Máximas como “querer es poder” o “no hay excusas” encarnan parte de la llamada cultura del fitness “tóxico”, desde la cual se reivindica a la alimentación y el entrenamiento como vías directas y exclusivas para conseguir un (anhelado) determinado tipo de cuerpo. A través de ella, se promueven prácticas y formas de entrenamiento perjudiciales física, mental y emocionalmente, que además desconocen las capacidades y diversidades corporales: una investigación pone a Instagram al centro.
La cibercultura y junto con ello, la velocidad que alcanzan las transformaciones de los medios y redes de comunicación masivos apenas dejan ver, en el corto plazo, las consecuencias que traen las tendencias que se posicionan desde allí. Y el cuerpo, como campo de lucha, no queda exento de ellas.
Interesadas en estudiar ese fenómeno, las investigadoras Valeria Radrigán y Tania Orellana trabajan desde 2015 en “Fitnessgonnafit: desmantelando la cultura del fitness en Instagram”, un proyecto Fondart Nacional de la Línea Investigación en Nuevos Medios.
Su primer estudio les permitió abordar temas como la cultura de la dieta, gordoodio y movimientos de reconocimiento de la diversidad cultural como el body positive, entre otros. En una segunda etapa pusieron al centro los modos de representación de las corporalidades en la “web 3.0” y particularmente lo que llaman “cultura fitness” en Instagram, primera red más masiva con predominancia visual.
“Una de las primeras cosas que llamó nuestra atención, es que, lo que vislumbramos en ese primer proyecto respecto de los media, ha alcanzado una potencia insospechada”, cuentan. La difusión del discurso médico y aquel asociado a la industria de la salud/belleza fueron los primeros que detectaron como agentes de “alto poder normativo y prescriptivo”, que inciden en el cómo entendemos y calificamos un cuerpo como “saludable”.
No es la “cultura fitness” en sí la que identifican como un problema, sino que el “fitness tóxico”. ¿En qué consiste?
Las académicas lo definen como un sistema de ejercicio físico y dietética, que puede estar ligado al ejercicio de distintas disciplinas corporales y deportivas que promueve la idea de un tipo de cuerpo exitoso, estimulando prácticas y formas de entrenamiento que pueden ser perjudiciales física, mental y emocionalmente.
“La toxicidad puede estar presente en hábitos que se fomentan, como dietas extremas -hipo e hipercalóricas-, abuso de sustancias y de suplementos alimenticios, régimen de ejercicio que no respeta las particularidades, la variabilidad y los límites de cada cuerpo”, detallan.
A su vez, el carácter tóxico está implícito en “juicios negativos respecto del propio cuerpo”, agregan, que puede ser visto como imperfecto, débil o insuficiente en relación al cuerpo que se promueve.
“El fitness tóxico lejos de contribuir al desarrollo de una conciencia corporal, implica frustración, fatiga, lesiones. Dentro de esta cultura, se instalan como tendencias, ideas ficticias, fabulosas o falsas que promueven parámetros corporales y normas de comportamientos que no respetan los cuerpos y que no son realistas respecto de la diversidad de los mismos”, subrayan.
Con frases como “querer es poder” o “no hay excusas”, las personas que emiten estos discursos construyen máximas que las investigadoras ven “súper arraigadas” en el inconsciente colectivo de quienes están inmersos en la cultura del fitness, que acaban “siendo dañinas” dada la promoción de lógicas idealizadas que no se condicen con las diferentes capacidades que tienen las diversas personas.
Si bien no es de su exclusiva atribución, las especialistas identifican a las y los “influencers” como principales interlocutores de este discurso, que vende al cuerpo como un producto, y al mismo tiempo vende productos (suplementos, libros de dietas, entre otros) en una poderosa estrategia de marketing de la cual muchas personas se hacen parte, pero no sólo genera adhesión sino que también resistencias en quienes buscan cuestionar la promoción de “patrones dominantes” de gestión de cuerpos.
Es que la amplitud de las y los usuarios de Instagram permite la vehiculización de ideas totalmente heterogéneas, donde las investigadoras identifican la circulación simultánea y excesiva de “hábitos, regímenes de entrenamiento y patrones de alimentación “tradicionales” o “reconocibles” de larga data” (como las dietas hipo o hipercalóricas y el consumo de suplementos) como sistemas alternativos (que van desde el ayurveda a la dieta keto, el ayuno intermitente, etc).
“El problema que nosotras detectamos respecto a esto, es la generación, por una parte, de una gigantesca confusión, y por otra, del uso de esa misma confusión como un insumo para la venta, presentándose servicios de forma dogmática, alarmista y usando recursos emocionales que aluden tanto a la idealización como a la representatividad”, plantea Radrigán.
¿Cómo se vende esta imagen? Con la exacerbación de personas de cuerpos “fuertes y tonificados” que exponen rutinas deportivas y alimenticias estrictas (muchas veces sobrepasando límites de lo humanamente posible) acompañadas de emociones positivas, y otros elementos.
“Frente al creciente protagonismo de la imagen- cuerpo en las redes sociales, el ostentar una corporalidad “exitosa” se transforma en un anhelo, una necesidad y un deber”, indica Orellana.
Esta imagen se asocia al que la académica llama “el binomio salud-belleza”, que actúa como equivalente de una idea de bienestar que se expresa en “un ser/mostrarse feliz, energética, productiva”, gracias a la aceptación de este régimen donde priman autos, como el autocontrol, la autogestión y otros, como una suerte de convicción de que el poder reside en el dominio propio y su contracara, todo lo indeseado.
En consecuencia, una forma de deconstruir el llamado “fitness tóxico” es precisamente pensar por fuera de esas imposiciones universales, es decir, reconocer en primer lugar que existen diversidades de personas y cuerpos, por tanto las necesidades alimenticias, las capacidades corporales y otros dependerán entonces de cada persona. Y la gestión de cada una de ellas no recae en simples decisiones individuales, sino que se configura y resulta de elementos propios de la sociedad, cultura, economía y otros elementos en los cuales está inserta.