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Educación sexual ahora: «Todos se meten con tu hija» Yo opino Créditos: Foto de Thirdman en Pexels

Educación sexual ahora: «Todos se meten con tu hija»

Paulina Troncoso Espinoza
Por : Paulina Troncoso Espinoza Ginecóloga infanto-juvenil, profesora asociada Universidad de Chile y directora de Corporación Miles
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Un día de trabajo como tantos. Del hospital a la clínica. En el hospital, una adolescente de 14 años terminó inconsciente, intoxicada por alcohol y drogas, no recuerda qué pasó.

En la clínica, una mamá llora porque su hija de 16 años «la decepcionó al engancharse» en prácticas sexuales en internet. Después, otra mamá se entera en la consulta que su hijo abusó  de su hija. 

No pocas veces siento no solo el peso de la responsabilidad, sino también el pudor al tener que adentrarme en las partes más íntimas de las biografías de las personas que atiendo.  

A veces, como hoy, la realidad me confronta y muestra cómo los que más necesitan y debieran ser el centro de nuestra preocupación pasan a segundo o tercer plano. Muchas veces es mayor la vergüenza de la madre al saber que su hija se masturba en la web o el pánico que siente otra por lo que hará su marido cuando se entere que su hija fue abusada.

[cita tipo=»destaque»] Es difícil, aunque no debiera serlo, explicar que la adolescente es víctima y no culpable o delincuente, que existen redes preparadas profesionalmente en internet para abusar de niñas y adolescentes. [/cita]

Entonces, siento la frustración que, cada tanto tiempo, me desborda con rabia. Cómo nos hemos transformado que no somos capaces en nuestra humanidad de ver lo importante. ¿Por qué culpamos a una adolescente de 16 años que se exhibe y se masturba en internet?

Es difícil, aunque no debiera serlo, explicar que la adolescente es víctima y no culpable o delincuente, que existen redes preparadas profesionalmente en internet para abusar de niñas y adolescentes, que las redes sociales permiten detectar a quienes son más vulnerables para eso, para vulnerarlas. Esto es violencia sexual, la más encubierta, la que seduce y persevera hasta lograr lo impensado, como que una niña de 12 años se meta un palo de escoba para que el abusador siga siendo su amigo.  

También es difícil explicarle a la mamá que la masturbación femenina está bien, que es parte del espacio íntimo y privado y que es normal explorarse, sentir placer y no culpa. Pero la culpa que tiene la mamá casi la siente como si fuese una perversión, porque cuando ella era joven no se hablaba del tema, sino que se lo condenaba.  Igual que ahora. No se habla del tema en positivo, sino de los riesgos, se deja al mercado que regule la oferta de educación sexual, la que muchas veces recae en la oferta pornográfica que sí está disponible como modelo a seguir.  Es una paradoja que se obstruya una ley de educación sexual integral, porque “nadie se mete con mis hijos”, no queriendo ver que siempre hay una educación sexual que se busca y se encuentra.

La otra historia es la historia del abuso familiar, la madre que se entera que su hijo adolescente abusaba de su hermana pequeña. La madre que siente la culpa de no haber estado, la madre que recuerda que su propia madre fue abusada por su padre, la madre que se paraliza con todos estos miedos y no logra focalizar la atención en su hija- la víctima- que estaba esperando que algo pasara o alguien le “diera la pasada” para vomitar con asco lo que cuando niña creía que eran “juegos inventados por el hermano” y que con horror al crecer lo terminó de entender. Nadie está preparado para que las personas que queremos y en que confiamos abusen sexualmente de quienes amamos, tendríamos que vivir en la paranoia permanente, ¿desconfiando de todos?

Quizás lo más sano es enseñar desde la cuna, qué es lo privado, lo íntimo y  lo compartido, cuál es la distancia social – sexual permitida y dar espacios de confianza para expresar las dudas e inquietudes. Vuelvo a la necesidad de una educación sexual integral que no solo vaya dirigida a quienes asisten a las escuelas, sino a sus padres, a sus profesores, a sus cuidadores. Después de muchos años en contacto con niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, creo que debemos como sociedad prepararnos para evitarlo y enfrentarlo, poniendo al centro a quienes son los más vulnerables: los niños, niñas y adolescentes, para que logren resignificar lo que les ha pasado y salir adelante como personas adultas fortalecidas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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