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Libro “Las Puertas”: primera parte de una saga de literatura fantástica del Sacerdote agustino chileno J.C. Ayala CULTURA|OPINIÓN

Libro “Las Puertas”: primera parte de una saga de literatura fantástica del Sacerdote agustino chileno J.C. Ayala

José Miguel Ruiz
Por : José Miguel Ruiz Escritor, poeta y profesor de Castellano (UC). Ha publicado, entre otros libros, “El balde en el pozo” (poesía, 1994), “Cuentos de Paula y Carolina” (narrativa, 2011) y “Gramática de nuestra lengua” (2010). Mención Honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago, 1975. Primer Premio en el Concurso de Poesía de la P. Universidad Católica de Chile, 1979. Premio Municipal de Arte, Mención Literatura, de la I. Municipalidad de San Antonio (1998).
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Este es un libro de aventuras, fuertemente arraigado en lo valórico, en lo atemporal y en la actualidad, en la búsqueda de la trascendencia, en las lecciones de los seres más avanzados en el camino del espíritu, que nos enseñan a “pulir el diamante interior”.


Hamit es sobrino del sabio Gastí Hun, un humanista, inventor, un monje que había vivido en el Monasterio de la Orden de Las Puertas, lugar que abandonó para dedicarse a cuidar a su sobrino cuando este quedó huérfano; al morir dejó una misión a Hamit: ir a la ciudad de Tiago, donde encontrará unos libros que le entregarán la clave para encontrar las mismísimas puertas del Paraíso. Ya está planteado, desde el comienzo, el motivo del viaje. Junto con otros dos muchachos, Astit y Robi, primos entre ellos, iniciarán el viaje que hará distinta la vida de los protagonistas y podrá cambiar la orientación de este mundo. Gastí Sun, al encomendar, escribiéndola en un pergamino, la misión a Hamit, se preocupó de inventar lo que este y quien lo acompañara pudieran necesitar, guardando cajitas en una mochila donde todo lo imprescindible para el viaje iniciático y redentor llegase a buen fin, allí cabía todo. Solo bastaba desearlo con fuerza, metáfora para otras cosas. Una mochila mágica.

[cita tipo=»destaque»]Los personajes adquieren su fuerza de protección no con invocaciones directas al Dios cristiano, sino a las fuerzas originales, a aquella luz primordial, fuente de la vida, la fuerza del amor que mueve el universo; y a la presencia de criaturas encargadas de velar por cada uno, ángeles, que trasmitirán a los jóvenes aventureros y aprendices la sabiduría del camino espiritual.[/cita]

En el trayecto deberán enfrentar a Zebub, el Señor Oscuro, y a los seres de ese mundo de tinieblas. Zebub, “que era músico y había estado a cargo de los coros celestes antes de su rebelión”, en una asociación con el ángel rebelde Luzbel, sabe de la misión de los jóvenes y querrá impedirla. Hay mucho en juego. En el trayecto los muchachos se enfrentarán a las fuerzas del Mal, vivirán diversas aventuras, irán conociendo lugares y seres cargados de simbolismo: la montaña, las cavernas, una noche de Festival, amistades que surgen también en el “camino de la vida”; vivirán una batalla en que enfrentan a las fuerzas de Zebub, avanzando hacia la ciudad de Tiago, específicamente a una Biblioteca donde podrán consultar los textos que tienen la respuesta al objeto de su misión. Pero hasta aquí, es la reseña del clásico libro de fantasía épica, del motivo del viaje, donde los protagonistas, que encarnan el Bien, se ponen en camino tras una misión, por territorios desconocidos y las más de las veces hostiles, ¿qué lo hace distinto entonces, además de los matices obvios de historias similares en esencia pero diferentes en su acontecer? Los personajes están ambientados en Chile, los paisajes nos resultan conocidos, otros personajes son “gente de la tierra”, mapuche, con su sabiduría ancestral. Los personajes adquieren su fuerza de protección no con invocaciones directas al Dios cristiano, sino a las fuerzas originales, a aquella luz primordial, fuente de la vida, la fuerza del amor que mueve el universo; y a la presencia de criaturas encargadas de velar por cada uno, ángeles, que trasmitirán a los jóvenes aventureros y aprendices la sabiduría del camino espiritual.

Este es un libro de aventuras, fuertemente arraigado en lo valórico, en lo atemporal y en la actualidad, en la búsqueda de la trascendencia, en las lecciones de los seres más avanzados en el camino del espíritu, que nos enseñan a “pulir el diamante interior”. El autor, que es sacerdote agustino, tiene el propósito de narrar las aventuras de muchachos de alma grande tratando de alcanzar lo que significará la felicidad propia y la de los demás, pero va más allá. Después de la batalla entre las fuerza del Mal y del Bien, de la enseñanza de quienes nos protegen, los ángeles, está la visita al monasterio de la Orden de Las Puertas, donde permanecen bastante tiempo hasta que se den las condiciones para que se abran las bóvedas que guardan el secreto buscado, los muchachos están en manos de verdaderos maestro espirituales que se han mantenido inmunes y críticos al mundo del consumo, del egoísmo, del vivir ensimismados en una frágil y engañosa alegría, avanzados en el camino espiritual y del conocimiento.

J.C. Ayala sorprende con su poderosa imaginación, la sincronía de lo universal con lo autóctono, la fuerza de su relato, la capacidad de crear códigos lingüísticos propios, y eso que no se alcanza por el solo hecho de escribir: la experiencia espiritual, la vivencia de la interioridad, la sabiduría de lo humano. Esto requiere tiempo, su propio viaje interior, la odisea hacia el corazón. Un libro edificante, quizás emparentado con la búsqueda de la piedra filosofal, del Santo Grial: la búsqueda chilena del Paraíso perdido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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