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Chileno filma documental sobre marginalidad y drogadicción en España

Hacer 6 años el documentalista chileno, Francisco Toledo llegó a España para nunca más volver. De inmediato se enredó con un interesante proyecto audiovisual, un documental basado en la historia de los habitantes de una de las poblaciones más peligrosas de Barcelona, "Cantunis". Sin embargo, Paco, como le llaman por esos lados, dice estar más seguro filmando allí que en la local población la Legua.


Santiago vive convulsionado por estos días tras la serie de desórdenes y cambios abruptos ocasionados por el nuevo plan de transporte público. Sin embargo, existen algunos santiaguinos que poco les importa aquello. Claro, porque cambiaron una gran ciudad por otra aún más grande en el viejo continente, sin Transantiago.



Es el caso de Francisco Toledo, un realizador audiovisual de larga trayectoria en Chile. Trabajó junto a Orlando Lübbert en "Taxi para tres", uno de los íconos del cine chileno contemporáneo. "Tierra del fuego" y el documentales "Los escolares se siguen amando", son algunos de sus otros trabajos, a los que se suma su reciente participación como productor en la nueva película de Andrés Waisbluth (Los Debutantes), "199 recetas para ser feliz", coproducción chileno-española que será estrenada este año.



Pero a pesar de estos trabajos, su currículo cuenta con un largo desempeño junto a José González Morandi, con quien dirigió el documental "Cantunis", cuya realización duró dos años, tiempo que hoy da sus frutos para este chileno radicado en España.



Éxito gracias a la marginalidad



"Cantunis es un barrio que está muy cerca del centro de Barcelona, a unos tres kilómetros, unidos por una autopista que en menos de dos minutos, te traslada a ambos sectores", cuenta Toledo sobre su aventura en esta población, una de las más conflictivas de esa ciudad española.



Cantunis es un barrio marginal, una lacra oculta en medio de la moderna y turística Barcelona post-olimpiadas (1992). "Cuando se realizaron las olimpiadas, toda la ciudad fue sometida a un proceso de embellecimiento y en ese marco los "yonqui" (toxicómanos que consumen heroína y cocaína vía intravenosa), fueron erradicados hasta este sector periférico, con el fin de esconderlos, llevando a la droga a esta comunidad", cuanta el realizador.



Los "yonqui" (término acuñado por el escritor estadounidense William Burroughs en la década de los sesenta para catalogar a sus adictos personajes y a sí mismo como un heroinómano declarado), se unieron junto a familias de gitanos y otras personas desposeídas, aumentando la población de Cantunis, establecida en 1977 en pleno período de transición post dictadura franquista.



Hoy dicha comunidad corrompida por la droga y flagelada por la pobreza, ya no existe tras la expansión del puerto de Barcelona, antiguo propietario de los terrenos, dejando como único testigo de sus últimos años de existencia a este premiado trabajo audiovisual, según cuenta desde Barcelona Francisco "Paco" Toledo, en entrevista con El Mostrador.cl.



"Estrenamos el documental aquí en Barcelona el pasado 3 de febrero con más de 800 personas, de las cuales la mitad quedó afuera. Ahora nos trasladaremos a Punto de Vista, un festival de documentales muy importante en Pamplona. Estaremos en el Festival de cine de Málaga y luego nos vamos con la película a Buenos Aires en abril, viaje que aprovecharemos para realizar un estreno en Chile en un lugar y fecha que aún debemos determinar», cuenta el director.



-De alguna manera, ¿Cantunis se parece, por ejemplo, a La Legua, una población estigmatizada por la droga y la pobreza en medio de una gran ciudad?
-Lo que ocurre es que el "yonqui" en Barcelona, como personaje, está mucho más presente en la vida de la ciudad. Esta gente consume heroína y cocaína, la mayoría mezclando ambas sustancias y son como zombis que andan por las calles pidiendo dinero. En cambio en Santiago, es en los ghettos donde están los toxicómanos marginales consumiendo pasta base.



-En ese sentido, son lugares parecidos…
-Acá en España este barrio es considerado lo peor. Pero yo no iría con una cámara a filmar a La Legua, por ejemplo (cuenta soltando una carcajada).



-¿Tan mala es considerada La Legua?
-O sea, dentro de todo, estamos en un mundo mucho más humano o civilizado entre comillas. En La Legua, la locura es demasiada por el consumo de cocaína y pasta base. Por ejemplo, los yonquis son personajes que no son agresivos, son gente que está muy disminuida. Ahora, si yo fuera con un contacto a La legua y convenciera a la gente de hacer un documental, cualquier día llega un loco bajo los efectos de la pasta base y me mete un balazo. En ese sentido, yo me siento mucho más seguro en Cantunis que en La Legua.



-¿En ese sentido, las poblaciones populares latinoamericanas siguen siendo más peligrosas que las europeas?
-Imagínate llegar a una favela en Brasil a rodar un documental como éste. Se hizo sólo con "Ciudad de Dios", y tuvieron que negociar con el jefe máximo de la mafia y a éste la policía lo pilló en el estreno de la película (cuenta entre risas). En ese sentido, la producción fue superior, porque muchas veces nosotros íbamos sólo con una cámara y no más de tres personas.



Protagonistas de la segregación



Una de las principales necesidades de Paco Toledo era conocer a los pobladores de Cantunis, empaparse de su realidad, sus problemas cotidianos, sus conflictos económicos y cómo la droga se trasformó en pocos años en la principal fuente de ingresos de más de 50 hogares. «Empezamos a conocer a toda la gente y de inmediato empezaron a salir los protagonistas», cuenta al teléfono.



-¿Qué estilo de cine es el que abordan en este documental?
-Nosotros estábamos haciendo cine directo. No poníamos a nadie en escena y casi nunca hacíamos una entrevista formal. Si surgía un diálogo se grababa, no se preparaba ninguna situación, sólo registrábamos lo que iba sucediendo.



-¿Quién finalmente se convirtió en el protagonistas de la película?
-Conocimos a un padre de familia. Tenía 9 hijos. Su mujer estaba en la cárcel y empezamos a descubrir que uno de sus hijos podría ser el protagonista. Era un chico que tenía 12 años cuando lo conocimos, su madre era reo desde que él tenía 6, su padre y un cuñado de él eran adictos. En conclusión, su familia era la que tenía la mayor crisis en todo el barrio.



-¿Se trataba de una familia de gitanos?
-Sí, y eso hacía aún más caótica la situación, porque vivían bajo las normas gitanas, donde toda la familia vive en una misma casa, entonces vivía el abuelo con sus hijos, los nietos, gente que deambulaba como primos y parientes lejanos. Era una casa donde había 8 camas y vivían 20 personas, a pesar de que eran casas mucho más grandes que las de cualquier población en Chile.



-¿Cómo fue recibido el documental en España?
-Bueno, como dice acá la gente flipió, o sea, quedó alucinando con el nivel de confianza de la gente con nosotros. Estamos en el baño con ellos, en las fiestas, la cámara se vuelve invisible y eso le da al documental una riqueza increíble.



Dicha población se disolvió, producto de las obras para aumentar el espacio terrestre del puerto de Barcelona. ¿Han seguido los pasos de estas familias?
-Sí, fueron dispersados por distintos barrios, la mayoría del extra radio de Barcelona. Ciudades periféricas de la ciudad, la mayoría muy antiguas y de estructuras antiguas. Otros volvieron al centro de la ciudad y la mayoría se fue a un barrio muy cerca de Cantuni, que se llama la Zona Franca.



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