El Mostrador Braga conversó con la directora ejecutiva de la organización Niñas Valientes, Carla Ljubetic; y la docente en Educación General Básica de la UDP, María Alicia Otaegui, quienes analizaron cómo los sesgos y estereotipos influyen en las oportunidades de las niñas en las aulas.
Las problemáticas en torno al género han sido una carta constante en materias de educación en el último tiempo. Temas como la educación no sexista o la posible implementación de la educación en afectividad y sexualidad integral (EASI) han estado presentes en los debates en torno al sistema educativo actual y lo que se busca a futuro para avanzar en la disminución de las brechas.
De acuerdo a la cartilla “Educación para la igualdad de Género 2015-2108” de la Unidad de Equidad de Género (UEG) del Ministerio de Educación, los espacios educativos cumplen un rol en la construcción de identidades y atributos diferenciados para hombres y mujeres, esto opera a través de estereotipos, sesgos y discriminaciones.
Estas devienen en desigualdades que se han expresado históricamente en los contenidos; en las relaciones entre docentes y estudiantes; en las prácticas y materiales pedagógicos; y en las actividades y los espacios de convivencia. Todo ello afecta la adquisición de conocimientos y la construcción de identidades y aspiraciones del futuro de las y los estudiantes.
Los sesgos de género en los estudios, que comienzan en la educación básica, pueden determinar la brecha laboral y salarial que sufren las mujeres. Ante esto, El Mostrador Braga conversó con la directora ejecutiva de la organización Niñas Valientes, Carla Ljubetic; y la Secretaria de Estudio de Pedagogía en Educación General Básica de la Universidad Diego Portales (UDP), María Alicia Otaegui, acerca de los sesgos presentes en la educación.
Ljubetic mencionó que “la segregación, la discriminación y las brechas de género tienen una base cultural que está principalmente alimentada por creencias limitantes que son los estereotipos de género”.
Por su parte, Otaegui señaló que “los sesgos están asociados a condicionantes de género socioculturales que están en la trayectoria por el sistema y estructura patriarcal en el que estamos insertas, esto generan estereotipos asociados a las categorías de género”.
“Las niñas dentro de su trayectoria sociocultural tienen ciertos roles en la casa que están planteados en la sociedad, como labores de cuidado o domésticas. Aquí también se suma el embarazo adolescente. Estas situaciones terminan por limitarlas”, manifestó Otaegui. Estos factores influyen en las tasas de deserción escolar y de alguna u otra manera, generan diferencias en las oportunidades que se les da en comparación a los niños.
“Entre los cuatro y los cinco años los estereotipos de género ya se han internalizado. Las niñas a los seis años ya se perciben como menos inteligentes que sus pares masculinos. Esto las aleja de diferentes áreas de conocimiento, sobre todo las matemáticas y las ciencias, y esto se traduce en una falta de autoconfianza en sus propias capacidades que las lleva a desistir de estas dimensiones del aprendizaje”, indicó Ljubetic. Esto produce una diferenciación en carreras que son percibidas como “masculinas” o “femeninas”.
Según el informe de la UEG, en el 2018 la Educación Media Técnico Profesional presentaba una menor participación de mujeres, quienes conformaban el 44,9% de la matrícula total del sector. En ella, era evidente la segregación por género según especialización: las mujeres predominaban en las áreas técnica (80%), Comercial (64%) y Artística (53%), mientras que los varones en las áreas Industrial (83%), Agrícola (66%) y Marítima (65%).
De acuerdo a Ljubetic, existen distintas dimensiones para analizar las brechas en el sistema educativo. Por un lado, está el nivel institucional, que se refiere a las brechas que se encuentran en términos de cómo se estructura, organiza y gestiona una institución educativa. Luego, está el nivel relacional, donde se encuentra todo lo que tiene que ver con convivencia escolar, el trato y la cultura educativa dentro de la comunidad.
Respecto al nivel relacional, Ljubetic y Otaegui hicieron referencia al estudio liderado por las investigadoras y urbanistas, Honorata Grzesikowska y Ewelina Jaskulska en dos escuelas de España, donde descubrieron que niños y niñas suelen comportarse distinto durante la hora del patio. Mientras los niños ocupan la parte central, las niñas son dejadas en la periferia.
“Esto demuestra que existe un uso del espacio diferenciado por género que genera discriminación”, apuntó la directora ejecutiva.
Por su parte, la docente sostuvo que “las escuelas, sobre todo el momento del recreo, es el ejemplo de lo que va a ser la sociedad en el futuro, es decir, que espacio tendrás en la sociedad”.
En tercer lugar, está el nivel curricular, que es cómo y qué se aborda en términos de contenido, por ejemplo, que tan representadas están las mujeres en términos de referentes, o cuan presentes están en la literatura que se lee o en las asignaturas que se enseñan.
En el nivel curricular también se encuentra la gestión de aula, es decir, la interacción que se da en la sala de clases. Según la directora ejecutiva de Niñas Valientes, “ahí se ha estudiado que existe una brecha importante respecto a las expectativas que tienen los equipos educativos de sus estudiantes y esto se traduce en que se les presenten desafíos más complejos a los niños que a las niñas”.
“Se ha estudiado también que a los estudiantes hombres se les da la palabra en mayor medida que a las niñas. Así vemos como en la interacción dentro del aula se reproducen sesgos y se producen brechas”, indicó.
Otaegui se refirió a estas situaciones como curriculum oculto, que “es lo que no dice, pero igual está enseñando”. Para ella, el hecho de que los docentes no les den la palabra a las niñas en, por ejemplo, clases de matemáticas o ciencias, hace que ellas no elijan carreras relacionadas, lo cual explica las cantidades de mujeres presentes en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
“Implícitamente, todos los mensajes que comunicamos tienen que ver con los estereotipos de género”, apuntó la docente.
“Hay varias acciones, pero lo principal tiene que ver con la educación no sexista”, sostuvo Otaegui. “Es necesario generar espacios de reflexión y análisis crítico (…) particularmente, con la formación docente, las universidades y las instituciones de educación superior son responsables de potenciar una perspectiva de género en las asignaturas”, agregó.
Para que el entorno educativo pueda generar estos espacios de reflexión “se necesitan equipos educativos sensibilizados y una formación docente con perspectiva de género” sostuvo Ljubetic. “Pero esto no puede descansar solo en las y los profesores. Necesitamos un marco normativo, políticas públicas, recursos, orientaciones y tiempo para que las instituciones educativas puedan implementar esta temática en su quehacer cotidiano”, añadió.
“Si los que formamos docentes no les estamos diciendo que tienen que analizar esto, van a llegar a su espacio educativo con niños y niñas y van a seguir fomentando esta desigualdad y generando brechas sustanciales entre hombres y mujeres”, señaló la docente de la UDP.
Por último, la directora ejecutiva de Niñas Valientes indicó que “necesitamos comprender que avanzar en una educación con enfoque de género nos permitirá disminuir los índices de violencia de género y sexual, los problemas de salud mental o de autoestima y potenciar trayectorias educativas libres de estereotipos”.