En Chile, la investigación orientada por misión podría ser un complemento al sistema de asignación de fondos concursables a iniciativas individuales. Existen áreas que se perfilan como esenciales para robustecer nuestras capacidades científicas y tecnológicas. Desafíos como la centralización de gobernanza de datos, el programa satelital y espacial, la investigación oceánica, las energías verdes, la producción de biofármacos y vacunas, la mitigación de desastres socionaturales están entre los objetivos que podrían considerarse. Impulsar proyectos nacionales, articulando infraestructura, equipamiento y recursos humanos avanzados en áreas críticas, optimiza capacidades, involucra al gobierno, a las regiones, a la academia y al sector productivo, disminuyendo la burocracia requerida para la gestión y control de numerosos proyectos pequeños.
La película “Oppenheimer” siendo una obra notable por sus virtudes artísticas y técnicas, como nos acostumbra Christopher Nolan, constituye además un ejemplo de lo que significa la investigación por misión. Más allá de las intrigas políticas de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, hay una historia paralela en el largometraje sobre el papel de la ciencia y la capacidad de los científicos, en ciertos momentos históricos, de coordinar esfuerzos, establecer vínculos con el aparato del Estado, las fuerzas armadas, la academia y el sector productivo, con el fin de alcanzar una meta de interés nacional, convirtiendo el conocimiento en soluciones.
Si bien es cierto que en este caso particular la misión resulta éticamente controversial, debido a los catastróficos efectos que produjo el lanzamiento bélico de bombas inéditas por su potencia y letalidad, eso no disminuye el impulso que este proyecto generó en el desarrollo de la energía atómica y el enorme crecimiento económico que produjo en la segunda mitad del siglo XX.
Existen otros ejemplos, menos polémicos aunque igual de dramáticos. La carrera espacial aunó capacidades científicas y tecnológicas poniéndose la meta de llegar a la luna antes que el adversario ideológico. “Talentos ocultos” y “Apolo 13” son dos películas que resaltan la participación de variados personajes en estas hazañas. Durante la ejecución de esta misión se hicieron descubrimientos no previstos que impactaron la calidad de vida de millones de seres humanos. El impulso de la computación y las comunicaciones, el desarrollo de nuevos materiales sintéticos, la miniaturización electrónica, los termómetros infrarrojos y varios dispositivos médicos fueron producto de la necesidad de encontrar soluciones para alcanzar el objetivo mayor.
Un ejemplo más reciente nos lo muestra el documental de Netflix de la serie “Lo desconocido: la pirámide perdida”, que revela el impacto cultural de la ciencia. Allí se muestra el fruto de años de esfuerzo de los gobiernos de Egipto por proveer de recursos y capacidades a sus científicos para recuperar el patrimonio arqueológico de su antigua civilización. Los egiptólogos locales Zahi Hawass y Mostafa Waziri rivalizan en el liderazgo de equipos que incluyen científicos, técnicos y obreros empeñados en desenterrar tesoros arqueológicos perdidos. Esta apuesta del especialmente creado Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto no solo ha impactado con nuevos descubrimientos de insospechada relevancia, sino que además han logrado recuperar, en tan solo tres años, 29.000 piezas de su patrimonio cultural desde los museos extranjeros.
En Chile, la investigación orientada por misión podría ser un complemento al sistema de asignación de fondos concursables a iniciativas individuales. Existen áreas que se perfilan como esenciales para robustecer nuestras capacidades científicas y tecnológicas. Desafíos como la centralización de gobernanza de datos, el programa satelital y espacial, la investigación oceánica, las energías verdes, la producción de biofármacos y vacunas, la mitigación de desastres socionaturales están entre los objetivos que podrían considerarse. Impulsar proyectos nacionales, articulando infraestructura, equipamiento y recursos humanos avanzados en áreas críticas, optimiza capacidades, involucra al gobierno, a las regiones, a la academia y al sector productivo, disminuyendo la burocracia requerida para la gestión y control de numerosos proyectos pequeños.
Es verdad que la innovación no se programa y que ciertamente nace de la imaginación de los individuos, pero el ambiente que los alberga debe ser integrado, colectivo, inspirador y bien financiado. Así ha sido en todos los casos en que ha valido la pena hacer una buena película.