Es impensado y desagradable, perder gran parte de la noche entre criticas (de los más puristas) y desinterés de los asistentes que, tomando un poco la tradición de otros países más “fríos” con sus artistas, se perdieron gran parte de los éxitos chateando o comiendo, sin el más mínimo interés de lo que pensaba ese fans que en algún momento vio que su banda favorita, iba a un camino fijo a la disolución, como ocurriera en el 2008.
Incubus es de esas bandas que marcan a las personas que tienen la capacidad de entender su música y sus letras. Por eso no es de extrañar que las entradas para el concierto del día de ayer estuvieran prácticamente agotadas desde que salieron a la venta.
Los californianos, liderados por Brandon Boyd, llegaron a Chile para presentar su nuevo álbum “8”, luego de seis años sin sacar nada nuevo en estudio, el cual desde su lanzamiento hasta ahora ha generado en sus fans un amor-odio particular, principalmente porque acuden a un sonido más vanguardista y un poco más alejado a los sonidos ya conocidos, y claramente pensado en un tono más comercial-radial, gracias al rol que tuvo Skrillex como productor.
Pero también es impensado para un fan, incluso para un simple fanático de la música, dejar pasar un legado de más de 25 años que llegaba con la gira de su nuevo álbum, el cual francamente combinó todo lo mejor del rock alternativo y experimental que los ha caracterizado, solo porque su último trabajo no suena igual que los anteriores.
Por eso es que también es impensado y desagradable perder gran parte de la noche entre críticas (de los más puristas) y desinterés de los asistentes que, tomando un poco la tradición de otros países más “fríos” con sus artistas, se perdieron gran parte de los éxitos chateando o comiendo, sin el más mínimo interés de lo que pensaba ese fan que en algún momento vio que su banda favorita iba a un camino fijo a la disolución, como ocurriera en el 2008.
Luego de casi dos décadas de carrera y cuando el grupo gozaba de un enorme reconocimiento por canciones como «Drive» y «Pardon Me», su vocalista Brandon Boyd le dijo a Billboard que harían un receso por tiempo indefinido para dedicarse a otras actividades.
Pero obviando estos molestos sucesos, podemos reconocer que Boyd llega a Chile en uno de sus mejores momentos vocales. En canciones como “State of the Art” y “Undefeated”, muestra la experiencia y madurez de músico de 41 años, siendo uno de los momentos más intensos de la noche cuando toman su versión de “Wish You Were Here” y la unen a la perfección con la versión original de Pink Floyd, una verdadera experiencia psicodélica que dejó sin aliento a más de uno en ese encendido Movistar Arena.
Otro dato no menor es que la banda llegó a Chile con más de 40 conciertos en lo recorrido del 2017, y como era de esperar, no faltaron los verdaderos hits que hicieron de la agrupación lo que es hoy. “Anna Molly”, “Megalomaniac” y “Pardon Me” acompañaron al ganador a mejor single de rock de 2001, “Drive”, con el cual cerraron una presentación sencillamente perfecta que provocó de forma espontánea, una última canción que fue “Aqueous Transmission”.
Una noche de reencuentros y pataletas, porque ya nada es como antes, ni la música, ni los recintos y mucho menos los asistentes, que cada vez disfrutan menos de estos mega shows.