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Shingeki No Kyojin: el abominable fin de la humanidad CULTURA|OPINIÓN

Shingeki No Kyojin: el abominable fin de la humanidad

Alex Fajardo Cisternas
Por : Alex Fajardo Cisternas Periodista de Universidad de Playa Ancha y Licenciado en Comunicación Social. Diplomado en Estudios Políticos por el Instituto de Estudios Políticos Science Po Rennes, Francia.
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La obra de Hajime Isayama no se trata de la desesperanza, no busca retratar al mundo como un lugar cruel y oscuro. La obra de Isayama es más bien una profecía, una advertencia, un recordatorio, sobre las abominables consecuencias de la desesperanza.


Los oscuros caminos de la desesperanza

“Los heroicos soldados han sacrificado poco a poco su humanidad, y con ella, arriesgan perder su brújula moral. Ya no sólo aceptan el perder sus propias vidas, o la muerte de sus compañeros, ahora también aceptan matar a otras personas con tal de alcanzar sus objetivos. (…) Las vidas humanas dejan de ser sagradas (…) ¿Nuestros héroes podrían convertirse en demonios dispuestos a asesinar civiles si la circunstancia lo exige? [Shingeki No Kyojin] nos muestra los oscuros caminos a los que nos puede llevar este ethos de la desesperanza”.

El anterior párrafo es un extracto de la columna “SNK: Los oscuros caminos de la desesperanza”, que escribí a finales de 2018, cinco años después del lanzamiento del anime en 2013, año desde el cual también sigo esta historia, tanto el anime como el manga. Hoy, cinco años después, decidí escribir una nueva columna sobre las reflexiones en torno a esta serie que ya ha finalizado oficialmente, y con un potente final.

Hajime Isayama nos presentó un mundo bello y cruel, de héroes y monstruos, y la línea que los separaba terminó por difuminarse. Los que creíamos villanos resultaron ser también víctimas, y algunos de nuestros héroes se volvieron verdaderos monstruos.

Ésa fue la problemática abordada en mi primer artículo, escrito cinco años atrás, pero, la problemática final que nos plantea Isayama es otra. ¿Hay esperanzas en el diálogo ycomo alternativa a los conflictos movidos por el odio? ¿Hay esperanza en la paz y la diplomacia, o hemos aceptado que sólo la guerra es capaz de poner fin a los ciclos de odio y violencia?

Las abominables consecuencias de la desesperanza

Shingeki No Kyojin cuenta la historia de dos pueblos que se han oprimido mutuamente durante siglos. En un conflicto de esa trayectoria, ya no son criminales los que perpetran el crimen, sino todos los miembros del grupo étnico del criminal. Lo que genera, en otras palabras, nacionalismos acérrimos y xenofobia.

Pertenecer a tal pueblo, nación o grupo étnico, te vuelve un criminal en potencia, y por tanto, no hay inocentes ni víctimas colaterales. Todos son enemigos. Sean niños, civiles o ancianos.

En este caso, los marleyenses tenían argumentos sólidos. En tanto hubiera eldianos vivos, habría Titanes. Por tanto, no se podía tener misericordia con ellos, al más mínimo descuido éstos se volverían a destruirlos. Para ellos no había una esperanza de paz con los eldianos. Siempre serían una amenaza latente. La única paz vendría de, o exterminarlos completamente, o perpetuar el sistema de opresión.

En tanto, algunas facciones eldianas tampoco tenían esperanza en lograr la paz entre ambos pueblos. Tanto la facción jaegerista como la de Zeke, se movilizaban por la extinción de alguno de los dos pueblos. La realidad no ofrecía posibilidades de paz, y más que buscar transformarla, había que adaptarse a ella, ser pragmáticos.

Pero la obra de Isayama no se trata de la desesperanza, no busca retratar al mundo como un lugar cruel y oscuro. La obra de Isayama es más bien una profecía, una advertencia, un recordatorio, sobre las abominables consecuencias de la desesperanza. Nos muestra el futuro que nos depara si abandonamos toda esperanza de lograr la paz con nuestros adversarios y enemigos. La amenaza que significa para toda la humanidad, abandonar el diálogo y la diplomacia, en vez de dejar de lado los prejuicios y odios, deseando más la venganza que la paz.

Todo esto podría ser una moraleja muy bonita e idealista, el momento “Disney” de la saga, pero sin mayor profundidad que esa, la de ofrecer entretenimiento. Pero si vemos la historia de Japón y Asia, comprenderemos que los conflictos que representa Isayama no son ficción, sino que tienen una profunda inspiración en la realidad. La reflexión que nos ofrece no es una moraleja vacía, banal ni carente de sentido.

El único final posible para la humanidad

Los eldianos estaban en campos de concentración y tenían insignias distintivas igual que los judíos bajo la macabra opresión nazi. Por otra parte, mientras los nazis aniquilaban etnias y minorías, el Imperio Japonés asolaba toda Indochina, masacrado y esclavizando a millones, causando estragos equivalentes a los sufridos en Europa. La mayoría de estos crímenes fueron movilizados por un ferviente nacionalismo y un acérrimo desprecio a las etnias y naciones vecinas.

Pero no tenemos que ir ni siquiera al siglo pasado. Hoy en Medio Oriente somos testigos de un conflicto desolador. Se trata de la opresión israelí contra el pueblo palestino, bajo argumentos sumamente similares. Se habla de los palestinos como una amenaza latente, que siempre deben estar bajo vigilancia, una opresión que finalmente alimenta más la radicalidad y violencia de las organizaciones enemigas de Israel. En consecuencia, la muerte de miles de niños y civiles por parte del Estado hebreo se toma como una pérdida aceptable por la mayor parte de naciones del mundo. Es un coste tolerable a cambio de “la paz”.

Pero la paz es lo que más lejano se ve. La biblia, un libro escrito hace más de dos mil años, ya decía que “siembran vientos y cosecharán tempestades”, y que “la paz es fruto de la justicia”, no al revés. En la entrega final de la serie, unos de los personajes expresa de forma elocuente cómo esa violencia y opresión contra sus enemigos, sólo alimento más y más un demonio, que vino de regreso con todo el odio que recibió.

Esto revela Isayama con las imágenes finales del manga y del anime. Una Eldia movida por el odio y el temor, combatiendo al resto de la humanidad que también se moviliza por estas emociones. ¿El final? La destrucción final. La Guerra Eterna. No es un final feliz, pero pareciera ser el único final posible para la humanidad.

Pero por eso, Isayama presenta a la Legión de Reconocimiento como los héroes de la historia. Porque ellos jamás abandonan la esperanza en lograr la paz sin tener que exterminar al enemigo. No han querido abandonar su humanidad, ni han deseado convertirse en demonios. Si tan solo hubiera más pacificadores y verdaderos amantes de la paz, quizás la historia hubiera terminado diferente, quizás nuestra historia pueda terminar de una forma distinta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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