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Ante foco de infección en pingüinos, expertos advierten “no bajar la guardia frente a gripe aviar” CULTURA|CIENCIA

Ante foco de infección en pingüinos, expertos advierten “no bajar la guardia frente a gripe aviar”

Experto del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y PUC, Pedro Jiménez, destaca que si bien no hubo nuevos casos en planteles agroindustriales desde junio, durante la primavera y el verano pasados siguieron las detecciones de aves infectadas en el ambiente silvestre.


La reciente detección del virus de la influencia aviar en pingüinos y aves oceánicas por primera vez en el entorno de la península Antártica, reactivó la señal de alarma respecto del brote global que llegó a Chile a fines de 2022 a través de especies migratorias y que significó un desafío para la salud hasta ya entrado el invierno pasado.

Aunque la situación fue completamente controlada a nivel de planteles comerciales, la presencia del virus ha seguido siendo detectada entre la fauna silvestre, confirma Pedro Jiménez, investigador adjunto de Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y profesor asistente de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Pontificia Universidad Católica.

“En nuestros monitoreos de aves silvestres seguimos encontrando influenza aviar”, asegura. “Sigue habiendo brotes pequeños, pero confinados al área silvestre. Este año ha estado bastante más suave de lo que era el año pasado, ya que no se han visto grandes mortalidades, pero la gripe aviar no se ha ido”, puntualiza el científico, quien desde su laboratorio hace vigilancia activa del virus de la influenza aviar.

Nueva infección

El mayor temor de los especialistas era que se produjera una nueva temporada de influenza en el verano 2023-24 con la llegada de las aves migratorias desde Estados Unidos. Pero afortunadamente no se replicó con la intensidad de la temporada anterior.

“Nosotros estamos todos los años muestreando en Arica, que es donde está el humedal del río Lluta y hemos encontrado a partir de noviembre los primeros positivos, pero mucho menos que el año pasado”, detalla el experto.

Este año no solamente en Chile, sino también a nivel latinoamericano, la presencia de influenza aviar está mucho más atenuada. De hecho, según los registros oficiales, ha parado en todo lo que es la costa pacífica de Sudamérica, salvo algunos casos en Ecuador que se han registrado durante los últimos meses y unos pocos ahora en Brasil, dice Jiménez.

Pero si bien la presencia es mucho menor, lo preocupante es que el virus sigue circulando, por lo que el especialista reconoce que no se sabe bien qué va a pasar en el futuro.

“Puede desaparecer, tal como ocurrió el 2016 en su primera incursión a América, o establecerse. De hecho, nosotros hemos visto que ha mantenido su circulación durante el invierno y ahora nuevamente en verano, lo que nos hace pensar que hay un reservorio resistente en la naturaleza”, explica.

El problema es que esto podría llevar a una presencia permanente de esta cepa en Sudamérica, tal como ya ha ocurrido en el norte de África, en el Sudeste asiático, incluso en Europa, al encontrar las cepas algún reservorio resistente, donde pueden seguir circulando y mutando, por lo que Jiménez no descarta que pudiéramos empezar a tener estos estos eventos cada tres o cuatro años, igual como sucede en Europa.

“No hay que bajar la guardia. Es probable que siga habiendo a niveles muy, muy bajos, pero es una enfermedad que hay que estar monitoreando constantemente. Esto no es algo que se pueda dejar de monitorear, hay que seguir haciendo vigilancia epidemiológica, secuenciando y caracterizando las cepas que están circulando para saber cómo está evolucionando el virus”, recalca.

Aclara que no toma muestras directas de las aves, sino que del medio ambiente, por ejemplo, fecas, las que después analiza en laboratorio. Cuando obtiene un positivo a gripe altamente patogénica, debe hacer la denuncia respectiva al SAG.

A partir de la información obtenida de las muestras pueden determinar el área a la que llegaron los virus y cuándo lo hicieron, lo que permite dar una alerta biológica a los productores y al SAG. “A través del código genético también se puede saber de dónde vienen, cuáles son las cepas más similares, incluso ver la ruta en un mapa por donde se movieron los virus”, señala.

Reservorio natural

Jiménez reconoce que hay que distinguir entre lo que son las gripes aviares altamente patogénicas y las de baja patogenicidad, como es la que está en forma permanente en las aves.

El hecho es que las aves son reservorios naturales de virus, es decir, todas las aves tienen gripe y es un virus que está completamente adaptado a ellas. Pero cada 40 a 50 años una cepa se establece entre la población humana y causa una pandemia. La última vez fue en 2009 con la gripe porcina que, aunque vino directamente de los cerdos, había estado circulando previamente en aves, y algunos componentes genéticos son muy similares a la que originó a fines de 1918 la gripe española, la H1N1 que acabó con la vida de millones de seres humanos.

Pero el que hoy más preocupa es el H5N1, responsable del brote actual. Apareció por primera vez en 1996 en el sur de China, en aves de corral, y en 1997 causó una epidemia en un barrio de Hong Kong que culminó con la muerte de 6 personas. Afortunadamente tras un rápido control no volvió a pasar a humanos. En las aves de corral, en cambio, siguió circulando y alrededor de 2005 pasó a las aves silvestres.

Lo que vino en adelante fueron distintas oleadas que afectaron a Europa y norte de África, hasta que entre 2014 y 2015 hubo un primer salto a América del Norte a través de las aves migratorias. Partió con un brote en Alaska y después bajó hacia California. Hubo mucha alarma, porque se pensó que podía establecerse en las aves silvestres, pero, por alguna razón que no se conoce bien, aunque hubo una mortalidad inicial, después desapareció, hasta que se produjo una segunda incursión a fines de 2021.

Esta vez las aves llegaron a América por la isla Saint John, en Labrador, Canadá. Luego el virus bajó por la costa Este y en pocos meses se esparció por toda Norteamérica. Al llegar el invierno las aves comenzaron a hacer sus rutas migratorias y se desplazaron con el virus al sur, primero pasando por las costas de Centroamérica y posteriormente Sudamérica. Los primeros casos en la región se detectaron en octubre en Colombia. Luego los contagios llegaron a Perú y finalmente, el 5 de diciembre, se detectó un ave sospechosa en Arica, la cual fue confirmada como portadora dos días después.

Las primeras aves migratorias que llegaron enfermas fueron las gaviotas de Franklin, los rayadores y los gaviotines. Al principio hubo grandes mortalidades de aves, pero después empezó a afectar mamíferos marinos, algo que no había ocurrido en otra parte del mundo con tal intensidad. Murieron alrededor de 50 mil lobos marinos en Sudamérica, principalmente en las costas de Perú y Chile.

Mortandad

Se sabía que las focas eran susceptibles, pero nunca había ocurrido y con este nivel de mortalidad en lobos marinos. También perecieron muchos cetáceos, especialmente delfines y marsopas, seguramente por comer aves contaminadas. De hecho, existen registros de lobos marinos comiendo aves con síntomas nerviosos.

En noviembre las autoridades sanitarias argentinas confirmaron que 56% de las crías de elefantes marinos en Península Valdés fallecieron probablemente como consecuencia de la gripe aviar.

En el caso específico de las aves, se estima que en la región murieron unas 50 mil, aunque Jiménez cree que el número está muy subestimado, ya que está basado en denuncias, datos oficiales, pero podría ser fácilmente el doble o el triple.

Una especie que resultó muy afectada fue el pingüino de Humboldt. “He hablado con gente que trabaja en conservación de pingüinos y me ha dicho que algunas pingüineras este año están vacías. O donde había miles de individuos ahora apenas han llegado cincuenta”, cuenta el especialista.

Los pájaros más pequeños, como los gorriones o zorzales, aparentan ser más resistentes a las cepas de influenza. “Hemos tenido muy pocos casos, pero también son más difíciles de ver, ya que no andan en bandadas, por lo que no existe registro de mortandades masivas”, dice el académico.

Jiménez también hizo por primera vez en este verano monitoreos en Puerto Williams, donde también encontró positivos, aunque de baja patogenicidad.

“El tema vigilancia de gripe aviar es importante hacerlo en estas latitudes. La idea de muestrear es precisamente porque ahí se juntan distintas rutas migratorias (la del Pacífico y la del Atlántico) y además está muy cerca de islas subantárticas y de la península Antártica, por lo que es un lugar ideal para ver el tráfico de aves y sus enfermedades”, dice.

Situación catastrófica

El ecólogo y filósofo Ricardo Rozzi, quien es director del CHIC y académico de la Universidad de Magallanes, considera catastrófica la situación experimentada por la vida silvestre.

“Ya no hay lugar del mundo que se salve a la llegada de estos virus, porque las aves son los más móviles de todos los organismos, es decir, tienen las migraciones a mayores distancias que se conoce y el virus usa al pájaro como un avión”, señala.

En cuanto a las recientes detecciones del H5N1 en la Antártica, Rozzi es cauto: “Es preocupación científica diagnosticar la gravedad de este hallazgo. Esto es una alarma”.

En el sector productivo

Un desafío adicional para la economía y la estabilidad de la región se presentó cuando comenzaron los brotes en granjas comerciales, primero en Argentina y luego en Chile, donde también alcanzó a los traspatios, es decir, microsistemas productivos en áreas rurales o suburbanas donde los propietarios cuentan con dos a veinte gallinas. En Chile hay al menos unos 4 millones de aves que viven en esas condiciones.

“El problema es que el SAG no tiene un registro de todos los traspatios, no es obligatorio, y es muy difícil combatir algo cuando uno no sabe dónde está”, reconoce el ecólogo y filósofo.

La transferencia del virus se presenta desde aves silvestres a las de los planteles, especialmente donde no hay controles de bioseguridad.

“Afortunadamente en Chile tenemos una industria muy concentrada, altamente tecnificada, con altos niveles de bioseguridad, pero a pesar de eso igual penetró la gripe aviar y hubo brotes. Pero es poco probable que las cepas se mantuvieran circulando en esos sistemas sin detectarlas”, añade Rozzi.

Riesgo biológico

La gripe no se transmite necesariamente por la vía digestiva, pero alimentarse de un ave infectada con influenza aviar es un riesgo que nadie quiere correr. Por lo tanto, un animal infectado en general se considera que es de riesgo biológico. Así que no es algo que se debe ingerir.

Respecto de las silvestres, Jiménez reconoce que no hay mucho que hacer por las ya infectadas.

“Generalmente mueren por causa de una enfermedad sistémica. No es como la gripe normal que se reproduce en el sistema digestivo o en los pulmones. El peligro de esta cepa es que tiene tropismo (capacidad de infectar células) en todo tipo de órganos, especialmente neurotropismo. Los animales mueren con signos nerviosos, ya que el virus se está replicando en el cerebro y por eso es tan mortal”, explica.

El ciclo natural de la influenza aviar generalmente tiene un alza en verano y baja mucho en invierno, para después aumentar otra vez en verano. Es al revés de la gripe humana. Por eso había mucha esperanza de que disminuyera pasado marzo del 2023, lo que efectivamente ocurrió, complementado esto con el control y las campañas de información. Así, el virus comenzó a verse cada vez menos. Los planteles grandes los controlaron y Chile se declaró libre de influenza aviar hacia fines de agosto.

“El SAG ha hecho una súper buena labor en controlar esto a nivel nacional, pero eso no quiere decir que no exista el virus en el país. Chile y toda Latinoamérica probablemente siguen teniendo gripe aviar, pero ahora el esfuerzo principal está en mantener básicamente los grandes planteles en limpio para poder seguir exportando y produciendo”, enfatiza Jiménez.

El brote de 2022 fue también la primera vez que llegó una cepa de origen euroasiático a nuestro país, sin embargo, el especialista remarca que “en Chile siempre ha habido gripe aviar. De hecho, hasta el momento había sido el único país de Latinoamérica que sufrió un brote de gripe aviar altamente patogénica, la H7N3, que fue el 2002, una cepa de carácter local”, detalla. Afectó varias granjas, causó grandes pérdidas económicas, pero se mantuvo en el mundo de los sistemas productivos. Posteriormente hasta 2022 no había producido otro brote de esta magnitud.

La alta preocupación, prevención y control que existe respecto de las gripes aviares se debe a que eventualmente podría pasar a los seres humanos. Antes que ocurra hay que controlarla. De hecho, durante el último brote hubo el caso en Chile de una persona que estuvo muy enferma. El ISP hizo secuenciación completa del genoma y resultó ser gripe aviar altamente patogénica del tipo euroasiático. “No se sabe cómo la contrajo. Él vivía con gatos, perros, hasta gallinas. Ningún animal dio positivo, pero en esa zona hubo mucha mortalidad de lobos marinos”, comenta.

“El día que se transmita de persona a persona va a ser un gran problema. Hasta ahora esta gripe está muy adaptada a aves. Es muy difícil que le dé a una persona, pero no imposible, y por eso la novedad de este brote fue el número y diversidad de animales que afectó, porque normalmente en Europa ha estado más asociada a ciertos carroñeros, como zorros que se comían aves enfermas, pero nunca al nivel de afectar a distintos tipos de mamíferos, como ocurrió en el continente americano”, observa el académico.

E insiste: “Hay que estar alertas, hay que seguir monitoreando, ver que las cepas que están circulando en aves no empiecen a retener ciertas mutaciones que la hacen más favorable para mantenerse y transmitirse a las personas. Esta es una enfermedad que históricamente tenía alrededor de un 40% a 50% de mortalidad, mientras que el COVID fue menos de un 10%. O sea, estamos hablando de una enfermedad que eventualmente podría ser muy complicada de manejar y que en este momento está muy adaptada a aves, pero que aún retiene cierto potencial para afectarnos”.

Olas de pandemia

Para el director del CHIC, Ricardo Rozzi, ya se están viviendo las olas de pandemia.

“Cada pandemia es una dimensión cada vez más grave del cambio socioambiental global. Las pandemias son socioambientales en las causas, porque muchas de ellas tienen que ver con la degradación o lisa y llanamente con la destrucción del hábitat”. Considera que en la medida en que se quema la selva o se modifica el hábitat, se liberan virus que estaban confinados, estaban en su lugar, pero si llegamos a invadirlos, salen.

“Tanto los virus como los plasmodios, parásitos que producen la malaria aviar, que es otro azote que afecta hoy a las aves, son más dúctiles que otras especies. Es decir, mientras más pequeños, mayor capacidad de moverse. Uno, si se transforma el hábitat, lo degrada. A la anaconda si la dejas sin el bosque se nos muere, no nos va a atacar. En cambio, el virus es resistente y se nos mete en el cuerpo”, advierte.

A ello se suma el cambio climático que pone condiciones térmicas más favorables y otros factores como estos mismos virus aviares que mutan repentinamente. “Las consecuencias de las pandemias también son socioambientales, porque claramente afectan al bienestar humano, al bienestar de la sociedad y también a la economía”, subraya.

Para Rozzi, este es un problema que refuerza el concepto de “Una Salud”, esto es, que la salud humana y la salud de los ecosistemas o el conjunto de los seres vivos van de la mano.

“Si el paciente está sano, lo más probable es que tenga una muy baja morbilidad. La morbilidad no es letalidad, es que tienes pocos síntomas. Y cuando las aves están sanas, cuando tienen hábitat sano, es decir, comen su fruto, están bien alimentadas, tienen vitamina E y los hábitats tienen agua, tienen las condiciones de una integridad ecosistémica”, explica.

Destaca que Chile, especialmente la Patagonia, tiene poblaciones de aves silvestres muy sanas y, por lo tanto, la letalidad se espera que sea mucho más baja que en situaciones de poblaciones de aves que están en condiciones de estrés por estar en hábitats degradados.

Rodrigo Vázquez, también investigador del CHIC, ha demostrado que un rayadito común que vive en el cerro Manquehue posee mucha más adrenalina que los que viven en la isla Navarino.

“Esa es una forma de demostrar el grado de salud. O sea, tiene mucho menos de aquella hormona que se secreta en estado de estrés. Y eso significaría que, si son afectados por el virus, podrían tener mayor o mejor respuesta. Y si en el cerro Manquehue lográramos hacer una restauración, rápidamente se recuperarían niveles normales de adrenalina”, pronostica Rozzi.

Vacunar o no vacunar

Ante la pandemia de gripe aviar cada vez son más las voces que apoyan una vacuna preventiva para las aves, lo que ha abierto un debate entre los especialistas. La Organización Mundial de Sanidad Animal hasta ahora no ha recomendado a los países vacunar.

“Argumenta que, una vez que se vacuna, tú dejas de controlar, renuncias a la erradicación y la idea dominante era que esta es una enfermedad que se podía erradicar”, explica al respecto el investigador Pedro Jiménez.

“Además, cuando la vacuna no está acompañada de un programa de vigilancia genómica de la cepa que estaba circulando, sobre todo en el caso de estos virus de ARN, que tienen una tasa de mutación muy alta, algunas cepas más resistentes se puedan aprovechar de animales que están parcialmente vacunados, en los que no funcionó bien la vacuna”, sostiene.

No obstante, en vista de la masividad de los brotes que ha habido a nivel mundial y porque las pérdidas económicas que ha significado el hecho de sacrificar animales sanos potencialmente expuestos han sido muy grandes, tanto la Organización Mundial de Sanidad Animal como otros organismos están barajando ahora la posibilidad de que este año o el próximo, con el apoyo de la Unión Europea, empiecen a empujar programas de vacunación.

“Es un juego un poco peligroso. Si se introduce mal, se corre el riesgo de que la cepa se perpetúe y nunca más se pueda dejar de vacunar”, admite el especialista de la PUC.

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