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Filósofo estadounidense Anthony J. Steinbock de visita en Chile: «Lo ‘ecológico’ no es un apéndice a la experiencia humana» CULTURA

Filósofo estadounidense Anthony J. Steinbock de visita en Chile: «Lo ‘ecológico’ no es un apéndice a la experiencia humana»

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Llegó al país para participar, el lunes y martes, en el Coloquio internacional sobre Fenomenología y Generatividad de la Universidad Diego Portales. Es uno de los fenomenólogos más reputados del pensamiento contemporáneo y ha publicado trabajos centrales para el desarrollo de la especialidad.


Una visita inédita a Chile ha realizado el destacado filósofo estadounidense Anthony J. Steinbock.

El intelectual llegó al país para participar, el lunes y martes, en el Coloquio internacional sobre Fenomenología y Generatividad de la Universidad Diego Portales.

El profesor es uno de los fenomenólogos más reputados del pensamiento contemporáneo y ha publicado trabajos centrales para el desarrollo de la fenomenología.

Su obra Home and Beyond (1995) abrió una nueva dimensión en esta tradición filosófica, como es la fenomenología generativa. Preside además un importante centro de fenomenología en Nueva York y dirige la colección más prestigiosa de pensamiento fenomenológico que publica en idioma inglés, en la editorial Northwestern University Press.

Primera vez en Chile

Aunque no es su primera visita a América Latina, sí es la primera a Chile, revela el académico.

Steinbock fue invitado en el contexto de una conferencia dedicada a ciertas ideas que exploró en su libro recién traducido al español, Home and Beyond: Generative Phenomenology after Husserl [Mundo familiar y Mundo ajeno, trad. por Rocío Garcés Ferrer y Andrés Alonso Martos (Ediciones Sígueme, Salamanca, 2022)], así como el lanzamiento simultáneo de un trabajo más reciente aparecido en nuestro idioma, sobre la fenomenología y las emociones, titulado Emociones Morales: El clamor de la evidencia desde el corazón, trad. por Ignacio Quepons (Barcelona: Herder, 2022).

En cuanto a los filósofos chilenos, revela que conoció y trabajó brevemente con Francisco Varela, y señala que conoce el trabajo de Alejandro Vallega.

Definición

Steinbock describe la fenomenología como una filosofía de la existencia como coexistencia que investiga el sentido y nuestro papel en la constitución del sentido.

«Es un estilo de filosofía, y no una escuela particular de pensamiento; está en principio abierta a todas las cosas o temas, sin importar cómo se dan en sí mismas, y sin importar si se ajustan a categorías preconcebidas. En virtud de esta apertura a todos los fenómenos, a sus modos únicos de donación, la fenomenología es inherentemente interdisciplinaria, sin ser una filosofía que se aplique a temas ‘fuera de la filosofía’, es decir, sin intentar ser interdisciplinaria. Se esfuerza por hacerlo, sin prejuicio, y al menos con la exigencia de preguntar críticamente por aquellos prejuicios que uno pueda tener por verdaderos. Trabaja desde la experiencia, dentro de los contextos históricos, y trata la crisis como un punto nodal de cuestionamiento, crítica y práctica”.

¿Cuál es el papel de esta especialidad en la filosofía de hoy?

«Esa es una pregunta difícil, porque la fenomenología hoy no tiene solo un único papel principal», responde.

«En general, se refiere al problema de la evidencia, que, como podemos ver hoy, simplemente en términos de aceptar elecciones democráticas, es una cuestión problemática. Pero una aproximación fenomenológica al sentido nos permite vivir más plenamente, al ayudarnos a pensar, y pensar críticamente. Sin embargo, esto no descarta otra dimensión relacionada de la experiencia humana personal, que ha sido excluida en el pasado desde la perspectiva de la evidencia. Tiene su propio tipo de conciencia cognitiva, discernimiento crítico, y donación de evidencia; la fenomenología provee acceso a temas del corazón, cómo sentir y sentir con discernimiento», explica.

Esto no quiere decir que la racionalidad sea de alguna forma insignificante. Es una forma de evaluar críticamente nuestras experiencias y pensamientos, asevera.

«Sin embargo, el dualismo entre racionalidad y sensibilidad ha tendido a desplazar el ‘corazón’ al lado de la pura sensibilidad, a mantener que el corazón es vacío de espíritu, y a supervisar las operaciones del corazón asegurándose de que están bajo el correcto tutelaje de la razón. De esta manera, se ha permitido que colonice el corazón por lo que respecta a la evidencia y el devenir espiritual de la persona y las relaciones sociales», añade.

Para el especialista, este dualismo ha tenido implicaciones y consecuencias desastrosas cuando la racionalidad queda asociada con lo humano, lo masculino, el adulto, el blanco, el progreso, el avance, el sentido, la historia, etc., y todo lo demás –lo no-humano, los niños, las mujeres, las razas “no-blancas”, etc.– es o sospechoso, insignificante, peligroso, o se vuelve significativo al alinearse a ese modelo de racionalidad.

Problemas actuales

Respecto a cómo la fenomenología enfrenta temas como el cambio climático, el auge de las ultraderechas y la intolerancia, para el filósofo son cuestiones vinculadas.

«Con respecto a la persona humana, no es posible tratar la dignidad personal o humana sin ‘algo’ que abarque, funde y revele una dimensión de receptividad y una dimensión de servicio», expresa.

«La cuestión entonces se refiere a cómo la dignidad humana –o personal– pueda brillar de tal forma que podamos ponernos a disposición de las víctimas de la brutalidad, acompañándolas en el sendero de co-sanación, o lo que otros han llamado el proceso de acompañamiento –el proceso de estar presentes con ellas y afianzar su personalidad–. El acompañamiento es un modo de hacer partícipe al otro, ya sea que el otro sea la tierra o una presencia radicalmente personal. En este último caso, es un proceso de estar presente en un viaje con ellos», detalla.

El especialista recuerda que Paul Farmer (en conversaciones con Gustavo Gutiérrez) escribe que esto implica humildad, porque siempre hay una dimensión de misterio experiencial y apertura en acompañamiento, donde las teorías, los objetivos claros y los planes bien definidos con frecuencia quedan en nada, al aplastar la dimensión creativa y única de la persona en el proceso de devenir. De ahí la expresión judía de que salvar una vida es salvar un mundo; acabar con una vida es acabar con un mundo.

«Lo que he llamado anteriormente ‘el discernimiento del corazón’ incluye una dimensión interpersonal aún más llamativa. Farmer añade que el proceso de discernimiento es difícil y rara vez directo; escuchar con atención, profundamente, con atención reverencial, es extremadamente exigente, no solo por el misterio de la persona involucrada, sino por el sufrimiento social. Porque puede ser inspirador, así como doloroso; sorprendente, así como mundano», subraya.

Cuestionamiento

En este sentido, Steinbock se hace varias preguntas.

«¿Qué podría interrumpir la perpetración de la violencia desde el principio? ¿Qué es lo que pone en cuestión la humillación o degradación de otra persona, sin importar las circunstancias? ¿Qué es lo que hace que, en lugar de convertir a la pobreza misma en un tema central, obliga a alguien a unirse a otros en la pobreza? ¿Qué es lo que nos obliga a dejar de intentar convencer a los otros de que nosotros tenemos la verdad y ver espontáneamente que esa ‘verdad’ está en la otra persona? ¿Qué es lo que se nos da en la presencia del otro para que le demos nuestra atención, incluso sin entender una palabra de lo que diga? ¿Qué es lo que hace que pongamos nuestra atención en esa persona, de manera que podamos de entrada confiar y ‘servir’ antes que traicionar e imponer un poder sobre ella?», se cuestiona.

«Las emociones nos dan la clave. Al apoyar incluso la tolerancia de las creencias religiosas de los otros y nuestra orientación hacia su dignidad, se vuelve más profunda la presencia interior del suelo en que descansa el amar. ‘Lo que falta’ –por usar la expresión de Habermas– solo puede surgir de la base de presencia positiva, incluso si no tenemos los medios apropiados para describir dicha presencia», asegura.

«Al prestar atención a lo que se revela en las emociones –en emociones como confianza, vergüenza, culpa, orgullo, esperanza, etc.–, podemos descubrir un ‘suelo’ que incluye esta estructura relacional, arraigada en el amar. La autorrevelación de la otra persona está ‘en lo alto’ –dispuesta para el florecimiento y la expansión, y no bajo mi poder o a mi disposición; cuando vamos hasta su fundación, siguiendo el movimiento infinito del amar, es delimitante, redentor. Estar abierto a las creencias de los otros significa estar abierto a la esfera que trasciende al otro humano tal y como está dado ‘en’ y ‘a través’ del otro humano, así como a otros distintos a los humanos», explica.

«Uno de los resultados de esto es la conciencia de que ‘lo político’ no está aislado de otras dimensiones de la existencia; lo ‘ecológico’ no es un apéndice a la experiencia humana; lo ‘religioso’ no es una esfera que se encuentra por sí misma al margen, etc. Lo político es plenamente parte del juego interhumano de prácticas discursivas y relaciones de poder que se articulan y vienen a articular la sociedad civil. Pero lo político no es meramente ‘político’, así como ‘lo ecológico’ no es meramente ecológico. En el centro de la experiencia hay una indicación que apunta más allá de sí misma. Y este ‘más allá’ es precisamente lo que se ha perdido, aunque haya sido asumido en el secularismo. Dicho con mayor concreción, esta indicación que apunta más allá de sí misma es el amar, un movimiento que atraviesa todo. Podemos demarcar niveles de coexistencia humana, como la política, la sexual, la social, la económica, etc., y estos estratos se han revelado a sí mismos de una forma única a través de la creatividad humana en la esfera ‘moral'», concluye.

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