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Camaleón, ¿“Agente comunista” o hombre corcho? Opinión a propósito del libro «Camaleón. Doble vida de un agente comunista»

Camaleón, ¿“Agente comunista” o hombre corcho?

Durante la dictadura, Mariano Jara, que estaba permeado por un claro arribismo, se dio “la vida del oso”, llevando una agitada agenda de bohemia, alcohol, vedettes (fue dueño del cabaret Flamingo), hípica (fue dueño de caballos de carrera), etc, pero manteniendo los lazos con sus compañeros, incluso acogiéndolos como trabajadores en su exitoso negocio de radios “Nadir”, cuyas oficinas y bodegas prestó para reuniones y traslado de armas.


El libro Camaleón. Doble vida de un agente comunista (Ed. Planeta), del periodista Javier Rebolledo, es una investigación biográfica centrada en la figura de Mariano Jara Leopold, un personaje que vivió la dictadura entre dos aguas, el Partido Comunista y el mundo afín a la dictadura. Eso sí, Jara no fue un agente o espía que actuó como un infiltrado en el campo enemigo para recopilar información. Su doble vida se entiende porque si bien estuvo ligado al partido desde los años sesenta, en particular con miembros del antiguo aparato militar, después del golpe aparecería en los medios de comunicación como un exitoso y acaudalado empresario derechista partidario de Pinochet, mientras que por debajo, por ejemplo, negociaba la adquisición de una parcela para los comunistas, donde más adelante se ocultaría parte de las armas de Carrizal Bajo.

Durante la dictadura, Mariano Jara, que estaba permeado por un claro arribismo, se dio “la vida del oso”, llevando una agitada agenda de bohemia, alcohol, vedettes (fue dueño del cabaret Flamingo), hípica (fue dueño de caballos de carrera), etc, pero manteniendo los lazos con sus compañeros, incluso acogiéndolos como trabajadores en su exitoso negocio de radios “Nadir”, cuyas oficinas y bodegas prestó para reuniones y traslado de armas. Ese fue su modo de “militar”, estuvo donde estuvo por el azar de la vida y se dejó llevar por la marea de los acontecimientos sin mayores cuestionamientos. Es más, me atrevería a afirmar que Mariano Jara nunca tuvo real conciencia de la brutalidad de la represión, en su relato no se manifiesta esa preocupación. Su norte era el dinero, los negocios, la usura. A pesar de haber sufrido la cárcel debido a que fue acusado de participar en la internación de armas en Carrizal Bajo y más adelante por estafa, Mariano Jara sobrevivió a todas las tempestades, como un corcho que siempre se mantiene a flote, sin sufrir más daño que algunos rasguños.

Cuando en la década de los noventa, quiebra su Financiera Nadir (que prestaba dinero a cambio de altos intereses), comienza su conflicto con los comunistas. Había prestado dinero a militantes comunistas y al partido. ¿Resultado? Hubo atrasos, repactaciones, morosidad. Ante sus reclamos, Guillermo Teillier argumentó que no se podía hacer cargo de deudas tomadas por compañeros que, si bien eran militantes, las habían contraído a título personal. Pero de todas maneras, para ayudarlo, le proponía realizar un negocio con Cuba que le traería grandes ganancias y podría recuperar el dinero perdido con los préstamos. El negocio sería concretado por un militante de confianza de Gladys Marín, Jaime Moreno Mickle, que dejó cheques en garantía. Cuento corto: nunca más supo de Moreno ni de Teillier, menos del dinero, y quebrada la Financiera Nadir vinieron las querellas y fue detenido. Le dieron una pena de cinco años que cumplió sin ir a la cárcel, sólo con firma periódica.

Las dudas

El personaje cuenta que para averiguar si sus clientes eran confiables para otorgarles un crédito, entregaba listas de ellos a dos agentes de la CNI amigos suyos, que tenían acceso a la base de datos del Registro Civil, incluyendo también en las listas nombres de compañeros para saber si eran buscados o no (imagino que para alertarlos). ¿Qué hubiese pasado si efectivamente aquellos compañeros hubiesen sido buscados? ¿Le habrían pedido los datos del “cliente” los agentes para capturarlos? En otro episodio, Mariano Jara Leopold es protegido de Álvaro Corbalán por el mismísimo general Humberto Gordon, director de la CNI. A ese nivel llegaba la confianza. Esto me hace recordar la reunión del PC con Gordon en los ‘80 (que según algunas fuentes fue más de una reunión) y preguntarme ¿Tuvo algo que ver con esta cita Mariano Jara? La dirección del PC nunca ha aclarado los detalles de dicho encuentro. Es un tema no menor, pero desarrollarlo acá nos alejaría del contexto de esta nota.

Por otro lado, en el libro no existen datos de que Jara haya realizado gestiones, por ejemplo, para saber el destino de prisioneros políticos o iniciativas de rescate o indicaciones de lugares de represión, que imagino que en las borracheras en los centros nocturnos a más de algún personaje el alcohol y las drogas le podrían haber soltado la lengua. Un dato del libro menciona a Eduardo Ravani, miembro del programa humorístico “Japening con Ja”, como uno de los soplones que tenía la CNI en la televisión. ¿Supo más nombres de soplones del mundo artístico Mariano Jara? ¿Los denunció a sus compañeros? ¿Sabían los agentes de la CNI sobre la “militancia” de Jara pero lo mantenían sin tocar por quizás que oscura razón, o porque simplemente a un par de agentes les interesaba más la parranda y el dinero que atrapar opositores? ¿Cuánto de verdad y cuánto de mentira contiene el relato de Jara Leopold? ¿Qué es lo que Jara aún mantiene en secreto, lo que no relató? Entre bambalinas se cuenta que algunos de los testimonios del libro no dicen la verdad. Que falta el testimonio de otros protagonistas de la lucha clandestina. Como escuché decir a un compañero en la calle, muy molesto después de leer el libro: “esto recién comienza…”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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