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Vila-Matas y Valparaíso CULTURA|OPINIÓN

Vila-Matas y Valparaíso

Pablo Bravo
Por : Pablo Bravo Periodista y escritor.
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El escritor comenzó a visitar recurrentemente a América Latina a partir de fines de los ’80 y, por cierto, Chile se le cruzó en el camino: Vila-Matas se reconoce un admirador de Vicente Huidobro (son versos de Altazor los que abren su novela El viaje vertical), Gonzalo Rojas y Nicanor Parra. Además, es histórica la amistad que mantuvo con Roberto Bolaño, en buena medida, basada en las conexiones que tuvieron sus respectivos mundos literarios.


Por estos días debuta en las librerías locales la nueva novela de Enrique Vila-Matas, “Montevideo”. Se trata de una obra que ha sido valorada con optimismo por la crítica y que marcaría una suerte de renacer literario del escritor barcelonés (“regresa con su obra más profunda, un tratado sobre el estilo cuando a un escritor le pasan cosas de verdad”, reseñó -por ejemplo- el suplemento internacional Babelia).

El autor ha reconocido que tuvo el primer chispazo para crear esta obra cuando realizaba una gira por Chile, Argentina y Uruguay en 2014. Esta revelación es del todo coherente con su trayectoria, ya que en innumerables ocasiones a Vila-Matas se le ha calificado como el más latinoamericano de los escritores españoles.

Sin ir más lejos, en una entrevista que concedió en Chile hace un par de décadas, Vila-Matas declaró que “en España sigue imperando la idea de que la literatura tiene que ser realista. Y como mi literatura se considera más excéntrica, veo que es mucho más comprendida en los países hispanoamericanos”.

El escritor comenzó a visitar recurrentemente a América Latina a partir de fines de los ’80 y, por cierto, Chile se le cruzó en el camino: Vila-Matas se reconoce un admirador de Vicente Huidobro (son versos de Altazor los que abren su novela El viaje vertical), Gonzalo Rojas y Nicanor Parra. Además, es histórica la amistad que mantuvo con Roberto Bolaño, en buena medida, basada en las conexiones que tuvieron sus respectivos mundos literarios.

Enrique Vila-Matas visitó Chile a fines de 2000, traía bajo el brazo su reciente publicación, Bartleby y compañía, una de sus novelas más célebres donde pasa revista a una serie de escritores que han dejado de escribir. En algún momento insinuó que pensaba que este iba a ser su último libro, que él mismo sufría con angustia el efecto que se narraba en su texto. Pero el propio escritor ha reconocido que ese viaje marcó un punto de inflexión, porque enfrentado por primera vez al océano Pacífico, en Valparaíso, “encontró” el primer capítulo del que sería su siguiente creación: “El mal de Montano”.

Se trata esta última de una de las novelas fundamentales del escritor. El personaje central está enfermo de literatura, no puede vivir sin pensar en literatura, sin rodearse de citas de libros y autores. Y en su primer capítulo se cruza con Felipe Tongoy, denominado el hombre más feo del mundo (inspirado en el actor chileno Daniel Emilfork), a quien conoce en la terraza del café Brighton de Valparaíso y que será compañero de las siguientes travesías.

Entre otros reconocimientos, El mal de Montano obtuvo el Premio Herralde de Novela, y en Chile el Premio del Círculo de Críticos. Demás está decir que esta obra marcó un punto de inflexión que ayudó a consolidar el singular y originalísimo universo vilamatiano que maduraría durante este siglo.

“Le debo a Chile el bien de Montano”, mencionó en una entrevista que concedió en diciembre de 2002. Y añadió: “En el caso de Valparaíso y Tunquén se mezclaron tres cosas: un sentimiento de estar muy lejos de la parte negativa de mi mundo personal en Barcelona (como una liberación de fuerzas negativas de lo cotidiano barcelonés), la música de la terraza del Brighton o el ruido sordo del oceáno en Tunquén”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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