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“Guerra” de Louis-Ferdinand Celine: donde el texto triunfa sobre el contexto CULTURA|OPINIÓN

“Guerra” de Louis-Ferdinand Celine: donde el texto triunfa sobre el contexto

Nicolás Bernales
Por : Nicolás Bernales Escritor y columnista literario. Ha publicado el libro de cuentos "La Velocidad del agua" (Ojo Literario 2017), por el cual se adjudicó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura en el área de creación. En 2023 publicó la novela "La geografia dell` esillio", Edizioni Ensemble. Roma.
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Es posible que Céline en su retiro, en su forzosa soledad donde no da muestras del mínimo arrepentimiento, sospechara lo que iba a suceder con su obra y su persona. Tal vez deseaba que tomaran caminos separados.


Frente a la inminente liberación de París, en 1944, el escritor y médico Louis-Ferdinand Céline (seudónimo de Louis-Ferdinanand Destouches) huye de Francia junto a su pareja Lucette, en compañía de un grupo de colaboradores de los nazis. El recorrido a través de un continente en llamas los lleva hasta el castillo de Sigmaringa en Alemania, donde se refugian importantes funcionarios del gobierno de Vichy. La fuga continúa entre las ruinas de la guerra y consiguen llegar a Dinamarca. En este país es tomado preso por orden del gobierno francés, quienes lo condenaran en absentia por traición y colaboracionismo. Céline vuelve a Francia seis años después, luego de ser amnistiado.

En su departamento de la calle Girardon en el barrio de Montmartre, quedan entre sus pertenencias un par de maletas con los originales en los que trabajaba. Al parecer estos manuscritos se salvaron gracias a los nuevos ocupantes, dos destacados miembros de la resistencia, Yvon y Claude Morandat.

A comienzo de los años ochenta, el periodista Jean Piere Thibautad, del diario Liberation, recibe una llamada de un desconocido con el fin de entregárselos. Esta persona le expresa que no quiere dinero, solo desea liberarse de los manuscritos bajo dos condiciones: mantener su nombre en el anonimato y no dárselos a la viuda del escritor. Céline había muerto en 1961. Thibautad da su palabra y es posible que no contara con que Lucette Destouches viviría un buen tiempo más. Murió a los ciento siete años de edad en 2019.

En mayo de 2022 la editorial Gallimard publicó uno de estos originales: Guerra. El libro agotó en pocos días los 80.000 ejemplares de la primera edición, demostrando la fascinación que existe aún por la obra del escritor.

Céline representa un fenómeno incómodo de explicar. Para la conmemoración del centenario de su nacimiento, las celebraciones se vieron empañadas por una fuerte oposición de parte de varios grupos sociales, por lo que debieron ser atenuadas o suspendidas definitivamente. Pero el programa de estas existía.

Durante las últimas décadas de su vida, Lucette intentó limpiar el nombre del escritor. Entre otras cosas, prohibió la publicación de los panfletos antisemitas (Bagattelles pour un massacre y L` école des cadavres), los cuales escribió en completo uso de sus facultades a mediados de los años treinta.

Las faltas y pecados del escritor son reales, su antisemitismo y misoginia laten a lo largo de su biografía, no hay espació para relativizar su postura. “Los tiempos que corrían”, “las costumbres de aquella época”, “los traumas personales”, no son excusas atendibles. Se puede afirmar que se equivocó medio a medio en sus proclamas y elecciones, como tantos otros en medio de una época marcada por la cercanía del horror. Pero a diferencia de muchos que han sido relegados al olvido, su obra se mantiene de pie y brilla con firmeza. Sus ficciones, siempre bajo el influjo de lo autobiográfico, son celebradas por su propio merito. Ese fenómeno incómodo o difícil de explicar se da frente a una obra de una fuerza y una genialidad lingüística donde el texto triunfa sobre el contexto.

Guerra

En Viaje al fin de la noche, su celebrada obra maestra, el narrador relata en los primeros capítulos su vivencia en el frente durante la primera guerra mundial. En un principio se especuló que Guerra podría ser una parte desechada de la novela. Pero, por su correspondencia, se puede concluir que se trata de un libro independiente, escrito años después y que retoma el tema donde Bardamu, su protagonista, lo interrumpe de esta forma. “Volvimos cada uno a nuestra guerra. Y después ocurrieron cosas y más cosas, que no es fácil contar ahora, pues hoy ya no se comprenderían”. Luego la novela seguirá a su desesperado héroe por las colonias francesas de África, Estados Unidos y de regreso en Francia trabajando como médico rural.

Ferdinand, el protagonista de Guerra comienza su relato cuando despierta en el campo de batalla herido de gravedad en medio de los cuerpos destrozados de sus compañeros. Vuelve en sí, bajo una tormenta de obuses, una densa lluvia y el ruido de la guerra incrustado en su cabeza; «como si tuviese un tren metido dentro». El soldado logra ponerse de pie y camina con dificultad hacia los límites del pueblo más cercano.

Luego es evacuado a un hospital al norte de Francia, ahí comienza una lenta recuperación en manos de los médicos y una peculiar enfermera. El cuerpo destruido corre en paralelo con otra herida, la de la guerra en la moral de los soldados, y el ruido, que permanece retumbando en su interior sin esperanza de sanar. «Atrapé la guerra en la cabeza. La tengo encerrada en la cabeza»
La mayor parte del libro sucede en este ambiente, en esta ciudad ficticia, donde algunos hombres se recuperan y otros se preparan para ir al frente. Soldados de distintas nacionalidades convergen en este punto de inflexión, que a ojos del protagonista comienza a perder sentido y no es más que la prueba de la descomposición humana.

Es imposible traspasar en este pequeño resumen el estilo alucinatorio del autor, que, a pesar de tratarse de un borrador de primera intención, da muestras de su genialidad estilística. A veces, en algunos párrafos, toma distancia en el tiempo. Toma distancia del presente de la historia y medita hacia el recuerdo que guía su escritura: «Tengo el alma más dura, como un bíceps. Ya no creo en las aptitudes. He aprendido a hacer música, a dormir, a perdonar y, como veis, también a hacer bella literatura, con trocitos de horror arrancados al ruido que ya no se acabará nunca.»

No son trocitos, son piezas de horror dispuestas en un ritmo acelerado y salvaje. Los personajes que acompañan al protagonista son partes de este mundo que crea Céline donde cada uno de ellos está herido en cuerpo y alma. La enfermera L´Espinasse, Bébert; otro soldado mutilado de forma sospechosa y que ejerce como seudo-proxeneta de su mujer Angèle, quien llega al pueblo viendo la posibilidad de venganza y extorsión. Los padres de Ferdinand retratados con burla y despreció, como reflejo de la estúpida burguesía de la época a los ojos del protagonista. Tal vez esta es la forma adecuada de relatar la guerra, sin heroísmos, más bien desde un pacifismo que nace de la rabia, un pacifismo anárquico que nace del ruido.

No hay que buscar al doctor Destouches en los detalles de las historias que cuenta, a pesar de su carácter autobiográfico, la escritura de Céline vive y perdura en el estilo. En una de las pocas entrevistas que se pueden encontrar del autor se detiene precisamente en eso. “Historias hay en todas partes, en la calle y en los hospitales. Tampoco importa quién las haya escrito, quién es la persona detrás de ellas. Lo que importa es el estilo. Y eso lo logra uno o dos escritores en toda una generación”

Es posible que Céline en su retiro, en su forzosa soledad donde no da muestras del mínimo arrepentimiento, sospechara lo que iba a suceder con su obra y su persona. Tal vez deseaba que tomaran caminos separados. Y al parecer, frente a la supervivencia y el interés que han generado estos últimos manuscritos, lo consigue. Por mientras, sus lectores seguimos enfrentando sus libros sumidos en un debate sin respuesta. Como afirma el teórico y crítico George Steiner: “Las grandes obras de «ficción real» permanecen. Su canto salvaje hace vivir al lenguaje y lo hace nuevo. Para el hombre Destouches sigue sin haber justificación”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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