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La rendición espiritual de Jack Kerouac CULTURA|OPINIÓN Crédito: Tom Palumbo.

La rendición espiritual de Jack Kerouac

Sergio Sepúlveda A.
Por : Sergio Sepúlveda A. Sergio Sepúlveda A. Profesor Escritura Creativa PUCV
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A 100 años del nacimiento del escritor más icónico de la Generación Beat, es necesario revisar su obra fuera de la leyenda publicitaria que lo muestra como un escritor maldito en constante borrachera. Mientras “En el camino”, los sueños de libertad y rebeldía marcaban el tránsito de un grupo de jóvenes que vagaban por la Ruta 66 en Estados Unidos, en “Big Sur”, su novela más poética y profunda, se ve al escritor hastiado de los beatniks, cansado de la fama y de los vicios del mundo.


“Sacaré el boleto y diré adiós en un día lleno de flores y dejaré atrás San Francisco y volveré a casa a través del otoño de Norteamérica y será como si fuera el principio”, escribe Jack Kerouac (1922-1969) en la parte final de “Big Sur” (1962), novela ambientada en la localidad costera del mismo nombre en California y que narra los efectos de la fama y de los excesos en el autor más icónico de la Generación Beat.

Cuesta pensar que hace 100 años, un siglo pasa volando dicen, haya nacido Jack Kerouac. También es extraño cuando dejamos a un autor a un costado durante tanto tiempo. Jamás pensé en volver a Kerouac, lo reconozco. Muchos de sus poemas me parecían faltos de sustancia y “En el camino” (1957), un ensueño juvenil con tanta fuerza e inocencia que me desgastaba. Ni hablar de los mitos que rodeaban su figura. Las fiestas que no terminaban, las camionetas a toda velocidad por la carretera, de que escribió “En el camino” en tres semanas y en un solo rollo de papel a la velocidad de un Ferrari, y un largo y tedioso etcétera.

Alguien decía que las vidas de los artistas suelen ser aburridas y monótonas. Si un escritor publica una decena de libros, es muy posible que se haya restado de vivir una cantidad considerable de tiempo. John Martin, editor de toda la vida de Bukowski, decía que jamás lo había visto ebrio en 30 años y que le constaba que escribía sin parar en el tiempo que le quedaba libre.

Con aspecto de jugador de fútbol americano en delirium tremens o de Don Draper, Mad Men, sin traje ni agencia publicitaria, Kerouac abrió el camino a un puñado de escritores que se formaban en el margen de las ciudades. Gracias a su repentino éxito, se dieron a conocer obras fundamentales del movimiento como “Naked Lunch” de William Burroughs y el poema “Howl” de Allen Ginsberg.

Católico y en busca de Dios, como diría el propio autor, “En el camino” era una apología a la vida como una carretera, a la locura, al alcohol como vía de una sabiduría escondida. Recitaba el pobre Jack su frase más citada-tuiteada y naif, cliché hasta el cansancio: “La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo…” y otro largo, larguísimo etcétera.

Nada más lejano de “Big Sur”, donde aquellos locos que decía admirar y seguir, se convierten en idiotas y poetas estúpidos, en una molestia constante. Dice el viejo Jack en un pasaje: “basta de excesos y disipación, ha llegado el momento de que me dedique a contemplar tranquilo el mundo e incluso gozar de él, primero en bosques como éste, y luego hablar y caminar serenamente entre la gente del mundo, basta de alcohol, basta de drogas, basta de fiestas, basta de encuentros con beatniks y borrachos y heroinómanos y todos los demás”.

El tiempo recobrado

Ambos libros son una respuesta y funcionan como una unidad. La fuerza narrativa de “En el camino” se impone por el ritmo vertiginoso de la juventud y la búsqueda de significado, mientras que “Big Sur” lo hace por la introspección, la aceptación del catolicismo y por la conciencia de lo transitoria que es la vida.

Somos finitos en la rutina de nuestros días y Jack lo esboza en una soledad que abraza con determinación: “El mundo seguirá siendo lo que es, algo variable y transitorio, pero verdaderamente perfecto considerando en perspectiva, y no hay nada de qué quejarse – También las rocas del valle tuvieron ancestros rocosos, hace billones de años y no han dejado aullidos de lamento… y miro el valle y me doy cuenta de que tengo que prepararme el almuerzo y que no será muy distinto del almuerzo de aquellos hombres antiguos”.

“Big Sur” es la resignación ante una vida ya vivida y la rendición de un individuo que ha aceptado el silencio y lo fugaz de la existencia. Kerouac tenía 40 años cuando la publicó y moriría siete años después producto de una hemorragia interna producto del constante consumo de alcohol. En una de sus últimas entrevistas agradeció la compañía y respondió que se sentía extremadamente solo. Hay algunas fotografías donde tiene la mirada perdida o donde está acompañado de alguno de sus gatos. Quizás aún disfrutaba del jazz y del blues. Sobre su vida, el viejo Jack una vez afirmó con seguridad que su “obra se reduce a un libro vasto, como el de Proust, con la diferencia de que mis recuerdos están escritos inmediatamente y no después en una cama de enfermo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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