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El cine chileno de ficción, la última conquista de Milton Friedman Análisis recogido de “Intimidades desencantadas. La poética cinematográfica del dos mil”, libro de Carlos Saavedra recientemente publicado

El cine chileno de ficción, la última conquista de Milton Friedman

La publicación contiene una crítica bastante ácida del “novísimo cine chileno” que cultivan los nuevos realizadores chilenos, los mismos que han dado la mayor cantidad de galardones a la pequeña industria nacional en los últimos años. A juzgar por el estudio del académico e investigador, la narrativa del cine de ficción parece reconstruir muy bien el mundo que tanto soñaba el mentor de los “Chicago boys”.


Si usted es un realizador que vive a palos con águila y pretende rodar una película exitosa, recoger laureles en un prestigiado festival internacional o acceder a los fondos públicos disponibles, entonces saque lápiz y papel: apueste por una estética íntima y mínima, así como por una historia que cuente con una buena dosis de lloriqueo existencialista, desprovista de contexto social y carente de todo anclaje histórico. Los personajes deben ser siempre unos tipos solitarios pero -y ojo aquí- deben lucir con todas sus necesidades materiales más o menos resueltas.

Película Play de Alicia Scherson

Película Play de Alicia Scherson

“Así está la narrativa que predomina en las películas de ficción chilenas. Éste es el cine de la subjetividad, de la melancolía, el cine de la soledad y la insatisfacción personal. Es un cine desconectado de la realidad social y al parecer es lo que quiere la industria”, dice Carlos Saavedra, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, autor de “Intimidades desencantadas. La poética cinematográfica del dos mil” (Editorial Cuarto Propio), reciente publicación que plantea un provocativo análisis sobre la narrativa y la estética de lo que Ascanio Cavallo bautizó como “el novísimo cine chileno”.

El ensayo pone su lupa en siete exitosas películas del cine nacional realizadas en los albores del siglo XXI: «Se Arrienda», de Alberto Fuguet; «La Buena Vida», de Andrés Wood; «En la Cama» y «La Vida de los Peces», de Matías Bize; «Navidad», de Sebastián Lelio; «El Cielo, la Tierra, la Lluvia», de José Luis Torres; y «Play», de Alicia Scherson. Ninguna de ellas se alcanza a salvar de su picota.

“No digo que estas películas sean malas. Algunas pueden ser entretenidas. En Chile tenemos más de ochenta películas al año, todas muy diversas, pero éstas reciben más dinero de fondos públicos y cuentan con plataformas internacionales para una difusión masiva”, agrega. “El tratamiento de la intimidad siempre existió en el cine chileno. Siempre. Pero esa intimidad se trabajaba en el marco de otra preocupación central y objetiva que, de seguro, también compartían los otros personajes. No era la intimidad por la intimidad”, agrega.

Este último punto asoma con fuerza en su trabajo al sostener que el cine de la globalización apunta a los espacios entre cuatro paredes, y ahí no hay lugar para grandes épicas sociales como fue en los 60 o 70, años en que el celuloide podía mutar en flamígeros panfletos al servicio de un proyecto colectivo de cambio.

libro

“Tampoco esto significa que debamos tener sólo un cine como el que magistralmente hacía Helvio Soto en esa época. Tampoco creo que el cine sólo deba cuestionar, pues sería irse al otro extremo. Pero hoy ocurre que esos temas parecen relegados al documental,  que es donde se hacen esas preguntas que nos inquietan a todos. En la ficción no. El cine de ficción en Chile se desconecta de todo”, agrega, destacando que esa inclinación por el individualismo calza muy bien con la ortodoxia “neoliberal” y los preceptos del gurú del experimento económico chileno, Milton Fiedman: “Este cine refleja muy bien esa lógica de nuestro tiempo. Es muy llamativo el aislamiento de los personajes que aparecen. Es un mundo muy individualista y nihilista”,

Esos extraños personajes

Saavedra recuerda una escena que ilustra muy bien la narrativa cinematográfica en boga. “En ‘Se Arrienda’, de Fuguet, vemos a un protagonista que es un músico -aunque en la película sólo al final viene a quedar claro cuál es el instrumento que toca- que vuelve después de estar harto tiempo en Alemania y no tiene más remedio que trabajar en la empresa del papá, una corredora muy exitosa… Pues bien, resulta que ésa sería la ‘gran tragedia’ que podría explicar su tormento personal”, ironiza Saavedra, recordando al ejército de chilenos que perciben una renta inferior a los 300 mil pesos.

Otro tanto pasa en “Play”, de Alicia Scherson. “El personaje Tristán trabaja en una construcción y un obrero le cuenta que fracasó la huelga, que los patrones les han torcido el brazo. Y Tristán le responde relatándole un sueño absurdo que tuvo la noche anterior. No hay ninguna empatía con el otro. En este cine ni siquiera importa mucho el lugar donde se desarrolla la historia. ‘En la Cama’, de Matías Bize, pudo pasar en Santiago, en Viña, en Buenos Aires, en una ciudad europea”, añade.

Este enfoque fue muy comentado en la última IX Bienal Iberoamericana de la Comunicación organizada por la Universidad de Chile. El profesor de Artes de esta casa de estudios, Sergio Rojas (quien prefiere excluir de la nómina a “La Buena Vida”, de Andrés Wood), advierte que este tipo de cine tampoco es autobiográfico. “Cuando se prescinde de un contexto social, entonces desaparece la necesidad de un relato autobiográfico. Para qué, si a nadie le importa. En suma, hablamos de un cine que en su silencio vacío se cree muy profundo”, opinión concordante con la de Udo Jacobsen, académico de la Universidad de Valparaíso, quien cree que estos jóvenes realizadores “plantean un callejón sin salida al no poder innovar ad infinitum. Entonces les sobreviene una crisis de subjetividad que los lleva a aislarse del mundo”.

Película "Se arrienda" deAlberto Fuguet

Película «Se arrienda» de
Alberto Fuguet

Todos parecen convenir en que la socorrida fórmula del cine chileno cede a las necesidades de la demanda, y que -al igual como ocurre en todas partes- se ajusta a las características de un público que opta por refugiarse en su fuero interno ante las incertidumbres que ofrece el entorno. El espectador pretende identificarse con sus personajes,  reconocer en ellos algunas de sus características, buscar similitudes para no sentirse tan fuera de foco… “Necesita mirarse, observarse a sí mismo. El espectador quiere ser reconocido en su individualidad. Desea salir del anonimato y se exhibe. Es un fenómeno contemporáneo que se hizo más fuerte con internet, que en el fondo viene a ser la plataforma ideal para convertir una historia mínima en espectáculo”, agrega Saavedra.

En este análisis ni siquiera se salva “Gloria”, la última película de Sebastián Lelio, donde la actriz Paulina García obtuvo el Oso de Plata en la última Berlinale. Y dice: “Está en clave de comedia pero es lo mismo: el diseño de personaje, la intimidad de Gloria siempre presente… Un personaje medio abandonado, que de pronto quiere vivir y experimenta nuevas cosas, y entonces la protagonista se pone simpática, haciendo todas las chorezas que destacaría una revista femenina de papel couché. A menudo se le ve en soledad de su habitación, desnuda en la cama, con un gato…  y fíjate que hay un tipo esquizofrénico en el edificio y que no le deja dormir. Y lo único que le preocupa y le irrita a Gloria es que esa persona no la deja dormir”.

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