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Domingo Pontigo y la tradición oral del «canto a lo divino» que se niega a desaparecer Fue declarado por la Unesco el 2010 como tesoro humano vivo

Domingo Pontigo y la tradición oral del «canto a lo divino» que se niega a desaparecer

Este cantor popular, oriundo de San Pedro, es uno de los poetas de canto a lo divino con más versos publicados. Cerrca de cien cuadernos de su autoría se hayan en la Biblioteca Nacional, incluyendo además la publicación de dos libros, uno de ellos El paraíso de América, el cual trata la historia del continente en décimas, y es el origen de una particular anécdota.


El canto a lo divino es una de las tradiciones campesinas que lucha para mantenerse en el tiempo. Una práctica que se remonta a un tiempo cercano al año 1600, traída de la mano de los sacerdotes jesuitas, quienes con esta forma pretendían enseñar la doctrina cristiana en versos y así evangelizar.

Esta forma tradicional es una prueba de espiritualidad y de fe cristiana, la cual sigue viva de forma exclusiva en Chile. De esta forma es posible distinguirla como una manifestación cultural y artística, ya que permite transmitir la belleza y creatividad de quienes componen los versos.

Una de las zonas en donde esta práctica lucha por no desaparecer es en la comuna de San Pedro de Melipilla, Región Metropolitana, a poco más de dos horas de viaje de Santiago. En este sector, donde la principal economía ronda en torno al cultivo de frutillas, es posible encontrar a uno de los poetas a lo divino más importantes del país, reconocido como Tesoro Humano Vivo por la UNESCO.

Domingo Pontigo Meléndez sintió desde muy pequeño la atracción por esta manifestación religiosa que se ha mantenido por tanto tiempo en las raíces orales del campo. “Empecé a los seis años a cantar y ya tengo 74. ¡Imagínese!”, cuenta. Sus primeras experiencias estuvieron desde el lado de los cantores, en donde casi sin permiso se metió a dar la pelea por un espacio entre los experimentados de la zona. “En mi casa se hacía un canto a lo divino para la celebración de la Virgen del Carmen, y ahí me largué a cantar con los viejos”.

Desde ese momento nació el interés por esta forma de canto, sumado al apoyo familiar con el que contó en sus primeros años. “Resulta que mi mamá no cantaba décimas, pero era folclorista y un hermano mayor cantaba versos en décimas”, manifiesta.

Primeros versos

Para lograr ser un cantor a lo divino, Domingo tuvo que, como todos hasta entonces, aprender de forma oral los conocimientos que los mayores le podían entregar, en una relación de maestro a discípulo.

“A los seis años estaba metido en la rueda de cantores. A los 8 llegué a cantar en novenas y a los 15 comencé a escribir décimas, porque me nació”. Un «Verso Completo» del canto a lo divino está compuesto en total por una cuarteta inicial (cuatro versos octosílabos) más 5 décimas (10 versos octosílabos cada una de la forma ABBAACCDDC). La cuarteta inicial, de 4 versos, da los cuatro últimos versos de las 4 décimas que le siguen y se remata con una última décima, llamada «de despedida» (quinta décima del total), cuyo verso final es libre y no se ciñe a esa primera cuarteta inicial. En ella el poeta se despide y remata el tema tratado en el verso completo.

Todo artista tiene influencias o personas a seguir, entre ellos el que más destaca Pontigo es la figura de Abel Fuenzalida Abarca, al cual conoció en un encuentro de payadores en una radio de la zona. “Me presenté como payador en la radio Serrano de Melipilla. En ese entonces tenía cerca de 20 años y sentía que podía improvisar, al igual que otros payadores de la comuna y ahí me enfrenté con ellos. Altiro a la pelea, y no me fue muy bien, pues ellos tenían más experiencia”, confiesa el cantor.

Uno de los factores que siempre debe estar presente es la creencia en Dios, pues según declara “soy un poeta porque Dios me dio este talento, yo nunca fui a la escuela». Una disciplina que se practica por el amor a Cristo, haciendo de la creencia el elemento que ha permitido que esta forma de vida se mantenga aún. Por lo mismo afirma que “si hubiese muerto la creencia, los cantores ya hubiésemos muerto, como ha pasado en el resto de los países de habla hispana”. Además agrega que “espero seguir con esta tradición mientras Dios me dé vida. Mientras pueda hacerlo voy a seguir cantando”.

La mantención en el tiempo

Esta disciplina sólo se encuentra viva en Chile. “Hay un español que se llama Maximiano Trapero que hizo un estudio de 50 años, buscando el canto a lo divino en todos los países de habla hispana y lo encontró vigente sólo en Chile. En otros países sólo encontró los versos, pero nadie los cantaba”, señala.

Por lo mismo Domingo Pontigo se ha dedicado, junto con otros cantores de la zona, a impartir cursos durante seis meses a quien esté interesado, pero su objetivo apunta a las nuevas generaciones. “Hace 12 años estamos haciendo talleres. Postulamos al Ministerio de la Cultura y hemos dado muy buenas cuentas y ahora podríamos iniciar clases en la comuna de Litueche. Hay un interés muy grande. Nuestro principal foco son los colegios y resulta muy bien en la enseñanza básica”.

Esta innovación viene como una forma de suplir la falta de transmisión oral que el canto a lo divino ha sufrido, pues son muy pocos los jóvenes que se acercan a las novenas para aprender. Por otro lado, “los padres no les inculcan la religión, entonces el niño se cría sin creencia, y por eso no se interesan en este canto”, manifiesta Domingo Pontigo.

Entre la dictadura y el papa

Domingo Pontigo es uno de los poetas con más versos publicados, además de tener cerca de cien cuadernos en la Biblioteca Nacional, incluyendo además la publicación de dos libros, uno de ellos El paraíso de América, el cual trata la historia del continente en décimas, y es el origen de una particular anécdota.

“Ese libro lo empecé a escribir a muy temprana edad y un padre de una iglesia me ayudó a editarlo. Se llevó una sorpresa grande en los tiempos de Pinochet, porque venía con todos los papeles para mostrarme cómo estaba quedando y le quitaron toda la documentación, lo torturaron y temió por mi existencia y felizmente no llegaron”.

La principal razón que encuentra para que no lo hayan buscado es que “creo que  se dieron cuenta de que no escribí del golpe de Estado con una mirada política, sino como algo que pasó en la historia de Chile sin darles el favor a ellos ni a la democracia anterior”, sentencia.

Pero en esos años no todo fue preocupación, pues también hubo tiempo para que todo lo entregado hacia la Iglesia Católica se devolviera con un encuentro con el papa Juan Pablo II en su visita a Chile. “Fue una experiencia muy enriquecedora. Jamás me imaginé conocer a un papa. Tuve la dicha de saludarlo, de entregarle mi libro El paraíso de América y él me regaló un rosario”, narra el poeta.

Una tradición en peligro de desaparecer

La tradición del canto a lo divino se debate entre conservar y reforzar su práctica y la amenaza de su posible desaparición, tal como ha ocurrido en el resto de los países de habla hispana. Domingo Pontigo tiene claro este hecho. “En la vida somos pasajeros y en el día de mañana no vamos a estar y tiene que haber otra gente que pueda seguir enseñando o cantando.” Además agrega tener «una fe enorme» y cree que «esto no va a morir nunca. Espero que sea así. Las nuevas generaciones tienen la tarea de seguir con esto o no”, sentencia.

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