Preapocalipsis es el libro que reúne la instalación homónima del cineasta y pintor Rodrigo Goncalves, realizada en el MAC en 2010, una intervención que mezcla cine, pintura y los textos de Uribe. Para el lanzamiento de esta publicación, que trae un DVD del filme, se proyectará la película. En ésta asistimos al viaje de una carroza por Santiago con el ataúd de Uribe. Estando éste en el Purgatorio, Uribe se topa con Edwards, Kissinger y Pinochet y les recrimina su actuar. En este artículo el poeta dispara contra estos tres personajes, que según él «encarnan el mal».
Armando Uribe ha muerto. Dentro de un ataúd, el cuerpo del poeta es cargado por una carroza negra que emprende un recorrido fúnebre por distintos hitos arquitectónicos, históricos y políticos de la ciudad de Santiago: la Catedral, el antiguo Congreso, la Moneda, Sanhattan hasta llegar al Cementerio General.
Pero, en cada uno de estos puntos, cual vampiro a medianoche, el poeta se levanta de su ataúd y comienza hablar de la historia propia de cada uno de estos lugares y su relación con la historia de Chile, de su simbolismo, de su significado político. Es el último paseo del poeta antes de ser enterrado y pretende entregarnos la visión que se formó del mundo en el tiempo que le tocó pasar por la Tierra, nos explica Rodrigo Goncalves, socio de Uribe en esta delirante aventura creativa.
¿Pero de qué se trata todo esto? Lo anterior es la trama de una película de 47 minutos de Goncalves (director del programa de televisión “Off The Record”) que estrenó en 2009 en conjunto con una muestra de 12 pinturas del propio Goncalves en el MAC, donde se proyectaba sobre una pantalla el relato o los discursos poético-políticos del poeta Armando Uribe. Esto además se acompañaba de una instalación “con Uribe con la mitad del cuerpo afuera del ataúd” explica el director.
La historia dice que Goncalves conoció a Uribe hace más de quince años mientras lo entrevistaba para su programa “Off the Record”. Ahí trabaron amistad entre ambos creadores. Con el tiempo Goncalves comenzó a elaborar la delirante idea de matar al poeta para registrar en una película el recorrido de sus restos hacia el cementerio y un poco más allá. Uribe, siempre obsesionado con la muerte, aceptó la propuesta y entró en su muerte ficticia.
En la catedral “el poeta se levanta de su ataúd y habla de la resurrección de la carne y los dogmas de la iglesia” explica Goncalvez, mientras hace esto “se acompaña de múltiples imágenes que universalizan el discurso de Uribe; esta misma situación se repite frente al antiguo Congreso, donde el poeta nos cuenta y explica cómo era esta institución antes del Golpe, la calidad que tenían los políticos hasta que Pinochet cierra el Congreso, apoyado con imágenes de archivo”.
Según el director, en la Moneda Uribe cuenta sobre el rol de este edificio, se refiere a Diego Portales y habla del acto heroico de Salvador Allende. En Sanhattan le cuesta entender estas contsrucciones y discursea sobre “el sistema neoliberal que domina a Chile y al mundo entero». «Por primera vez un solo sistema domina el planeta” dice Goncalvez, todo lo anterior acompañado de imágenes diversas de otros países a nivel planetario.
Es cuando la carroza llega al Cementerio General que Uribe se halla en el purgatorio y relata su encuentro con Kissinger y lo encara por sus actos en Chile y Vietnam; también increpa a Edwards por su rol en el golpe de Estado y su papel en la prensa; y finalmente está su encuentro con Pinochet, a quien le exige cuentas, explica el director. Al final termina Uribe preguntándose si está vivo o no.
Es en Filsa que la editorial J.C. Sáez lanzará el libro que reúne en una sola publicación el PRE-APOCALIPSIS, la instalación que realizó en 2010 el cineasta y pintor chileno Rodrigo Goncalves en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), una intervención de cine, pintura y texto que hasta el momento nunca estuvo conjunta en una sola publicación. Para la ocasión se proyectará la película. El libro, que imagina el funeral del poeta, contiene fotos de las pinturas y trae además una copia del DVD del filme.
El título del libro y de la instalación, comenta Goncalvez, surgió por el año 2005 en sus múltiples conversaciones con Uribe. Él le planteó la idea y el poeta le puso el título. Según Uribe lo que más le gustó de la proposición del director-pintor fue lo no intelectual de la idea. Define el experimento cinematográfico como una “aventura que consistía en improvisar que se volvió en una película” dice el vate. “Fueron palabras dichas en forma espontánea; los textos tienen algo de ese mismo carácter”, comenta Uribe.
Pre-Apocalipsis es una obra de conjunto que se emparenta con “Apocalipsis Apócrifo”, libro que lanzó Uribe en 2006 y en el que imagina su presencia en el más allá. Comenta que es un libro del cual no se recuerda bien. “En ese libro…. el que habla, el que cree que está hablando está muerto y te mete entonces, a través de la muerte, a través de túneles, laberintos … en el mundo de los muertos y ahí, por lo demás, si recuerdo bien, creo que me encuentro tanto con Pinochet como con Agustín Edwards, y creo que también aparece Kissinger”.
Cuenta que conoció a Kissinger cuando estuvo en Washington en la embajada de Chile. Por ese entonces era embajador Domingo Santa María y ministro de RR.EE., Gabriel Valdés. Afirma que antes de estar en la embajada, era conocedor intelectual de Kissinger y había leído todos sus libros.
“Le tengo muy mala leche porque creo que fue responsable primordial de lo que ocurrió en Chile con la intervención norteamericana hasta el golpe de Estado y luego también después” dice con un tono asqueado. Reconoce en él su capacidad intelectual, pero “me es no sólo antipático, sino repulsivo” concluye el poeta.
Sobre esta trinidad maldita (Kissinger, Edwards y Pinochet) los llama individuos porque ya ni siquiera quiere tratarlos como personas. “Para mí son figuras, siluetas, repulsivas, por no decir repugantes, por no decir re no sé qué; lo peor que se pueda agregar al prefijo re… son reos morales, de crímenes contra la moral de la humanidad”.
“Son individuos apocalípticos de los tiempos, y de los tiempos más peligrosos, de los tiempos en los que el bien y el mal luchan. Se los representa como personajes que encarnan el mal y su imagen es que éstos “tratan de sacar la cabeza en la medida en que la tengan pero no se ven sino sus grandes pies o patas”.
A Uribe le parece que las declaraciones de Agustín Edwards Eastman sobre la publicación del tristemente célebre titular de La Segunda (“Exterminados como ratones”) son absolutamente falsas, tal cual el famoso letrero en la Universidad Católica contra el diario de Edwards en 1967: “El Mercurio miente”. “Creo que debería haber permanentemente un letrero en alguna parte diciendo: ‘Agustín Edwards Eastmann miente’. Es un mentiroso…”
“Puede ser que no recibió ni un dólar en su mano, claro, pero su periódico por cierto que sí, y estoy hablando de altas cantidades en millones de dólares dados por servicios de inteligencia norteamericano a su diario El Mercurio y a los bolsillos respectivos durante el período del Sr. Allende”.
La insistencia sobre estos personajes en su obra y sobre el imaginarse el más allá y el tema de la muerte la explica de manera graciosa. “Hay una palabra más adecuada. Eso se llama majadería. Creo honestamente que soy un majadero en estas cosas, pero casi le diría que me jacto de majadería en estas cosas porque pueden servir de demostración a que en realidad las siento personales y fundamentales para mí”.
Uribe es categórico a la hora de enjuiciar su propia obra. Dice no tener la menor idea ni tener la menor confianza sobre la trascendencia de sus múltiples libros. Descarta la vanidad literaria y afirma que esa vanidad más bien se refleja en cosas personales o fantasías. “Probablemente me engaño y la tengo (pero) no me siento comprometido como si fuera maestro o maestra con ninguna de las cosas que he escrito”.
“A mí no me gusta nada volver a ver libros publicados con textos míos porque en la corrección de pruebas se produce un tedio respecto de lo que uno ha escrito al punto de que yo, refiriéndome a textos de versos cuando los he leído, para revisar justamente las pruebas antes que aparezca el libro… se me produce un tedio tal que no quiero volverlo a abrir nunca más y trato de ni siquiera acordarme” sostiene Uribe.
Curiosamente afirma que escribir no le produce ningún placer sino que le resulta un desahogo. “Por lo tanto, no quiero volverlos a vivir porque uno se desahoga cuando se está ahogando y no quiero repetir la experiencia del ahogo para liberarse que lleva el escribir”. En esto reflexiona que “si no le produce placer al autor, menos placer le va a producir al lector ajeno”.
Comenta que desde pequeño sufre de aburrimiento crónico, por lo que cuando escribe lo hace para tratar de desaburrirse. Y de paso agrega algo así como que libro publicado, libro olvidado. “Pero en esa empresa psicológica, significativa, está presente el tedio y eso es lo que no quiero revivir volviéndolo a abrir y a releerlo; de modo que cuando está publicado lo doy por despachado y olvidado”.
En este capítulo de su vida Uribe no se mueve de su departamento y se declara enclaustrado y yacente sobre la cama. Afirma que espera que la muerte pronto lo encuentre.
“Es muy antiguo y arcaico creer que el tiempo de vida de los seres humanos en el curso del siglo son tiempos últimos. Uno tiene la tendencia a creer, mientras uno vive y sabiendo que va a morir, que uno está en los últimos tiempos, y efectivamente en un sentido preciso uno está, mientras está vivo, en los tiempos últimos de su propia vida y por lo tanto en ese sentido es más o menos natural, no artificial, el que uno sienta que está en tiempos preapocalípticos”, afirma a propósito del título del libro y del momento que vive actualmente.
“Cuando uno muere, la verdad es que uno se transforma en un contemporáneo de todos los muertos de todas las épocas porque no hay tiempo… y por tanto cuando uno muere se es contemporáneo de Julio César…”
Al final de esta conversación, Uribe olvida el porqué de ésta. Pero le explico y él se lo toma con un humor notable. Con esto, dice, “le ilustro que con la edad senil que tengo, estoy con todos los signos correspondientes, con lo cual me alegro porque son nuevas experiencias. También cuando uno experimenta carencias, faltas, fallas, errores, malentendidos, uno también está experimentando cosas nuevas, vitales. De modo que en esta etapa senil yo me alegro de ir aprendiendo cómo ser viejo de veras».
Y advierte: “Se lo digo en serio: para todos los que llegamos a ser viejos es una nueva experiencia. Llegamos viejos en todo salvo en la novedad de ser viejos”.