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“Mi Escuela Rural”: serie de televisión documental revelará la diversidad de la educación rural en Chile CULTURA

“Mi Escuela Rural”: serie de televisión documental revelará la diversidad de la educación rural en Chile

Alejandra Fritis, creadora de “Mi Escuela Rural”, se inspiró en su trabajo como educadora artística en escuelas rurales a lo largo del país desde el año 2016. En el Día de la Educación Rural, su creadora adelanta que la serie se emitirá en el canal La Red y que fue posible gracias al financiamiento del Fondo del Consejo Nacional de Televisión.


Hace ocho años la cineasta Alejandra Fritis comenzó a trabajar como educadora artística con niños, niñas y profesores en escuelas rurales, y se fascinó con ese mundo.

Ese fue el punto de partida para crear el proyecto “Mi Escuela Rural”, una serie de televisión documental que tendrá 8 capítulos de 52 minutos, cada uno dedicado a un territorio diferente, desde el Altiplano a la Patagonia, mostrando 8 universos culturales donde se desarrolla la educación rural en Chile.

Esta serie, que será transmitida por el canal La Red, es financiada por la Línea Programas de Procedencia e Interés Regional del Fondo del Consejo Nacional de Televisión 2021.

Origen

La idea de este proyecto se remonta entre los años 2016 y 2019, periodo en el que Alejandra Fritis llevó a cabo decenas de talleres en escuelas rurales en el Archipiélago de Chiloé y en muchos otros lugares de Chile, haciéndose una gran conocedora de la educación rural en los territorios nacionales, reafirmando la idea que las escuelas rurales entregan una educación más personalizada, imparten educación multigrado, donde en una misma aula interactúan niños y niñas de diferentes edades que se complementan en sus aprendizajes.

Son comunidades que más se asemejan a una familia ampliada que a un establecimiento educacional, son espacios que permiten que niños y niñas estudien en sus territorios con una enseñanza basada en sus propios contextos, y se erigen como centros comunitarios que mantienen vivo el tejido social de sus localidades.

La inspiración para hacer esta serie estuvo en la Escuela Rural Los Robles de Isla Chelin, en Chiloé.

“Allí comencé a hacer talleres artísticos audiovisuales en 2016. La primera vez que fui a la escuela hice el mismo recorrido que hacen los profesores y profesoras: los domingos en la tarde en el embarcadero de Castro, en Chiloé, se aborda una lancha de “recorrido” que luego de navegar 2 horas y 15 minutos arriba al muelle de Isla Chelin, desde donde hay que remontar 3 kilómetros para llegar a la escuela que está ubicada en el sector alto de la isla. Ahí las profesoras viven en una pequeña casa ubicada al costado de la escuela, donde deben permanecer de domingo a viernes para poder llevar a cabo su trabajo, lejos de sus familias. Desde el principio me impresionó el esfuerzo que ellas hacen, pero mi admiración fue mayor cuando vi el cariño y dedicación con que realizan su labor docente, porque sus estudiantes y la escuela son mucho más que un trabajo, son su vida”, cuenta Alejandra Fritis.

Cuando una escuela cierra

“Cuando una escuela se cierra, un pueblo muere” es el sentimiento que varios profesores y profesoras rurales transmitieron a Alejandra, ya que han visto cómo cada año escuelas rurales se cierran y pequeñas localidades empiezan a desaparecer junto a ellas “porque no hay más niños, por el despoblamiento producto de la falta de oportunidades de subsistencia, por el desplazamiento de población generado por monocultivos o desastres naturales, o por el estrechamiento entre el mundo urbano y rural”, aclara Alejandra.

Además, cuando se cierra una escuela, es casi imposible reabrirla, porque la Ley establece que para hacerlo se necesitan 25 estudiantes, lo que es impensable hoy en muchas localidades.

“Hay familias que no pueden retornar a sus lugares de origen porque no hay escuela para sus hijos, y es inaudito pensar en reunir 25 niños para poder reabrir la escuela que allí antes funcionó, se trata de disposiciones creadas a nivel central que no consideran las necesidades de la ruralidad y de la diversidad de nuestros territorios”.

Rol de docentes

Uno de los principales valores y símbolo de la resistencia de la educación rural son los profesores y profesoras rurales que han dedicado su vida a este tipo de docencia.

“Son ellos los protagonistas de esta serie, porque son quienes mantienen viva este tipo de educación. Si no hubiera profesores dispuestos a vivir lejos de sus familias, a viajar por tierra o mar durante horas para llegar a la escuela, a vivir semanas o meses en casas precarias a veces sin electricidad o agua potable, a hacerse cargo de necesidades materiales y emocionales de niños, niñas y comunidades, la educación rural ya no existiría”.

Por eso, la serie hablará acerca de 8 universos culturales y territorios donde se desenvuelven estos profesores y profesoras, y aquí les adelantamos una de esas historias.

Escuela aymara

En la comuna General Lagos, la más septentrional de Chile, existen actualmente ocho escuelas rurales.

La más numerosa es la Escuela Internado de Visviri con más de 30 estudiantes, la que cuenta con educación básica completa, internado y está ubicada en la localidad que hace de cabecera administrativa de la comuna.

Las 7 restantes se reparten en 2 sectores geográficos distantes. Las escuelas Cosapilla, Guacoyo, Chujlluta y Colpitas se ubican en el sector “carretera” cercanas a la ruta que conecta con Bolivia, contiguas a la frontera; las escuelas Ancolacane, Humapalca y Chislluma están en el sector “línea” en localidades que se desarrollaron en torno a la vía férrea del otrora tren Arica-La Paz, el que hoy no funciona, dejando a estas comunidades y a sus escuelas muy desconectadas del mundo.

Todas las localidades se ubican a más o menos cinco horas de distancia de Arica, se encumbran sobre los 4000 metros de altura, presentan temperaturas bajo cero casi todos los días, a excepción de Visviri, no tienen almacenes ni ningún tipo de servicio, generan electricidad por medio de placas fotovoltaicas, la mayoría deben ser abastecidas de agua por camiones aljibes, la cobertura telefónica celular de las compañías chilenas es errática, y la movilización colectiva -la micro- solo da servicio dos veces por semana entre Visviri y Arica. En ese contexto profesores, profesoras y estudiantes participan de la vida escolar en sus comunidades.

Tres nacionalidades

A las 7 escuelas de línea y carretera asisten entre 1 y 7 estudiantes por cada una, entre todas sumaban 28 alumnos en 2022. Los niños y niñas que a ellas acuden son de las tres nacionalidades del universo cultural aymara: chilenos, bolivianos y peruanos, la mayoría de ellos hijos de pastores que se dedican a cuidar ganado de alpacas, que es la casi única actividad económica de ese territorio.

La mayoría de las familias viven en “estancias” que son caseríos construidos para habitar cerca del ganado, por lo tanto varios niños y niñas caminan extensos trayectos para acudir a las escuelas que se ubican en los poblados, otrora lugares donde hubo mucha más población.

“En 2022 Davis, estudiante de la Escuela Chislluma, se movilizó diariamente entre la estancia donde reside, distante a 4 kilómetros de la escuela, en una bicicleta sin frenos en la que tardaba más de 1 hora de ida y luego de vuelta. En Chislluma, estudiaban el año pasado 2 niñas y 2 niños, uno de ellos Davis, pero por ser una escuela tan alejada, ubicada casi sobre la frontera con Perú, los profesores duran poco, y en los últimos 2 años, según lo relatado por los mismos niños, han tenido 10 profesores diferentes”, señala Alejandra.

Trabajo docente

Cada escuela tiene un profesor o profesora encargado, todos son de Arica. Viajan juntos desde la costa los lunes a las 5 AM, en vehículos proporcionados por el Servicio Local de Educación y llegan a las escuelas alrededor de las 10 de la mañana. Casi siempre los estudiantes los están esperando, porque la escuela es un espacio de aprendizaje y sociabilización muy importante para ellos, que viven en ese espacio geográfico tan inmenso y solitario.

Los profesores deben llevarlo todo desde Arica, tanto para la actividad pedagógica como para comer y satisfacer sus necesidades, porque allá no hay dónde comprar. Viven solos en las casas contiguas a las escuelas, cuando se van los niños no tienen con quién conversar y muchas veces el internet no funciona y tampoco pueden hablar con sus familias. Sólo están acompañados, a lo lejos, por las escasas personas que aún residen en los poblados.

En Ancolacane, estudian 2 niños y 2 niñas a cargo del profesor Manuel Ríos, quien trabaja desde 1984 en las escuelas de General Lagos y le quedan pocos años para jubilar. Como todos sus colegas en ese territorio, ha pasado por la mayoría de las escuelas de “línea” y “carretera”, y ya lleva 5 años instalado en Ancolacane, donde piensa va a terminar su tarea.

En la escuela trabaja como asistente de aseo, Paulina, quien también es pastora y madre de 3 de los estudiantes del establecimiento. Su hijo pequeño este año cursa segundo básico, su otra hija cuarto, y la más grande sexto, por lo tanto, el próximo año se verá obligada a emigrar para que su hija mayor pueda continuar sus estudios de séptimo básico. Aunque no le gusta la idea, se trasladará a Arica con sus 3 hijos, dejando atrás sus alpacas y sus perros, sacrificando ella y sus hijos su vínculo con su territorio ancestral, porque lamentablemente allí no hay mejores oportunidades para que sus habitantes sigan estudiando y viviendo en él.

Otras historias

Del mismo modo que en el Altiplano, “Mi Escuela Rural” registró historias de profesores y escuelas de la ribera sur del Lago General Carrera en la comuna de Chile Chico (Mallín Grande y Puerto Bertrand); de las islas de Chelín y Quehui en Chiloé; de sectores precordilleranos de la Región de Los Ríos; de territorios mapuche en Nueva Imperial y Teodoro Schmidt; de la cordillera de la costa maulina depredada por los monocultivos forestales; de la precordillera de Petorca asediada por la sequía; y de las caletas de pescadores y “huireros” de Atacama.

Más información sobre la serie aquí.


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