Un libro íntimo, de “versos atrevidos”, un canto al amor grande, liberado, al amor que es viento que arrasa, torrente desbordado, llama que incendia, entendamos o no la poesía. Un delicado y potente libro de Guadalupe Becerra Quezada, desde el “amor grande”, desplegándose. Amor rebelde contra cualquier encierro o límite; contra cualquier reduccionismo de su “inmensa llamarada” “…ya no eres, ni soy,/ somos”, “… “y somos un solo ser”.
La poeta Guadalupe Becerra Quezada, Guadalupe de Loncoche, su tierra natal, recientemente galardonada con el Premio a la Trayectoria Cultural, otorgado por la Sociedad de Escritores, Filial Gabriela Mistral, Coquimbo, publicó este inspirado libro en septiembre de 2020.
Son alrededor de 80 poemas de amor, mezclando la ternura y el erotismo, los afluentes de este cuando es real y no imaginado ni idealizado.
Me referiré a la ternura, qué otra cosa puedo decir primeramente de versos como estos: “Traigo una canasta/ de soles/ para tu corazón sombrío” (Soles); “La gota incansable/ encontró el corazón de la roca” (La gota); “Relámpagos encienden/ nuestra soledad” (Relámpagos); “En el frío del silencio,/ tus pupilas en mí/ despiertan mi corazón” (Silencio). “Sin culpas vivimos/ cómplices al sol/ y las estrellas” (Cómplices).
Me detengo aquí en la belleza y sencillez de las imágenes y en la verdad que trasuntan los poemas; breves, pero proyectados a una dimensión que interpela de los límites del amor. Una canasta de soles para un corazón sombrío (el del amado); la gota que sabe llegar al corazón de la roca (el corazón del amado), son imágenes que comunican la hermosura del amor, cuya experiencia o es sublime, o es amarga o casi nada. Esto último es lamentable, es el “amor pequeño” en oposición al “amor grande”, a la pasión que este puede insuflar (en este caso, otoñal). La poeta expresa su amor bellamente, rodea al ser amado de soles, su corazón es cómplice de todo él y de todo lo de él.
No intento, por cierto, explicar ni transmitir la vivencia de amor presente en estos poemas (apenas una glosa), sino solo aspiro a dejar pasar por el cristal propio el reflejo de este poemario.
Desde la ternura vamos al erotismo, en poemas algo más extensos, en que el amor es un viento arrasador e incontenible; el amor que encarna su espíritu en la experiencia del amor sensual, del amor sexual, con toda la fuerza de quienes se buscan y se encuentran, movidos por las mismas fuerzas que chocan y se fusionan, que cortaron la alambradas de las pasiones contenidas.
“Pasional otoño”, desde la experiencia ya del amor maduro para alcanzar una plenitud compartida. “Huelo que vienes,/ mis labios palpitan./ Toda la geografía/ de este cuerpo,/ espera que recorras sus caminos,/ sábanas agitan sensaciones,/ envueltos en deseo/ se encienden venas,/ ya no se detiene/ este caudal ardiente./ Seremos cenizas/ volando en sueños”(Cenizas). El amor “quevediano”, que se proyecta con su eternidad del instante hasta la eternidad definitiva de cenizas enamoradas, sea esta cierta o no. Citamos otro poema: “Por mi territorio vas/ buscando lo infinito;/ en caliente surco,/ se derrama tu ansiado cuerpo,/ mi bosque en llamas/ te pide gozar/ y padecer este delirio” (Territorio).
La poeta suelta la barca del amor y se deja llevar. El mar estará calmo o proceloso. Tal vez los lleve allá donde todo es “lujo, calma y voluptuosidad”, no está dispuesta a otra cosa sino a la libertad del amor que se despliega en los cuerpos entrelazados.
Los poemas son de una sencilla factura, pero son canto y son verdad. Y eso importa en poesía. Una cuerda tensa. Una voz que canta a la vida, al amor erótico, al amor de la ternura, de la fugacidad y de la eternidad.
Un libro íntimo, de “versos atrevidos”, un canto al amor grande, liberado, al amor que es viento que arrasa, torrente desbordado, llama que incendia, entendamos o no la poesía. Un delicado y potente libro de Guadalupe de Loncoche, desde el “amor grande”, desplegándose. Amor rebelde contra cualquier encierro o límite; contra cualquier reduccionismo de su “inmensa llamarada” “…ya no eres, ni soy,/ somos”, “… “y somos un solo ser”.
Un poemario que es, tal vez, el homenaje a un amor recíproco en clave de poesía.