Estudios en computación neuromórfica permiten a Chile integrarse a un proyecto de carácter mundial. Investigación reúne a cinco centros de excelencia académica nacionales.
La computación neuromórfica es un concepto nacido en los 90’s que combina biología, física, matemática, informática e ingeniería, para diseñar sistemas neuronales artificiales cuya arquitectura esté basada en el funcionamiento del sistema nervioso. En este contexto, un grupo de científicos chilenos, coordinado por el Dr. Tomás Pérez-Acle, investigador del Instituto Milenio Centro Interdisciplinario de Neurociencia -de la Universidad de Valparaíso- y director del laboratorio de Biología Computacional de la Fundación Ciencia & Vida, están desarrollando nuevas tecnologías basadas en el funcionamiento del cerebro humano cuyas aplicaciones permitirían, en el futuro, que los robots tengan capacidades cognitivas similares a las personas.
El biólogo computacional destaca que se trata de un proyecto fundamental para generar avances en inteligencia artificial. “Este tipo de iniciativas buscan crear el conocimiento científico necesario para desarrollar máquinas que piensen como lo hace un cerebro humano. Éste es un paso fundamental para desarrollar robots que sean capaces de poseer conciencia de sí mismos”. Pérez-Acle asegura que el proyecto, financiado por la Oficina de Investigación de la Fuerza Aérea de USA (AFOSR), permite a nuestro país insertarse en la línea más avanzada de investigación en este campo: “Es una tecnología que está desarrollándose a nivel mundial hace muy pocos años. Con este proyecto nos estamos montando en el tren del desarrollo tecnológico justo al momento de salir de la estación”.
Dentro de la investigación participan, además, científicos del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI – UChile), del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo, Gero Chile (UChile), del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (USACH), del Centro de Bioinformática y Biología Integrativa (UNAB) y del Centro de Investigación en Nanotecnología y Materiales Avanzados (CIENUC, PUC) quienes desde sus respectivas especialidades realizan un trabajo colaborativo y transdisciplinario que aporta al conocimiento y avance en el campo de la computación neuromórfica.
Para el investigador del CINV, llegar a esa etapa requiere un salto en la forma cómo los robots han funcionado hasta ahora: “Hoy día las máquinas no hacen sino lo que están entrenadas para hacer. Para que un robot tenga autonomía, es fundamental resolver el problema de aprendizaje continuo, que es propio de los seres humanos. Nuestro cerebro es capaz de interactuar con el medio externo a través de los sentidos, y cada una de las señales que recibimos, las clasifica y -en el momento en que recibimos señales que no somos capaces de clasificar previamente-, las aprendemos y creamos un nuevo orden. Estamos constantemente archivando y clasificando información, y entonces para llegar a crear robots autónomos necesitamos que estos aprendan constantemente”.
Pérez-Acle subraya que estamos en la antesala de una nueva era: “Hoy existen vehículos que se conducen y estacionan solos. El automóvil, en forma autónoma, hace algunos cálculos y se sitúa sin intervención de un humano. Eso ocurre desde hace cuatro o cinco años y son altamente eficientes, ya que toman decisiones en la medida que va avanzando. Son acciones que están presentes y van a seguir de aquí en adelante y de una forma en que no la estamos notando. Por ejemplo, yo uso un teléfono celular que ofrece un asistente digital al que le hablo y le digo ‘leéme el último correo, llama a mi casa, o mándale un mensaje a mi esposa avisándole que voy a atrasarme porque voy a pasar al gimnasio’. Son situaciones de las que no nos damos ni cuenta y ya están en nuestro día a día”.
El científico sostiene que el ingreso a una nueva fase impone la consideración de criterios éticos, sin los cuales puede llegarse a situaciones como las que ha descrito el astrofísico británico Stephen Hawking, según el cual, la especie humana sería destruida por las mismas máquinas que creó: “El miedo que tiene Hawking, o el que tiene Elon Musk, es comprensible. Personas tan letradas, que entienden bien lo que están haciendo, son capaces de pronosticar que si se hace un mal uso de esta tecnología, puede irse en contra de la humanidad”.
El avance supone un gran desafío, según el investigador: “Si dotamos de autonomía a las máquinas, esto tiene que guiado por principios humanistas. De otra manera nos estamos exponiendo al demonio que Elon Musk y Stephen Hawking dicen que estamos invocando”.
Pérez-Acle recomienda poner atención a un clásico de la literatura de ciencia ficción: “Asimov en los 70 desarrolló una serie de libros en torno al concepto de la inteligencia artificial llevada al extremo, con robots humanoides que toman decisiones. Asimov acuña en sus textos las leyes de la robótica que establecen que ninguna acción de una máquina puede ir en contra de un humano, aun cuando esté en riesgo su propia integridad. Si nos preocupamos de implementar las leyes de la robótica que Asimov inventó, pierde sentido lo que dicen Stephen Hawking y Elon Musk”.
El dilema a su parecer es inminente: “Basta imaginarse a los drones que, lamentablemente, ya están matando personas en la guerra o en escenarios de conflicto. Si los dotamos de autonomía, un dron podría tomar la decisión de atacar a un enemigo aun cuando haya daño colateral. Pero esa determinación no puede dejársele a un robot, tiene que tomarla un humano, porque en caso contrario, cruzamos la línea roja, ya que la máquina tendría la capacidad de decidir cuándo eliminar un objetivo aunque haya daño colateral”.
Tomás Pérez-Acle resta dramatismo a la disposición que tomó este año Facebook, de apagar dos de sus computadores por haber creado un lenguaje propio y comunicarse entre sí, al margen de los humanos: “La prensa fue la que puso el tono de preocupación. Lo que ocurrió es que eran dos de lo que nosotros llamamos redes neuronales, dos programas distintos que están organizados, entrenados para comunicarse y por la forma en que fueron programadas, elaboraron una especie de lenguaje propio, pero era ininteligible y sin sentido ni siquiera para las propias redes involucradas. Los apagaron porque no era entendible lo que estaba pasando, no porque fueran a despertar y tomar conciencia de sí mismas, como la máquina de Terminator. Pero sí, fue interesante ver máquinas comunicándose unas con otras”.
El investigador comenta que el paradigma de la inteligencia artificial, está embebido en los aparatos que estamos usando constantemente, como teléfonos o los autos que se conducen solos. “Pero todavía no tenemos robots autónomos que puedan movilizarse de manera independiente por la calle. Si la iniciativa de computación neuromórfica, de la cual nosotros somos parte, funciona, a lo mejor en 15 años más vamos a tener robots autónomos, que van a estar tomando decisiones relevantes, al menos en procesos industriales, más que caminando en la calle o jugando fútbol”. (Por: Gonzalo Rojas Donoso y María Mercedes Barraza C. Agencia: Llambías Comunicaciones).