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Juan Carlos Altamirano: «El liderazgo de Televisión Nacional se perdió»

El ex ejecutivo de la red estatal -quien acaba de presentar el libro ¿TV or not TV?- asegura que el modelo de televisión pública debe ser revisado y modificado estructuralmente, si se quiere remontar en términos de calidad. Plantea que las nuevas tecnologías y las demandas que han surgido en los últimos años obligan a un debate legislativo y ciudadano sobre el tema.


Se le nota la hiperactividad hasta en la mirada. Sentado, no para de mover el pie enérgicamente, como para acompañar su aceleración mental. Enlaza unos temas con otros, y da la sensación de tener un perfecto mapa en su cabeza acerca de todos los temas que está recorriendo, como un experto topógrafo, en los terrenos del mundo audiovisual.



Después de 15 años de trabajar en la gerencia de programación de Televisión Nacional, no parece extraño que su manejo en la materia. De hecho, su reciente libro ¿TV or not TV? es, probablemente, el trabajo más completo que se haya hecho sobre la materia. Un proyecto ambicioso, como reconoce él, que le tomó más de ocho años, y que bastaría, por sí mismo, para cubrir el ramo de televisión que varias carreras audiovisuales deben cursar.



"Un trabajo holístico", explica él, sin dejar el pie quieto. Pero no sólo eso: además, por estos días está entusiasmado con el tema de la televisión digital, el surgimiento de las nuevas tecnologías al alcance de todos y la necesidad de legislar para que la televisión pública sea reestructurada. También está interesado en la configuración de un sistema de educación televisiva, que comprenda todas las materias curriculares de la enseñanza escolar. "Es muy diferente leer textos del Renacimiento con dos fotitos en blanco y negro, fuera de foco, que de repente te muestren un documental sobre Leonardo Da Vinci y su época", explica.



-El libro no se limita al debate institucional, o a los aspectos técnicos. Aborda, además, la historia, los lenguajes y hasta la ética de la televisión. ¿Por qué hacer un proyecto tan amplio?
-En un comienzo no fue mi intención, pero dada la pregunta que me planteo al comienzo, de por qué la televisión tiene tanta importancia y tanta influencia, al tratar de responderla, caí en todos estos temas. El tema del lenguaje audiovisual es clave, y no quise quedarme en lo obvio, así que tuve que meterme a fondo.



-Lo raro es que no quisiera ir acotando, sino sumando
-Sí. Es una visión un poco estructuralista, si lo miras desde el punto de vista académico. Hay que ver las diferencias instancias que intervienen en un hecho determinado. Eso te obliga a una mirada multidimensional, más holística.



-¿Trató, de alguna manera, de hacer una ‘obra total’ acerca de la televisión contemporánea en Chile?
-Resultó así, es una cosa de perfeccionismo. Probablemente muchos habrían visto todo lo que había que abordar y habrían dicho ‘no, ahí no me meto’. Yo no tenía ningún apuro, estuve ocho años en el tema, lo reflexioné mucho, y por eso terminó siendo un libro tan integral.



Educación por la tele



-Dentro de las reflexiones que hace acerca de la televisión, dice que es imposible que eduque -o reeduque a las personas en términos valóricos sobre todo. ¿Pero no es posible que en términos informativos eso suceda?
-La televisión siempre está educando de alguna manera; lo que pasa es que pedirle a la televisión abierta que cumpla con ese rol no es viable, no tiene sentido. La televisión educativa existe, y en Europa -Inglaterra particularmente- está muy desarrollada. Hoy, gracias a la tecnología, puedes tener diferentes canales, y nosotros como país deberíamos tener verdaderamente televisión educativa, y no como un nicho experimental, como lo ha hecho el Consejo Nacional de la Televisión, y que en los colegios los niños tengan acceso a estos contenidos, que pueden tratar sobre todo lo que enseña la malla curricular. Eso le iluminaría la mente a miles de niños que hoy sólo ven televisión abierta, con lo limitante que eso es. Una cosa no va contra la cosa: lo que pasa es que lo educativo no se ha desarrollado.



-El modelo de televisión pública que tenemos en Chile es una suerte de híbrido, obligado a autofinanciarse y que, además tiene una misión. Misión que, por lo demás, no necesariamente se cumple, dado el imperativo de auspicios que tiene.
-Efectivamente. En el año 90 se instauró un nuevo modelo, que llegó a ser extremadamente exitoso. La contribución de Televisión Nacional para instaurar valores democráticos como el pluralismo, la diversidad, los derechos humanos fue enorme, pero con la restricción de autofinanciarse y depender del mercado y las audiencias masivas. Eso está bien, pero dado que la sociedad ha cambiado, las demandas son cada vez más particulares, y un canal no las puede satisfacer. Hay que revisar el modelo y cambiarlo, porque ya hace rato pasó sus límites. Tiene que dar un salto, aprovechar las plataformas digitales, y tener otra señal, como lo resolvieron los canales públicos europeos, porque es imposible que un solo canal cubra el conjunto de demandas, y hay que segmentar. El gran tema es quién lo financia. A la clase política anualmente le bajan pataletas por la calidad de la televisión en Chile, pero mientras no legislen y estén dispuestos a subvencionar televisión educativa y otra señal para TVN, no tiene sentido. Si la gente no ve más que televisión abierta, evidentemente la limitación cultural es grande.



-¿En ese sentido, usted comparte la crítica de que la televisión abierta homogeniza la diversidad y no da cabida a las minorías?
-Sí, porque por definición se busca una audiencia masiva, amplia, que tiende a una homogenización. Pero pensar la televisión en esos términos es muy limitante, porque hay condiciones tecnológicas para hacer algo más, para que esa homogenización se rompa. Dado el precio de los equipos digitales, cada vez más gente va a poder realizar sus propios programas y ponerlos en la red. Eso va a tener un efecto grande: se disminuyen los costos, y ya no es una elite la que maneja y decide quién tiene acceso a qué.



-La televisión siempre tiene un componente ideológico. ¿Cree que la televisión pública chilena -TVN- se comporta de modo vanguardista, es un instrumento del sistema o es simplemente una empresa comercial?
-Creo que ha tenido períodos. Desde el 91 al 2001, fue un referente para otros medios, fue vanguardista. Abordó nuevos temas y formatos. Eso es una televisión con liderazgo, que tiene un faro que sirve como referente. El problema es que ese liderazgo se perdió, y hoy es más de lo mismo, no está la sensación de que "TVN la lleva". Eso plantea la necesidad de reestructurar el modelo, porque es muy difícil que el director ejecutivo de turno solucione todo; es un remezón más profundo, y obliga a plantearse el tema como país, y meterse la mano al bolsillo.



La reestructuración del modelo



-Después de la crisis que tuvo TVN el año pasado, los trabajadores tienen cierto optimismo con la llegada de Francisco Vidal. ¿Usted le tiene fe a este cambio o no?
-Uno siempre tiene fe, pero mientras no se vea una voluntad de revisar el modelo -que sí existe en algunos parlamentarios-, me siento escéptico. Por otro lado, me ilusiona el hecho de que sea otra generación la que está en el gobierno, que entienden el mundo de los medios de mejor manera, y lo que estamos conversando les hace mucho más sentido. Además, la economía de este país ya no es la de los años ’90, cuando pedir subvención al Estado era casi grosero, porque había otras urgencias, pero la situación ha cambiado. Y si el país no es capaz de financiar esto, que se olvide.

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