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Crítica gastronómica: Club Santiago, la ciudad hoy

Crítica gastronómica: Club Santiago, la ciudad hoy

Allí todo está fluye para que ese legendario concepto llamado amistad cívica, perviva bajo una ambientación que nos recuerda que lo republicano no sólo es propiedad del pasado, sino una realidad viva y vivaz, con una cocina que luce algunos chispazos de gran sabor.


Antes de ser restaurante, antes de ser bar, incluso, Club Santiago posee la vocación preclara de funcionar para que la conversación protagonice de lo que pasa en sus mesas. Por eso la luz comedida en cada espacio, por eso la sobriedad de su mobiliario, y una una ambientación volcada a lo republicano sin exagerar –en realidad, obviando- ese pasado pre Golpe de Estado que se ha impuesto como el canon de muchos lugares dedicados a la cocina urbana santiaguina. Los adornos no son excesivos ni tienen aspavientos coleccionistas, y son trastocados en parte por una serie de murales cuyo colorido, trazo fino y viveza alegre, invitan a recordar una ciudad que sólo aparece de tanto en tanto por la mente del capitalino promedio. En primavera, quizá.

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Hay una tranquilidad estándar matizada por música audible pero no invasiva –aparte de una que otra risa destemplada y entusiasta- y un servicio que va y viene con cortesía, aunque no necesariamente con precisión porque olvidaron guardar lo que sobró para llevarlo a casa. Pero como decían en las viejas promociones de las kermesses colegiales: tiene regio ambiente. Aunque acá por supuesto están mejor organizados y se dan ciertos gustos apreciables, como una respetable colección de cervezas artesanales, chilenas y extranjeras, entre las que se pueden nombrar la valdiviana y notable Cuello Negro o Kaf, hecha con lúpulo nacional, bien llamativas para quienes gustan de las libaciones con estilo. Aunque a la hora de los cocteles puede ser que no tengan la muñeca suficiente como para agradar al bebedor exigente, por lo demás poco asiduo al Barrio Brasil. Para qué estamos con cosas.

Un sector así, con distintos públicos rondando durante el día, luce una lista de platos que transita entre sándwiches, picoteos, menús de almuerzo, algunos fondos en plan carnes, pescados y pastas, que forman parte de la carta o bien de las sugerencias del chef. Nos quedamos con las ganas de probar las Calugas de tollo puestas en la pizarra (se acabaron) y así las cosas, con la hora de cena bien avanzada, los picoteos aparecieron como opción clara. Ahí la comida apareció con hartos vaivenes en términos de calidad de productos y elaboraciones, que hacen recomendable ante todo, de manera perentoria casi porque ha mejorado mucho en relación a visitas anteriores, el Crudo estilo Hamburgo ($ 5.900). Allí pido un solo una cosa: sáquenle el mote “res”, demasiado siútico en relación al ambiente. El resto, genial, con una sazón ligeramente pimentosa, con el jugo de limón aparte, pan calentito y una textura suave poco usual en Santiago, que recuerda las esmeradas recetas del sur. En segunda línea aparecieron los Raviolones de queso de cabra con salsa fileto de alcaparras y aceitunas ($ 4.800) de grato relleno pero con una pasta que podría y debería ser más fina, mientras que la Tortilla española ($ 4.900) ofreció buena firmeza y textura, aunque se le echó mucho de menos una sazón más expresiva. Así y todo, uno de los comensales españoles de la mesa la aprobó… pero con reservas.

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Urgente, a la unidad de cuidados intensivos, el Carpaccio de salmón ($ 4.900), de carne seca por congelamiento desprolijo, pasada, de esa que ningún condimento pudo rescatar de la rancidez y la decepción. Si los costos no dan como para tener mejor carne (tesis) y la gente igualmente lo pide (antitesis), no lo den (síntesis)… para qué molestarse en una discusión cuando se puede conversar con altura de miras, en un espacio donde ese legendario concepto llamado amistad cívica se desarrolla con fluidez excepcional.

Dirección: Erasmo Escala 2120, Barrio Concha y Toro, Santiago Centro. Tel. 2267 34700

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