Publicidad
Libro «Idealista sin ilusiones. Conversaciones con José Zalaquett»: Un hombre culto

Libro «Idealista sin ilusiones. Conversaciones con José Zalaquett»: Un hombre culto


José Zalaquett es un hombre culto y sus entrevistadores se encargan de hacer notar esa condición, un modo de ser en extinción en el Chile de hoy.

Zalaquett no es culto porque sepa de pintura, cine y ópera; no es culto porque haya leído mucho, disfrutado de cien ciudades o jugado infinitas horas de ajedrez; no es culto porque haya recibido notables premios o porque pertenezca a varios directorios de importantes iniciativas. Es culto porque desde todos esos materiales -y desde la experiencia vital de su docencia y de su actividad jurídica- ha pensado y vivido en serio.

Su mirada cauta ante el progreso, su consideración legítimamente discriminadora de éstas o aquellas tecnologías, su agudeza para relativizar los méritos de la juventud, su independencia respecto de dogmas temporales, su búsqueda sincera de un Dios que pudiese figurar con mayúsculas en el libro. Eso, y varias cosas más, le dan peso cultural. Se ha cultivado el hombre. Ha vivido.

Pero Zalaquett es también un hombre culto que ha estado en política. No es un político, sino un hombre público. De los de antes, de los que se necesitan.

Recuerdo perfectamente una mesa redonda de finales de los 80 cuando Zalaquett dijo que era inaceptable que el Estado de Chile a través de sus agentes -lobos vestidos de ovejas, dijo- se hubiera encargado de eliminar a las ovejas. Por supuesto en esa expresión había un evidente sofisma: ¿eran ovejas todos los eliminados o fue una pelea entre lobos?

En la lectura de estas apasionantes entrevistas, Zalaquett puede ser también juzgado bajo esa triple posibilidad. ¿Oveja? ¿Lobo puro y simple? ¿Lobo con piel de oveja?

Casi siempre, oveja. Porque es capaz de reconocer errores y horrores de la Unidad Popular, porque es sincero para mostrar humildemente sus propias limitaciones y equivocaciones en la defensa de personas, porque asume su tarea docente con el escepticismo que todo gran profesor debe practicar respecto de sí mismo. Al fin de cuentas, porque ha intentado honradamente hacer el bien.

Pero, por momentos, pareciera que le gusta disfrazarse de lobo y sacar a relucir unos colmillos grandotes. Una buena cantidad de sus respuestas sobre los conflictos de Chile entre 1973 y 1990 revelan una mirada parcial, y a veces sesgada. El disfraz de lobo le nubla la vista. En otros, sus juicios morales están más destinados a descalificar a contradictores que a razonar sobre los porqué.

Pero, en general, el lector se queda con la sensación de que el papel de lobo le incomoda. Quizás tiene que responder de sí mismo ante quienes siempre lo consideraron sólo en esa dimensión, desconociendo u olvidando la gran riqueza de su personalidad completa.

Patricio Hidalgo y Constanza Toro (eds.) Idealista sin ilusiones. Conversaciones con José Zalaquett, Lolita, Santiago, 2017, 311 páginas.

Gonzalo Rojas Sánchez. Profesor Universitario

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias