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Juego Mixto, la particular exposición de arte que reflexiona sobre la esclavitud encubierta impulsada por los ingleses en las salitreras La obra se puede visitar en el Mac Quinta Normal desde el 28 de mayo hasta el 31 de julio

Juego Mixto, la particular exposición de arte que reflexiona sobre la esclavitud encubierta impulsada por los ingleses en las salitreras

Dagmara Wyskiel, artista y gestora polaca, inauguró el pasado viernes “Juego Mixto”, una muestra de video instalación y fotografías que narran el viaje de una pelota de golf gigante desde la pampa chilena hasta Londres; lugar al que la artista viaja para “devolverle la pelota” a los ingleses. En la exposición, Wyskiel reflexiona sobre grandes aspectos existenciales del ser humano, pero en específico, busca denunciar el abuso humano en contexto laboral. La directora de la Semana de Arte Contemporáneo (SACO) y fundadora del colectivo Se Vende, lleva quince años trabajando para el arte desde Antofagasta, situación que le ha permitido conocer la crítica situación del arte en el sistema educacional chileno y lo abandonada que se encuentra la zona norte en materia cultural.


Un objeto de 12 metros de diámetro y dos toneladas va rodando por el desierto más árido del mundo, con solo el valle de los meteoritos de testigo. Al encontrarse en este abismante lugar, Dagmara Wyskiel, la creadora del objeto, no puede evitar concentrarse en el cielo y preguntarse: “¿Quién podría jugar con esa pelota? Si existe alguien ahí arriba ¿Qué deporte practicaría?”. Para la artista, sin lugar a dudas e independiente de las creencias religiosas, quien sea que esté arriba no jugaría una pichanga. No. Sería un deporte de clase alta, de la aristocracia. Tendría que ser Golf, el deporte inglés por excelencia.

Con esto en mente, Dagmara hace un recorrido con una pelota de golf gigante por distintos parajes de Chile, cuatro para ser más exactos: Quillagua, el observatorio Alma, Valparaíso y la Patagonia, para finalmente terminar en Inglaterra. En Quillagua la artista comienza el recorrido reflexionando acerca de las salitreras en el siglo XIX y principios del XX, época que según Wyskiel se suele embellecer, pero que en realidad corresponde a un tiempo caracterizado por la esclavitud encubierta de los trabajadores de las salitreras, cuyos dueños justamente eran ingleses.

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Desde ahí la pelota va avanzando, y como explica la gestora, “comienzan a nacer otras reflexiones que no ponen en jaque las anteriores sino que van enriqueciendo y van ampliando la posibilidad de lectura de la obra”. En Patagonia es el paisaje el foco de atención, centrándose en la naturaleza, una de las riquezas más grandes de Chile, según la artista, y que permite reflexionar sobre las condiciones más profundas del ser humano. Luego Valparaíso funciona como una especie de portón por donde la pelota sale hacia el mar para llegar a su último destino, Londres.

Es esta la última parada por un motivo en específico, la intención de “devolverle la pelota a los ingleses”. Pero a la vez, explica Wyskiel, cuando llegan a Inglaterra sucede algo extraño. Resulta que ese objeto gigante y monumental, se achica, se diluye, convirtiéndose en un juguete, una mera anécdota que a nadie le importa. “Eso es metáfora, creo yo, de todos los relatos en general, de las limitaciones que tienen estos, que para uno pueden ser vida, historia, identidad, algo trascendental, pero para el otro frecuentemente es solo una anécdota”, profundiza la artista.

La muestra, en la que Wyskiel ha trabajado durante tres años, está disponible desde el sábado 28 de mayo en la sede Quinta Normal del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y se extenderá hasta el 31 de julio. Con cuatro salas para cada video instalación de los lugares por donde pasó la pelota y una sala dedicada a las fotografías de esta en su paso por Londres, Wyskiel une todos los relatos del viaje poético y surrealista de este gigante objeto.

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Un zona desierta de cultura

Dagmara Wyskiel lleva quince años instalada definitivamente en Antofagasta. Llegó al norte del país debido a un improvisado intercambio académico con una alumna de diseño de la Universidad de La Serena, quien deseaba ir estudiar a Cracovia. La polaca, quien ya manejaba el español, aceptó la oferta y desde 1997 hasta 2001 estuvo en un ir y venir entre Polonia y Chile. Si se quedó acá finalmente, es porque en las carencias vio una oportunidad.

“Yo no sé si decidí quedarme, simplemente sentí que en el norte hay un vacío tremendo. En europa ya está casi todo hecho, faltan espacios para proyectos creativos. Encontré que en el norte la situación era opuesta, no existía nada, absolutamente nada. 1.800 km de Chile, desde Valparaíso hasta la frontera con Perú, sin ninguna escuela de arte, ningún museo de arte contemporáneo, ningún centro de documentación, sin ninguna galería de arte contemporáneo. Nada”, narra la gestora cultural.

Aunque Wyskiel sabía que quedarse implicaba un desafío tremendo, está segura que fue la decisión correcta. En los quince años que lleva en el país ha creado junto a su colectivo Se Vende, el Instituto Superior Latinoamericano de Arte (ISLA) y el Centro de Residencia en Antofagasta, único en todo el norte de Chile; Llevan cuatro años haciendo residencias nacionales e internacionales en Quillagua y van por la quinta versión de la Semana de Arte Contemporáneo (SACO), además de un sinfín de programas educacionales en los que trabajan con profesores de artes visuales de liceos municipales de Antofagasta.

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Pero aún así, la artista sigue pensando que el norte de Chile se encuentra absolutamente abandonado en términos culturales y que la descentralización no es más que un cuento de hadas. Si está exponiendo en Santiago, es solo porque es el lugar donde está la infraestructura adecuada para su exposición. “Ten por seguro que si existiera un Museo de Arte Contemporáneo en Antofagasta, Valparaíso o Punta Arenas, que es donde se materializó la obra, por supuesto que sería mi prioridad. Así se construya Cerrillos o no, es fantástico, pero uno se pregunta ¿Cuándo nos toca a nosotros?”, remata la artista.

Para Wyskiel la situación en Antofagasta es crítica debido al abandono general que se siente en el ambiente, lo cual sumado al veloz ritmo con que la ciudad crece y su composición cada vez mayor de inmigrantes, empeoran la situación. La artista afirma que Antofagasta es una ciudad que necesita “apoyo, preocupación y cariño en el contexto de cultura”, porque esta está construida a base de desarraigo y se puede levantar en cualquier momento.

“Antofagasta como ciudad se siente abusada, engañada y absolutamente limitada al rol de generación de recursos. Y crece una generación, que es la misma generación que vemos aquí frecuentemente en las calles, que no se va a quedar callada por recibir un sueldo como sí lo hicieron sus papás”, reflexiona.

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La insoportable levedad del arte

Además de su trabajo como artista visual y gestora cultural, Dagmara Wyskiel ha estado fuertemente relacionada a la educación artística, trabajando nueve años como profesora en distintas escuelas y dedicando la cuarta versión de SACO a la crisis educacional en arte.

Hace solo unos días se celebró la Semana Internacional de la Educación Artística y a raíz de ello, la polaca reflexiona sobre la materia, catalogando de lamentable la situación de las artes en la educación chilena. Wyskiel afirma que para ser profesor de Artes Visuales en Chile, hay que ser un fanático. “Las condiciones son miserables. Todos te hacen entender que lo que tú haces no vale nada, que es un adorno, un relleno”, a lo que agrega que no va a haber una real apreciación del arte, de practicarlo y vivirlo en sociedad, “si el primer contacto que la mayoría de los niños tienen en el colegio es tan indigno como lo es ahora”.

Wyskiel cree que la insoportable levedad del arte dentro del sistema educacional chileno le hace un profundo daño a la sociedad y que por lo mismo, es necesario un cambio urgente. Un ejemplo de esta levedad con que se mira al arte ocurre en Antofagasta, la ciudad donde vive la artista y en donde afirma que la mayoría de los recursos, oportunidades, espacio e infraestructura, se destinan exclusivamente a la minería.

Dagmara Wyskiel junto al director del Mac, Francisco Brugnoli

Dagmara Wyskiel junto al director del Mac, Francisco Brugnoli

La carrera de arte en la Universidad Católica del Norte se cerró en 1973, y aunque el rector de esa casa de estudios le prometió a Wyskiel el año 2001 que volvería a abrir la carrera, esto nunca se concretó. Más que la ausencia del arte en la universidades del norte, lo que molesta profundamente a Dagmara es que la palabra universidad exige un universo, pero en muchas de las instituciones educacionales de la zona carreras como filosofía, sociología o antropología de pregrado, se encuentran ausentes.

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