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Grínor Rojo: «La narrativa es lo que siempre cojea en nuestro país»

Aunque el prestigioso crítico valora la obra de Roberto Bolaño y celebra la última entrega de Jorge Edwards, asegura que la mejor literatura chilena está en la poesía, que más allá de la »kermeses nerudianas» continúa produciendo una significativa bibliografía que se resiste a la masificación.


Lejos, muy lejos del ámbito público, Grínor Rojo ha venido desorganizando y organizando intelectualmente al día las tendencias mundiales de la filosofía, la historia y la crítica literaria. Iniciado en el ámbito de la literatura, este académico de la Universidad de Chile, actualmente ha extendido sus estudios hasta la idea de nación en medio de la globalización. Nunca deja las letras en todo caso.

Sin destino y a poco cerrar el libro, Rojo esgrime apuntes para un artículo en torno a 2666 la póstuma mega novela de Roberto Bolaño. Antes acababa de terminar otro, alabando El inútil de la familia, el último libro de Jorge Edwards. Como contrapunto, en su estudio descansan listos los textos que dan forma a dos nuevos libros: Globalización, Identidades Nacionales y Post Nacionales y Clásicos Latinoamericanos: Una Relectura del Canon, este último a la espera de ser editado por el Fondo de la Cultura Económica en dos tomos, siglo IXX y XX. Por lo demás, es el director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

En su bibliografía se cuentan Dirán que está en la Gloria sobre la Mistral (1997), Poesía chilena del fin de la modernidad (1993), Postcolonialidad y nación (2003) y Diez tesis sobre la crítica (2001), un de los pocos libros en torno a la teoría literaria en Latinoamérica. Pero más que marcar un hito, el volumen es un riguroso recuento por las tendencias mundiales de la crítica: Rojo entra y sale del estructuralismo, los estudios culturales, la intertextualidad, el post estructuralismo, la lingüística y hace gala de una bibliografía envidiable y extenuante.

Sin embargo, la revista que pasa Rojo en Diez tesis sobre la crítica (2001), no tiene nada que ver con la situación pública de la crítica en Chile. No, Grínor Rojo habla desde la academia y lo tiene claro.

«Hay un nivel que yo llamo el de la crítica pública. Ese nivel funciona en el ámbito de los medios de comunicación masiva y se nutre de una literatura que además es compatible con esa crítica pública. Hay una cierta literatura, por las circunstancias históricas que estamos viviendo, que se hace para el público masivo. Pero hay otro nivel, que es el de una literatura que no está hecha para consumo masivo y una crítica que tampoco funciona así y que es distinta a la anterior. Y ahí hay una literatura, una narrativa, una poesía, que se está haciendo, que es sumamente significativa, pero que es de un acceso limitado. No es demasiada gente la que la conoce y puede disfrutar de este material», asegura.

Neruda, Mistral y mercado

– ¿A quiénes se está perdiendo el publico masivo?
– El primer ejemplo es el de la poesía. Parece que por su naturaleza misma se resiste a los procesos de mercatilización. Es un muy difícil convertir un libro de poemas en objeto de éxito mercantil. Más todavía cuando esa poesía es una poesía de profundidad y por lo tanto es una poesía de difícil acceso, desde el punto de vista lingüístico, de la significación. Y eso es algo que ocurre con la poesía. A veces la gente se queja de que los poetas son inaccesibles; bueno, yo creo que hay que entenderlo. No es lo mismo leer un periódico o un informe burocrático, que un libro de poemas. Un libro de poemas plantea exigencias al lector.

– El año pasado, con la conmemoración de los 100 años del natalicio de Pablo Neruda, y todas las celebraciones alrededor, justamente pareció que Neruda alcanzó su mayor «esplendor comercial».
– Lo que ocurrió ahí, mirado a la distancia es casi patético. Esencialmente consistió en que se pusieron en circulación dos miradas. Así como hablamos de dos niveles del funcionamiento del quehacer literario y crítico, el caso del año pasado es clarísimo que hubo dos niveles de funcionamiento. Hubo un Neruda de consumo masivo, el de las camisetas, de los banderines, de los jolgorios en el parque o de lo que fuere, y de las casas de Neruda, que están convertida en una especie de versión nerudiana de Disney World.
– Y en otro lado, hay un Neruda que se conoció en el Congreso que organizó la Universidad de Chile en el Salón de Honor, donde estuvieron presentes algunos de los mayores especialistas que existen en el mundo sobre Neruda y que profundizaron en nuevas posibilidades de lectura de un poeta que es un poeta inmenso. Un poeta que la gente cree que conoce, pero la gracia que tienen los clásicos es que siempre podemos obtener más de ellos. Hay ese Neruda del Congreso del Salón de Honor de la Universidad de Chile, que casi casi, francamente, no tuvo repercusión en los medios, fue enteramente recluido. Mientras que lo otro, los banderines y todo lo demás, estaba en los medios, estaba en todas partes.

– Este año se anuncia una suerte de celebración de los 45 años del Premio Nobel que recibió Gabriela Mistral, ¿crees que podría ocurrir algo similar con su figura a lo que pasó con Neruda?
– Uno puede presagiar confiadamente de que eso es lo que va a ocurrir con los 45 años del Nobel de Mistral. O sea, de hecho celebrar un premio Nobel ya es una siutiquería increíble sencillamente. Uno celebra una obra, pero no celebra un premio. Ya el punto de partida me parece profundamente sospechoso. Claro, lo que hay ahí, es otra cosa, lo hubo en el caso de Neruda y lo que está habiendo y lo que va a haber en el caso de Mistral, que es una utilización desde el aparato institucional de estas figuras.

La poesía no se detiene

– Independientemente de la utilización comercial o institucional de autores como Pablo Neruda, el año pasado la poesía joven tuvo una mayor llegada masiva, sin ir más lejos la antología de Raúl Zurita motivó una pequeña polémica literaria.
– Yo creo que hay una escritura poética importante en Chile. Más allá de estos grandes nombres en torno a los cuales se construyen estas grandes ferias. Más allá de esto, de las kermeses Neruda o de las kermeses Mistral, o lo que fuere, creo que hay una poesía que se está haciendo, que es una poesía que es probablemente lo más importante que se está haciendo en el ámbito literario. Hay poetas ya establecidos, de 50 años o algo por el estilo, como Elvira Hernández o Tomás Harris, que es un poeta de dimensión latinoamericana, más todavía, yo diría significativo ya en el ámbito de la lengua. Y luego, grupos de poetas que están entrando en esto; qué se yo, entre la gente que anda por los 30 años.

– ¿A quiénes destacas?
– Germán Carrasco es un poeta ya con una obra importante. Ahí tengo una carta de la Fundación Rockefeller que me está pidiendo que lo recomiende. Está Víctor Hugo Díaz. Y además está todo el grupo de lo que se ha llamado, con una denominación que me resulta un poco incómoda, poesía étnica; es decir todo el grupo de los poetas mapuches. Luego viene el grupo más joven del que se ocupó Zurita, un poco desordenadamente tal vez, en esta antología que acaba de publicar. Pero sobre lo cual (Francisco) Véjar ya había hecho algo. Ahí hay gente significativa también, está Andrés Adwater, Paula Ilabaca, Alejandra del Río… y son muchachos, de 23, 25 años. Hay un producción poética continuada de gente que está publicando libros y que son libros significativos y que están teniendo una circulación moderada. Lo que ocurre con la poesía es que la poesía se resiste a la masificación.

Amor y odio, Bolaño vs Chile

– Ahora, ¿qué pasa con la narrativa chilena? Parece innegable la importancia de la figura de Roberto Bolaño.
– Yo siento que la narrativa es lo que cojea, pero es lo que cojea siempre en este país. Grandes narradores en este país ha habido cuatro realmente. Uno en el siglo IXX, otro en la primera mitad del XX, otro en la segunda del XX y el cuarto a comienzos del siglo XXI. Ahora, la gran figura contemporáneamente, es Bolaño evidentemente. Roberto Bolaño es un gran escritor y fue un pérdida terrible. Es un escritor de lo que al contrario de lo que se suele decir y no obstante el hecho de que es un escritor que está operando en un universo globalizado -que por lo demás es el universo contemporáneo-, mantiene una vinculación muy fuerte con la historia, con la cultura, con la literatura chilena. Si uno lee a Bolaño, uno se da cuenta de dónde están esas raíces.

– Bolaño, en todo caso, es un autor que literariamente podría ubicarse dentro de lo que no está destinado para consumo masivo, pero es autor leído más allá de la academia o al menos conocido masivamente.
– Eso efectivamente puede suceder y en el caso suyo, sucedió. Pero recordaría que eso sucedió en los últimos años de la vida de Bolaño, porque él estuvo escribiendo y publicando unos 20 años antes de que obtuviera el reconocimiento que conocemos todos. Probablemente la pasada de Bolaño desde el circuito estrecho hasta el circuito amplio, por decirlo así, se produce con Los Detectives Salvajes. En ese momento, se produce la gran eclosión. Ahora yo acabo de escribir una cosa que se la acabo de entregar a Cedomil Goic para que apareciera en los Anales de la Universidad Católica, sobre Bolaño en Chile. Una cosa que yo leí en Francia y que justamente lo que busca es explorar estas raíces chilena, que para Bolaño como para casi todos los escritores importantes chilenos, son terriblemente conflictivas. Son una mezcla siempre de amor y odio, de nostalgia, de vinculación y también de bronca muy fuerte. Que es lo que pasaba con Mistral por ejemplo.

– ¿Y dónde están las raíces en Chile de Bolaño?
– La última novela de Bolaño, esta novela inmensa que se dispara en todas las direcciones, está el Bolaño globalizado de nuevo. El centro es una ciudad, que aparece como Santa Teresa, en realidad es Ciudad Juárez, que es esta ciudad donde han estado asesinando mujeres desde comienzos de los años 90. En 2666, no quiero adelantar un análisis crítico, pero es bastante obvio que esta ciudad de Santa Teresa es algo así como una alegoría de América Latina. Y las atrocidades que Bolaño percibe han ocurrido, ocurren y casi se podría pensar que seguirán ocurriendo, en América Latina. Ahora en la Parte de los Crímenes, las mayor parte de los cadáveres de las mujeres se encuentran en un baldío que está en el centro de la ciudad y que se llama Chile. Eso no es casualidad. Ahora si Santa Teresa es efectivamente la alegoría de la atrocidad en América Latina, que es la atrocidad mexicana, chilena, la atrocidad de América Latina en general y Bolaño lo ha dicho en todos los tonos y en numerosas ocasiones. Si esto es así, el que en el centro de esto, ese baldío se llame Chile es profundamente significativo.

Edwards en «plenos poderes»

– Pero más allá de la obra de Bolaño, ¿qué otros narradores chilenos están produciendo textos relevantes?
– Acabo de leer el libro de Jorge Edwards sobre Joaquín Edwards Bello y tuve un enorme placer. Es un libro que se lee extraordinariamente bien. Creo que podría ser el mejor libro de Edwards. Es un libro con un Edwards enteramente dueño de su oficio; un Edwards que ya no tiene contenciones de ninguna especie; que está enteramente en posesión del libro, hasta el punto de que en realidad no es Joaquín Edwards Bello sino que es Jorge Edwards. Este Jorge Edwards, como habría dicho Neruda, en posesión de sus «plenos poderes». Es una novela que lo que intenta amarrar es la primera mitad del siglo XX, con la segunda mitad del siglo XX chileno. Lo que está haciendo la novela es lo que los policías llaman careo, poniendo una mitad frente a la otra sobre la base de estos dos personajes. Es una novela potente y que constituye un excelente ejemplo, a lo que yo siento, es una novelística chilena muy escuálida. Una novela muy desvitalizada, buenos ejercicios de estilo, pero toc toc, uno golpea la puerta y al otro lado no hay nadie. Es como lo que decía Borges de Nabokov: era una estupenda fachada, pero uno abría la puerta y al otro lado no había nada.

– Ahora, si en Chile hay una narrativa pobre, ¿en el resto de Latinoamérica parece ser otra la situación?
– Lo que sucede en Latinoamérica es otra cosa. Cosas que está haciendo (Jorge) Volpi, que está haciendo (Edmundo) Paz Soldan, incluso Rodrigo Fresán que son narradores potentes. Que están funcionando en México, en Argentina y en algunos otros países -, dice Rojo y toma de la mesa de su estudio el libro Palabra de América, justamente encabezado por Bolaño y que prologa el recientemente fallecido Guillermo Cabrera Infante.

– Es una lástima. Aun cuando yo creo que Guillermo Cabrera Infante era un hombre que ya había hecho su obra y a estas alturas no estaba escribiendo nada de importancia. Por eso es interesante también lo de Jorge Edwards, un hombre que está a mediados de sus 70 años y que nos sale con esta novela de una frescura y vitalidad inmensa.

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