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“Ficciones americanas” de Santiago Elordi: pequeñas hazañas y anécdotas del continente CULTURA|OPINIÓN

“Ficciones americanas” de Santiago Elordi: pequeñas hazañas y anécdotas del continente

Nicolás Bernales
Por : Nicolás Bernales Escritor y columnista literario. Ha publicado el libro de cuentos "La Velocidad del agua" (Ojo Literario 2017), por el cual se adjudicó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura en el área de creación. En 2023 publicó la novela "La geografia dell` esillio", Edizioni Ensemble. Roma.
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En esta combinación de factores reside la gracia del libro, el autor no deja de buscar el mito fundacional al interior de la vida de sus habitantes, en sus acciones, en su habla. Nos recuerda que nuestras fronteras y cuentos, nuestras leyendas, chismes y fábulas, son dibujadas por nosotros mismos.


En el primer relato de “Ficciones americanas”, “Kris Kolombino”, luego de recorrer todas las cortes europeas y acostarse con una reina, surca el océano inmenso junto a sus tripulantes en busca de las nuevas costas. Las costas de Americonia que aún no han sido descubiertas. Pero al llegar ahí se encontró con tanta gente, tantas demandas y declamaciones que solo le quedó prepararse para el siguiente movimiento; hacia la noche infinita y peligrosa. Hacia el viaje interminable.

Eso es solo el comienzo, un ejemplo de los temas que aborda este libro inclasificable del escritor chileno Santiago Elordi, publicado por la editorial española La huerta grande. Es solo un primer atisbo en medio de la gran variedad de relatos que vamos a encontrar. Relatos de distintas extensiones, situados en un sinnúmero de lugares y épocas que sobrevuelan el continente americano.

Hace un tiempo en una de esas tonteras que abundan en las redes sociales, un ciudadano español declaró (tal vez con ironía terraplanista) que Chile no existe, es una invención. El comentario fue tomado con humor. Ahora, frente al libro de Elordi la anécdota vuelve a mí memoria, eso es lo que uno va descubriendo en su lectura, el autor se propone reinventar el continente americano y lo hace de una forma única. Hace tiempo que no me encontraba con una descripción de Latinoamérica que me hiciese sentir que todavía se pueden hacer cosas nuevas, que aún existe el aire fresco, el juego entre la desfachatez y lo erudito. Elordi hace a un lado la imagen de Latinoamérica que abunda por estos días; la del narco, el folclor andino, la pobreza, los vertederos y el femicidio. Todos estos elementos reunidos bajo una pesada extrañeza, procesados mediante una pluma académica de taller de escritura creativa de la costa este.

No es que los niegue, los elementos están ahí como parte de algo más complejo y eterno. Están desde antes o desde siempre. En la mirada del explorador que viene de vuelta y una vez vivida la aventura decide contarla. Elordi renuncia a la pregunta: ¿De dónde venimos? Renuncia a definir una identidad.

«Si todas las cosas están en permanente movimiento, transformación, sería hasta realista pensar que América aún no ha sido descubierta, o que como toda realidad, está en permanente descubrimiento. Tal vez el símbolo primordial de América sea no encontrarlo nunca».

Una farmacia en el cerro Mariposa de Valparaíso, donde «los marinos entrarían a comprar condones y pastillas de eucalipto», un viejo tren en las alturas de la sierra peruana, un mexicano de Puebla que vende chicles picantes en la Rusia asiática. Colonos alemanes desembarcando en las nuevas tierras, exploradores en La Florida que vieron «tormentas eléctricas y barcos en la copa de los árboles», el Beagle y el mundo de la Patagonia, un triángulo amoroso en Santa Cruz y a las orillas del lago Poopó. Niños anarquistas en Cholula, México y Cienfuegos, Cuba. Barcos cargados de oro provenientes de El Dorado. Un taller literario por Zoom en Lima, un buscador de diamantes en el pueblo bahiano de Xique Xique.

Un poeta chileno que se decepciona al ver a Ginsberg firmando libros en la City Light de San Francisco «me pareció un falso gurú». La lista es interminable. Y lo que comienza a brillar mientras avanzamos en la lectura, no son solo los lugares, también son los personajes que viven al interior de estos relatos. Personas comunes, individuos que son parte del paisaje y de la historia.

En esta combinación de factores reside la gracia del libro, el autor no deja de buscar el mito fundacional al interior de la vida de sus habitantes, en sus acciones, en su habla. Nos recuerda que nuestras fronteras y cuentos, nuestras leyendas, chismes y fábulas, son dibujadas por nosotros mismos y por nuestro idioma. Por eso se hace tan presente la imagen del explorador y el cronista, tanto el de grandes aventuras como el común, el de pequeñas hazañas y anécdotas.

Esa es tal vez la única forma de mostrar un continente, a través del poder de invención y la energía lingüística, a través de esa trama de ficción es por donde mejor fluyen las energías sociales de América.

Ficha técnica:

Ficciones americanas. Santiago Elordi.
La Huerta Grande. 248 pág.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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