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Ariel Dorfman, embajador de la memoria: “El estallido probó la imposibilidad de enterrar un pasado insurgente” CULTURA

Ariel Dorfman, embajador de la memoria: “El estallido probó la imposibilidad de enterrar un pasado insurgente”

Este miércoles, el artista fue nombrado “embajador de la memoria” por el Museo de los Derechos Humanos, en una ceremonia realizada en Santiago. En la ceremonia, el autor de “La Muerte y la Doncella” y de muchas otras obras que cruzan la novela, la poesía, la dramaturgia, el ensayo y las columnas periodísticas agradeció el reconocimiento y fijó en una foto tomada en una Comisaría de Argentina, en su primer día de exilio, el momento en que comenzó su lucha contra el olvido. Hoy, reflexiona con emoción que muchas imágenes, canciones y personajes del pasado fueron recogidos durante el estallido social “No hubiera sido posible esa resurrección de no ser por tantos que arriesgaron la vida, a menudo la perdieron, para que futuras generaciones pudieran recurrir a ese pasado para inspirarse”. Junto con entusiasmarse con esas restauraciones, el “embajador de la memoria”, advierte que es “indispensable pensar en las lecciones que nos deja la derrota de la Unidad Popular, asegurarnos de no repetir esos errores, particularmente ahora que tenemos un gobierno que responde a similares sueños emancipadores y urgencias. Es bueno que el pasado se recuerde, pero es necesario también comprenderlo, estudiarlo, discutirlo, hacerlo carne e inteligencia”.


El escritor Ariel Dorfman fue nombrado “embajador de la memoria” por parte del Museo de Derechos Humanos, en una ceremonia realizada este miércoles en Santiago.

Dorfman (Buenos Aires, 1942) se hizo mundialmente famoso por la pieza teatral La muerte y la doncella, estrenada en Chile en 1991, sin mayor impacto, pero elevada a los años siguientes al estatus de obra maestra tras su estreno en Royal Court Theatre  de Londres y en Brodway, donde el papel principal fue interpretado por Glenn Close.  Pero ni fue hasta 1994 cuando la obra fue conocida en todo el mundo tras ser llevada al cine por Roman Polanski y protagonizada por Sigourney Weaver, Ben Kingsley y Stuart Wilson.

El escritor llegó a Chile en 1954, a los 12 años. Estudió Literatura en la Universidad de Chile y publicó “Cómo leer al Pato Donald” junto a Armand Mattelart, un libro que analiza el discurso del famoso cómic estadounidense, en 1971, en plena Unidad Popular. Tras el golpe militar abandonó el país en 1973. Regresó por poco tiempo en 1990 y luego se radicó en Estados Unidos.

En un ejercicio lúdico por fijar un momento exacto en que comprendió que una de las responsabilidades que lo acompañaría de por vida sería preservar la memoria de los horrores que se vivieron en Chile durante la dictadura, Dorfman mostró en la ceremonia una fotografía suya, a cuerpo completo, que le tomaron en una comisaría de Argentina en su primer día de exilio. “¿Por qué no fue una foto de medio cuerpo? No sé. Tal vez querían recordarme entero”, bromeó.

Durante el emotivo reconocimiento, que fue acompañado de saludos de Antonio Skármeta, Rául Zurita y de Jaime Gazmuri y de un perfil literario realizado por el novelista Arturo Fontaine, el autor aprovechó de dar lectura a uno de sus poemas más célebres: Testamento

Cuando te digan
que no estoy preso,
no les creas.
Tendrán que reconocerlo
algún día.
Cuando te digan
que me soltaron,
no les creas.
Tendrán que reconocer
que es mentira algún día.
Cuando te digan
que traicioné al Partido,
no les creas.
Tendrán que reconocer
que fui leal algún día.
Cuando te digan
que estoy en Francia,
no les creas.
No les creas cuando te muestren
mi carnet falso,
no les creas.
No les creas cuando te muestren
la foto de mi cuerpo,
no les creas.
No les creas cuando te digan
que la luna es la luna,
si te dicen que la luna es luna,
que esta es mi voz en una
grabadora,
que esta es mi firma en un papel,
si dicen que un árbol es un árbol,
no les creas,
no les creas
nada de lo que digan
nada de lo que te juren
nada de lo que te muestren,
no les creas.
Y cuando finalmente
llegue ese día
cuando te pidan que pases
a reconocer el cadáver
y ahí me veas
y una voz te diga
“Lo matamos
se nos escapó en la tortura
está muerto”,
cuando te digan
que estoy
enteramente absolutamente
definitivamente
muerto,
no les creas,
no les creas,
no les creas,
no les creas.

La importancia del Museo de la Memoria

– ¿Cómo recibe el nombramiento como embajador de la memoria del Museo de Derechos Humanos?

– Al principio, cuando me contactó Francisco Estévez, el director del Museo, para avisarme del nombramiento, me pareció sorprendente y enteramente inesperado, ya que siempre consideré que rescatar y defender la memoria de las víctimas de la dictadura era algo natural para mí, una misión a la que me dediqué sin jamás anticipar reconocimiento alguno.

Pero enseguida me di cuenta, cuando compartí la noticia de esta distinción con mi mujer y compañera del alma, Angélica, de que, en efecto, me he pasado la existencia, desde que salí al exilio a fines de 1973, en la feroz determinación de que no hubiese olvido, ni de los ultrajes y crímenes de la dictadura ni de las voces de quienes resistieron y sufrieron ni tampoco de lo que vivimos durante el proceso de liberación del gobierno de Allende.

Esto, en mi trabajo de solidaridad, en mis comentarios periodísticos que se publicaron en los diarios más importantes del mundo, así como por medio de mis obras de teatro, películas, novelas, cuentos, poesía, ensayos, memorias, hasta en un libro infantil. Tengo que suponer, por lo tanto, que no es tan sorprendente esta distinción.

– ¿Cuál es la importancia de la existencia de este Museo en Chile?

– Su mera existencia es una gran victoria del pueblo chileno, una maravilla como edificio y proyecto, que llama la atención de tantos visitantes extranjeros. El hecho de que el Estado chileno – en representación de todos nosotros – haya creado ese sitio de memoria y reflexión es fruto de una lucha colectiva – y de muchos individuos empecinados – contra el olvido, la muerte y la mentira.

Deberíamos celebrar más el haber llevado a cabo tal hazaña, especialmente porque es este mismo impulso para recordar, a no dejar que el negacionismo domine nuestra conciencia nacional, que explica, en parte el triunfo de Gabriel Boric y la contundente derrota de Kast. Es decir, el Museo es parte de la supervivencia intelectual y emocional de nuestra nación.

Obra y memoria

– El tema de la memoria ha atravesado su obra, incluido su último libro. ¿A qué se debe esa preocupación suya por la memoria? ¿Por qué es importante la memoria?

– Me alegró mucho que este reconocimiento viniera justamente cuando acabo de publicar Apariciones, una novela cuyo tema central es la memoria de crímenes que no han sido recogidos por la historia pero que rondan a su joven protagonista que amanece un día con fotografías de su rostro poseídas por un miembro misterioso de un pueblo originario.

Como se trata de una novela de misterio – el joven y su pareja tienen que encontrar la identidad de ese hombre-, no quiero revelar acá la respuesta al enigma, pero valga que mi narración termina en Punta Arenas – lo que me encanta, que yo haya imaginado una historia que tiene un desenlace en la tierra patagónica de nuestro nuevo Presidente.

En cuanto a por qué la preocupación por la memoria, me extraña que no sea obsesión de todos. La memoria nos hace y deshace, nos enamora y destruye, nos crea y recrea. Es tan esencial como la noche y el sol.

Estallido

– Uno de los elementos del estallido de 2019 fue, por ejemplo, el retorno de canciones como “El pueblo unido”, la realización de una nueva versión de la canción “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara por artistas contemporáneos, o la reaparición de la figura de Allende en los muros de Chile de diversas formas. ¿Cuál es el vínculo entre la memoria y el estallido social chileno?

– Me emocionó mucho ver esos retornos, lo que probaba la imposibilidad de enterrar para siempre un pasado insurgente – no hubiera sido posible esa resurrección de no ser por tantos que arriesgaron la vida, a menudo la perdieron, para que futuras generaciones pudieran recurrir a ese pasado para inspirarse.

El estallido se alimenta de esas imágenes, palabras, cicatrices, esperanzas, pero como lo he escrito, también de siglos de lucha que, para la mayoría de los participantes, no eran tan relevantes ni inmediatos como, por ejemplo, las canciones de Víctor, pero que son igualmente parte de una tradición que nunca se ha perdido del todo.

Junto con entusiasmarme por estas restauraciones, noto que no basta con enarbolar la figura de Allende, también es indispensable pensar en las lecciones que nos deja la derrota de la Unidad Popular, asegurarnos de no repetir esos errores, particularmente ahora que tenemos un gobierno que responde a similares sueños emancipadores y urgencias. Es bueno que el pasado se recuerde, pero es necesario también comprenderlo, estudiarlo, discutirlo, hacerlo carne e inteligencia.

Kast y negacionismo

– En las últimas elecciones presidenciales, el candidato José Antonio Kast, que niega o minimiza las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura de Augusto Pïnochet, pasó a segunda vuelta y obtuvo 44% de los votos. ¿Qué significa esto, en relación a la memoria?

– Significa que la batalla por la verdad no ha terminado. Amigos extranjeros me dicen cómo es posible que haya sacado tantos votos un hombre tan retrógrado como Kast (no sólo admira a Pinochet, sino que sus posiciones igualmente cavernarias respecto a las mujeres, los pueblos originarios, el sistema capitalista salvaje, bueno, ¿para qué seguir?). Mi respuesta: miren a Trump, a Bolsonaro, a Erdogan. Kast es parte del mismo fenómeno de crisis de la democracia y las tentaciones autoritarias. Es una advertencia a todos, como lo es que en el país hermano de Nicaragua que vivió una gloriosa gesta Sandinista, el seudo-sandinista Daniel Ortega pueda traicionar esos ideales y convertirse en un dictador.

– En su opinión, ¿cómo ha evolucionado el tema de la memoria en Chile, desde 1990 a la fecha?

– Esto da para largo y lo he examinado a fondo en varias obras mías post 1990 que no tuvieron repercusión en Chile, aunque han impactado en muchos otros idiomas. La más notoria de esas obras es La Muerte y la Doncella, pero esa, por lo menos, por su éxito en el extranjero, se conoce en Chile y se re-estrenó, amén del film de Polanski.

Peor suerte le tocó a la novela, La Nana y el Iceberg, en que alguien quiere hacer estallar (utilizo precisamente esa palabra) el témpano que van a llevar a Sevilla (y desnudar, por tanto, las ilusiones jaguarísticas y frígidas del Chile en 1992). Utilizo esa amenaza para hacer una crítica a la transición y el modo en que demasiados creyeron que olvidar el pasado era necesario para la paz social.

También pasaron desaparecidas unas memorias, Entre Sueños y traidores, en que narro las razones por las cuales me fui de Chile a fines de 1990 después de que nos instalamos acá después de años de exilio. Pero si tengo que rescatar un libro que recomiendo a los lectores, sería uno de viajes, que se llama, significativamente, Memorias del Desierto, que se acaba de reeditar en España. Pido perdón por las auto-referencias, pero me es imposible resumir aquí lo que he trabajado prolongadamente y con tanto esmero en mi literatura. Siento que, a partir de la revuelta del 2019, hay de nuevo un espacio para estas visiones transgresoras mías.

Medida para el futuro

– ¿Qué medidas deberían tomarse en Chile, a su juicio, para seguir avanzando en el tema de la memoria?

– Reforzar la labor del Museo y de tantas organizaciones no gubernamentales y movimientos sociales que han estado en esta tarea durante años es indispensable, pero no va a tener un efecto suficientemente masivo sino un cambio muy profundo en la educación, tanto en cuanto a enseñar la historia verdadera y no mítica, de Chile y América Latina, como en el énfasis en los derechos humanos.

Y si se me permite una sugerencia que pudiera parecer estrafalaria: invertir en la poesía. Son nuestros poetas los que ya han revelado el Chile multitudinario y contradictorio, los poetas los que indagan incesantemente en la memoria desafiante y escondida y la hacen palabra permanente. Ya es un signo de aliento que el Presidente electo esté citando a Lihn y Tellier. ¡Un Presidente que ama la poesía! ¡Vaya un símbolo de un nuevo Chile!

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