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«El zen surado», el libro erótico prohibido en Chile por más de 40 años La obra de Cecilia Vicuña circuló alguna vez de mano en mano hasta que este año fue publicada por Catalonia

«El zen surado», el libro erótico prohibido en Chile por más de 40 años

El texto fue escrito por la poeta a sus veintitantos años. No lo quiso publicar Quimantú, Ediciones de la Universidad Católica de Valparaíso estuvo a punto de publicarlo, pero el rector lo rechazó. Ocurrido el Golpe, sus originales fueron lanzados al mar. Su autora lo dedica al movimiento estudiantil, especialmente a «las estudiantes que marchan desnudas o vestidas por la justicia». En Estados Unidos, el libro recibió el premio Pen American (el Oscar de los libros) a la mejor traducción al inglés.


Es el primer libro que escribió Cecilia Vicuña -poeta, artista, cineasta, precursora del conceptualismo en Latinoamérica y referente de la poesía experimental y de la peroformance-, cuando era una veinteañera, pero paradójicamente éste, su libro más antiguo, es el más nuevo. Acaba de ser publicado este año por editorial Catalonia, y recién lanzado en Filsa, después de permanecer inédito por más de 40 años. Pero no se trata de una historia de omisión sino derechamente de una historia de censura que comienza previa al Golpe de 1973.

Aunque esta historia parece repetirse hoy, siglo XXI, año 2013, denunciada por su propia autora, cuando en una nota de prensa de El Mercurio sobre su nuevo-viejo texto, El zen surado, se omitió una palabra crucial en la declaración de la poeta. Según ella se le preguntó (por e-mail) «¿Qué siente con la publicación de El zen surado?» A lo que ella respondió: “Siento una gratitud inmensa porque el espíritu que alentaba en la niña ha vuelto a Chile en el cuerpo de los jóvenes que marchan desnudos por la justicia…” Por pudor, claro está, El Mercurio quitó la palabra “desnudos”…

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Cecilia Vicuña
Foto: Javier Liaño

Más allá de esta situación puntual, llama la atención la alteración del trasfondo de la historia del libro al señalarse en la nota que los originales de la obra simplemente “se perdieron” («en vez de haber sido censurado» dice la autora) en las oficinas de Ediciones Universitarias de la Universidad Católica de Valparaíso, “antes o después del golpe de 1973”, y que la autora “guardó hasta hoy” (siendo que fueron reencontrados).

Pero fuera de esta minucia contingente, la historia de El zen surado se remite al año 1972, cuando una joven y atrevida Cecilia Vicuña se presenta en minifalda ante el poeta Alfonso Alcalde y le entrega un fajo de cien poemas eróticos para su publicación en la Editorial Quimantú. Si bien Quimantú era para todos, como rezaba su lema, no se publicaban poetas chilenos, salvo Neruda o la Mistral.

Alcalde, intrigado por esta desconocida veinteañera, prometió leerlo. Tras la lectura se entusiasmó mucho con el libro y se lo presentó a Luis Óscar Molina, director de Ediciones Universitarias de la UCV. Entre tanto, el poeta ya se lo había mostrado a Carlos Droguett y Patricio Manns, quienes manifestaron admiración por el escrito.

Manns y Alcalde (Droguett se enfermó) acompañaron a Vicuña a Valparaíso. La poeta firmó un contrato con la editorial de la UCV, que publicaría el libro con un tiraje de tres mil ejemplares con el título de Sabor a mí. Meses después de firmar contrato, Vicuña se fue becada a Londres. Ahí esperó su libro, lo esperó y lo esperó, mas lo que llegó finalmente fue el Golpe de Pinochet y el libro no pudo ver la luz.

Vicuña cuenta que mantuvo correspondencia con Alcalde todo ese tiempo y éste le dijo que Óscar Luis Molina había empezado a mostrar el libro a diferentes personas, entre ellas, los poetas aún inéditos Raúl Zurita y Juan Luis Martínez (ambos amigos de Molina), historia que le fue confirmada hace poco por Zurita, quien le manifestó su asombro al leer aquellos poemas en su tiempo.

El manuscrito siguió circulando de mano en mano hasta que llegó al escritorio del rector de la universidad (pariente político de Cecilia), quien rechazó la publicación del libro con un desafiante: “Sobre mi cadáver”. Según Vicuña lo que “hay es una censura no oficial, encubierta. Entonces cuando viene el Golpe, persiguen a Óscar Luis Molina, persiguen a Ediciones Universitarias y finalmente los libros, según relato de Molina, los arrojan al mar”.

Estando en Londres, Cecilia iba a publicar un libro titulado Diario de objetos (objetos que ella hacía con la intención de sustentar el “proceso revolucionario chileno ante el peligro de la agitación derechista y las maniobras de la CIA”), en el reputado sello Beau Geste Press, ligado al movimiento Fluxus, que editaba libros poético-visuales. (En ese mismo sello Claudio Bertoni, pareja de Cecilia en ese entonces, publicó su primer libro, El cansador intrabajable.) Pero recibió la noticia del Golpe y decidió armar un segundo Sabor a mí, que era radicalmente diferente al primero que estaba compuesto sólo de cien poemas.

“Entonces el segundo es un libro objeto, que armé en un par de semanas, que es un testimonio del Golpe militar… es el primer libro que salió después del Golpe. Se agotó instantáneamente, tuvo un impacto tremendo y fue extraordinariamente recibido por lo violento e inmediato. Hasta se hizo una película basada en esta obra” explica Cecilia.

En 2007 se publicó un tercer Sabor a mí, esta vez editado por Ediciones UDP, que en estricto rigor es una edición facsimilar del Sabor a mí editado en Londres, «pero el libro original, ese manuscrito, seguía inédito» afirma Vicuña.

El movimiento estudiantil chileno y la profecía de la besatón

Los poemas de El zen surado son una selección de poemas, en su mayoría inéditos, que Vicuña escribió entre 1965 y 1972, cuando «un chorro de poesía» la bañó y la inspiró, y comenzó a escribir un diario que llamó Diario estúpido, fuente original del primer Sabor a mí. Algunos aparecieron en las versiones antes mencionadas y otros en la afamada revista literaria El corno emplumado, llamando la atención de destacados escritores como Cortázar (quien la visitó en su venida a Chile), Parra, Cardenal y Millán, entre otros. La publicación celebró la poesía de Vicuña, definiéndola como «la más marciana de los tres» (los otros poetas ahí publicados fueron Bertoni y Charlin).

En 2012, Juliet Lynd, quien escribe la introducción de El zen surado, llegó a la casa de Vicuña en Nueva York a estudiar su archivo. Fue ahí que encontró entre muchos escritos los poemas originales e inéditos del libro, entre ellos el poema «Misión», escrito en abril de 1971, donde según Vicuña se «profetiza» la besatón de 2011 del movimiento estudiantil.

El poema dice:

“Te propongo hacer un viaje/ alrededor del mundo,/acreditados como: Misión investigadora del gobierno socialista./ Tú y yo seremos/ los “besadores”./Besamos mejor que nadie/habiendo desarrollado/ una técnica minuciosa/de cómo besar más perfectamente./No hay mujer que bese como yo/ni hombre que bese como tú. LOS BESADORES besaremos a todas las personas/que encontremos,/para descubrir quién sabe hacerlo mejor/ y aprender por tanto/su técnica,/para practicarla/ y enseguida traerla/a nuestro país socialista,/que será el país de Los Besadores.

Ella y Juliet se entusiasman y hacen la conexión con el movimiento estudiantil y surge la idea de intentar publicar este libro y dedicarlo a los estudiantes. En la dedicatoria se lee: “Dedico este libro a las estudiantes que marchan desnudas o vestidas por la justicia. La poesía y el futuro dependen de ellas”. Vicuña, consecuentemente, aparece desnuda en la portada del libro.

En palabras de Lynd, estos poemas eróticos apelan a la «celebración del cuerpo femenino» y constiuyen un rechazo a los tabúes, como «parte de una transformación social más amplia» que encajaba con el discurso revolucionario de la UP, «llevándolo más allá de los discursos de la justicia socieconómica para también condenar el sexismo, el racismo, celebrar diversas perspectivas religiosas y filosóficas y exigir respeto por la naturaleza y el medioambiente».

Sobre el movimiento estudiantil Vicuña aclara que “no es sólo un movimiento por la justicia de tener un educación gratis, sino que entiendo que los estudiantes están luchando por una nueva forma de vida, por una otra sociedad, que es lo que movilizó a la juventud durante la época de la Unidad Popular”.

Según Cecilia esa época fue “absolutamente increíble, de plenitud, de espontaneidad, de un carácter improvisatorio, independiente, o sea, de una dignidad y de una humanidad inigualable. Toda la gente que venía a Chile estaba asombrada porque Chile en ese momento era como la luz del mundo. Todos los genios se venían a Chile y querían venir a Chile como fueran porque Chile irradiaba una energía, una fuerza inmensa”.

“Todo ese universo yo siento que ha vuelto a Chile en los cuerpos de los jóvenes que marchan desnudos. El movimiento de los estudiantes chilenos ha sido totalmente ignorado en el mundo porque la prensa mundial está dominada por las corporaciones, pero en internet encuentras a las estudiantes bailando desnudos”.

“Lo más fantástico que ha pasado todos estos años es que a pesar de toda la manipulación de la información y de todo el reino de las mentiras que se estableció acá, la gente joven no se tragó esa mentira”

Por eso este libro afirma que se lo ha dedicado a los estudiantes. “Si no fuera por los estudiantes, seguro que pasan otros cien años y sigue sin publicarse.”

Quizá algo del espíritu que mueve este libro puede verse reflejado en parte en una nota al final: “Liberada por el gozo cotidiano, inventó un zen surado de chacota y hueveo continuo, un taoísmo chileno inspirado en la vía de la calle, la casa y el barrio”.

Aunque para hacer total justicia a este libro, viene bien la cita de Vallejo que la misma autora recuerda: “la función de la poesía es despertar la resonancia de las cuerdas que reaniman el corazón humano en la búsqueda de la justicia”.

Trabajos audiovisuales de la autora

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