados de ablación se concentran en unos 30 países de África, Oriente Medio y Asia meridional y persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, en Norte América, Australia y Nueva Zelanda.

Es una práctica de la que se habla poco en América Latina, pero que se sigue practicando, tal y como ha evidenciado el fallecimiento de varias niñas como consecuencia de la MGF.

Colombia es el único país que ha reconocido que la mutilación genital femenina aún se practica en algunas comunidades indígenas, pero UNFPA, en su informe Estado de la Población Mundial 2020, señaló que, pese a no haber muchos datos al respecto, en países como BrasilPerú y México también se practica, según encuestas locales y estudios a pequeña escala.

Esta costumbre también existe en Europa. Solo en España viven casi 70.000 mujeres procedentes de países donde se practica la mutilación genital femenina. De ellas, más de 15.000 son menores de 14 años y 3.600 de ellas están en riesgo de ser mutiladas, según el estudio «La Mutilación Genital Femenina en España» de 2019, elaborado por la Fundació Wassu-UAB y promovido por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.

Luisa Antolín, Responsable técnica del Programa de Prevención e Intervención ante la Mutilación Genital Femenina, de Unión de Asociaciones Familiares (Unaf), recordó que «la MGF es un fenómeno global, que no se circunscribe únicamente a los países africanos, sino que está presente en países de todo el mundo».

Este año, con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina, la asociación centra su atención en establecer protocolos de atención integral a las mujeres y niñas supervivientes de esta violencia de género, por las consecuencias que ésta tiene sobre la salud física, psicológica y social, así como en la salud sexual y reproductiva.

¿Vacaciones o mutilación?

Muchas niñas, pese a residir fuera de las zonas en las que se practica la ablación genital femenina, la sufren cuando van de vacaciones a sus países de origen.

Gonzalo Ballesteros, director del colegio público César Cabañas, en Recas, una pequeña localidad toledana, contó en una entrevista para Efe como Médicos del Mundo, hace unos años, se puso en contacto con él para decirle que un centenar de las alumnas de su colegio, procedentes de Mali de entre 3 y 12 años, estaban en riesgo de ser mutiladas si iban de vacaciones a sus países y era necesario actuar.

Se formó y sensibilizó al profesorado para saber como detectar a las menores en riesgo y activar el protocolo, que incluye una herramienta muy efectiva para evitar la ablación: un «compromiso preventivo«.

Es un documento que, tras una exploración del pediatra que comprueba que los genitales de la niña están en perfecto estado, firman los padres comprometiéndose a volver al médico tras el viaje para cerciorarse de que «que todo sigue bien». Además, se informa a los progenitores de todas las consecuencias sociosanitarias y se les recuerda que en España esa práctica está prohibida y se castiga con la cárcel.

También se organizaron charlas para las familia sobre educación, motivación, hábitos, salud… en las que se intenta crear un clima de confianza donde las madres -«que son las que suelen ir»- se sientan a gusto, ya que cuanta más información tienen las familias, más reacias son a mutilar a sus hijas por las consecuencias y los peligros que entraña.

Desafiando a su comunidad

Cada vez son más las mujeres que no están de acuerdo con esta práctica. Algunas, como Nice Nailantei Leng’ete (Noomayianat, 1990), considerada una de las personas más influyentes del mundo en 2018 según la revista TIME, incluso desafiaron las normas.

Para su comunidad es un rito del paso de la niñez a la edad adulta, es decir, lo que determina que estás preparada para casarte y, por lo tanto, debes abandonar el colegio y convertirte en esposa.

El día de su circuncisión llegó cuando tenía 7 años. Estaba planeada para ella, su hermana -dos años mayor- y sus tres primas. Tras darse una ducha fría, que se suponía que iba a actuar como anestesia, se escaparon a casa de su tía, donde una semana más tarde llegaron su tío y varios hombres que las golpearonamenazaron e hicieron prometer que no volverían a escapar. Pasado un tiempo volvieron a por ellas y le dijo a su hermana que debían de escapar las veces que hicieran falta, pero no logró convencerla y se fue ella sola.

Fue una profesora de quinto grado la que la animó a hablar con su abuelo. Le dijo que si intentaban practicarle la mutación genital femenina se escaparía y nunca volvería. Él habló con el resto de la familia.

Ahora trabaja junto a Amref Health África, donde ocupa el cargo de Embajadora Internacional contra la Mutilación Genital Femenina, para erradicar esta forma de violencia. Para ella, las claves del éxito son concienciar, dialogar y educar y la solución «tiene que venir de los miembros de la comunidad», según ha explicado en una entrevista a Efeminista.

Impacto del COVID-19

La mutilación genital femenina ha sido otro de los daños colaterales de la pandemia. Naciones Unidas estima que el número de niñas que sufren mutilación genital femenina podrían aumentar en dos millones en todo el mundo hasta 2030.

Amref Kenia realizó un estudio en las regiones de Samburu, Marsabit y Kajiado, en el que el 54,8 % de las personas encuestadas respondió que los casos de mutilación genital femenina habían aumentado desde el confinamiento.

Los motivos principales son el cierre de escuelas, la interrupción de programas de prevención de la mutilación genital femenina y de protección de la infancia, así como el empobrecimiento de los hogares y comunidades como consecuencia de las restricciones.

«La COVID-19 y todas las medidas para contener la pandemia que se han llevado a cabo limitan la atención a otras causas como es la salud sexual y reproductiva«, explicó a Efeminista la directora de la ONG Amref España, Silvia Frías.

Evitar la estigmatización

Hayat Traspas, activista de la organización «Save a Girl Save a Generation» insiste en la importancia de no juzgar a las culturas o creencias de las mujeres que han pasado por esta agresión y no generalizar, ya que la mutilación genital no es una costumbre que se practique en comunidades africanas, sino una violación de los derechos humanos que nada tiene que ver con creencias religiosas.

Por su parte, Asha Ismail, fundadora de «Save a Girl Save a Generation» ha reclamado a los medios sensibilidad a la hora de abordar la mutilación genital femenina.

Por eso, pide que no se usen imágenes de cuchillas, sangre o situaciones que recuerden la mutilación para ilustrar este tipo de noticias, porque se trata de una experiencia dura para las mujeres que han sobrevivido a esta práctica y que arrastran un trauma.

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