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Despida el año con «ropa vieja», una cena muy rica y económica En otras culturas, hoy no toca cambio de año, pero seguro también celebrarán con una rica cena

Despida el año con «ropa vieja», una cena muy rica y económica

¡Qué curioso! En Chile donde hace treinta-y-muchos grados Celsius en Año Nuevo, además de los calzones amarillos y de saltar la maleta, para esta fecha se come lentejas en un precario equilibrio sobre una silla; y en España, donde el frío es rey, se comen 12 uvas para cada uno de los 12 últimos segundos del año. ¿Serán estas costumbres una secreta forma de selección natural para bajar la población mundial? El que no se rompa el cuello o no se atragante, merece seguir vivo.


uvasUna muy buena parte del mundo está de acuerdo con que dentro de pocas horas todos cambiaremos de año. En otras culturas este cambio ocurre en otras fechas, y cumplen otra cantidad de años. Quizás (y corríjanme por favor), independiente de la cultura que sea, la fecha que sea, y los años que cumpla, exista un denominador común entre todos: ¡que los cambios se celebran con una rica cena!

Y también (sigan corrigiéndome), después de la cena suele haber alguna que otra extraña costumbre “espantaazares”. Sin ir más lejos, está la costumbre chilena de la cucharada de lenteja a media noche. Considerándose que hasta las 23:59 hemos estado: A) cenando; B) picando; C) tomando; D) todo lo anterior y más; … no se me ocurre cosa menos apetecible que una cucharada de lenteja (más apropiada para un día nublado, y hecha con trocitos de longaniza o tocino). Pero todo sacrificio es válido para garantizar que la buena suerte nos acompañe durante los siguientes 365 días (o al menos los 364, porque el 1 de enero suele ser un hachazo de proporciones, de cabeza y/o de hígado).

lentejasPor increíble que parezca, existe algo aun peor que la lenteja en estas circunstancias: cometiendo una infidencia familiar, dice la leyenda que muchos años atrás, un 31 de diciembre, mi suegra se dio cuenta de que ¡no estaban las lentejas hechas! y faltaban demasiados pocos minutos para las 00:00 h. En la desesperación de la “mala-suerte-general-de-la-familia-por-décadas” acorralándola, corrió detrás de la olla de presión para hacerlas, ¡y lo logró en tiempo récord!, pero, ¡se olvidó echar la sal! ¡¡¡Cueekkkk!!! Premio a los valientes que enfrentaron tan dura prueba (que quede constancia, ¡¡¡mi suegra cocina de maravilla!!!, pero ¿verdad que a todos se nos quema algo, más de alguna vez?).

Después, supe que esto de la lenteja sin sal se suele hacer “a conciencia”!!!!! ¿Por qué autoflagelarse de esta forma????

En mis tiempos de España, hice lo de las 12 uvas que se echan a la boca por cada uno de los últimos 12 segundos del año, ¡¡y sobreviví!!

En Brasil, como buen país formado por múltiples culturas, se hacen las dos cosas, y tantas cosas más. En este caso, son siete uvas, o siete cucharadas de lenteja (¡horror!). Y hay unos imprudentes que hacen las dos cosas juntas (¡horror2!!). Como ya van en 200 millones, ni se notan los que no han superado la prueba.

Este año pienso sustituir estas arriesgadas costumbres por algo más introspectivo: escribir mis buenos deseos y metas en un papel rojo y quemarlo ceremoniosamente junto a mi familia. Si mis niñas lo piden, bueno, vale, compro uvas, pero lentejas, ¡ni hablar!

ropavieja2¿Y la cena qué? Pues, entre pensamientos y divagaciones, lo de “Año Nuevo” se puso en paralelo en mi mente con otro nombre: “Ropa vieja”. Aunque suena a alguna extraña costumbre vikinga de usar ropa vieja en el año nuevo, no lo es. Este es el nombre de un plato cubano que tuve el gustazo de probar cuando vivía en la capital, hecho por una familia auténticamente isleña, que instaló en el barrio un negocio de comida para llevar. Siendo yo brasilero, lo probé y no me quedó otra que instaurar los días miércoles como el “Sagrado Día de la Ropa Vieja”. Es una combinación bastante cercana al día-a-día en mi tierra: arroz, frijoles, carne. ¿Dónde está la gracia? Anote:

Dorar la carne cortada en cubos grandes, con una cebolla y varios ajos, ambos bien picados para que desaparezcan y formen un caldo grueso.

–        Se echa agua y vino blanco. Después de 30 minutos en olla de presión, la carne se deshace con solo revolverla. He probado con huachalomo y resultó perfecto.

–        Una vez abras la olla de presión, agregas el pimentón (rojo y verde) y otra cebolla, todos ellos en tiritas finas y largas, revolviéndolo todo.

–        Agregarle según su gusto: pimienta, orégano, ají de color, comino.

La idea es ir revolviendo todo esto hasta que quede una mezcolanza de “hilos” de color. Si quedó muy “caldúo”, saque todo lo que se pueda del caldo y guarde. A eso de las 2 de la mañana lo calientas un poco y verás cómo se reanima la audiencia (si es que no deseas que se vayan lueguito a su casa).

En el plato va el arroz con los frijoles al lado (hechos como la receta del artículo de la Mandioca, de hace dos semanas), y la “maraña” arriba descrita. Se me ocurre pensar que el nombre viene por el aspecto que toma dicho invento. Lo veo como muchos pantalones y camisas amontonadas y entremezcladas en un rincón por largo tiempo. Seguro, muy seguro, no es cierto. ¿Hay algún cubano por allí que nos aporte este dato?

Este plato tiene la gracia de poder servirse frío, enrollado en pan pita, por ejemplo, o panqueque (aquí ya vamos saliendo de Cuba hacia otros lados). Pruebe también sobre una galletita de canapé. Si tienes un número elevado de insaciables adolescentes en el grupo, sírvalo directamente dentro de media marraqueta y verás cómo quedan pochitos muy rápidamente (tiene poco glamour, pero mucha eficacia). Es una preparación muy llenadora, además de económica, porque entre lo desmenuzado y la mezcla, con poca carne se hace mucha “ropa”, lo cual se agradece, porque más de alguno aún no nos hemos recuperado del “vaciado de arcas” de las navidades.

Marcelo Oliveti es diseñador gráfico con alma de chef, criado en Brasil y mal criado en el mundo, casado, padre de dos hijas y urbanita residente en el campo.

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