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Literatura y matemáticas: cuando los números deciden escribir su propia historia CULTURA|OPINIÓN

Literatura y matemáticas: cuando los números deciden escribir su propia historia

Andrés Navas
Por : Andrés Navas PhD en Matemáticas, École Normale Sup. de Lyon Académico Universidad de Santiago de Chile Premio del Consejo Matemático de las Américas (MCA) 2013 y de la Unión Matemática de América Latina y El Caribe (UMALCA) 2016
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Por estos días, dos libros de matemática muy peculiares y para todo público pueblan las repisas de las librerías. Se trata de “Pi: una autobiografía infinita”, escrito en coautoría con Mahsa Allahbakhshi y Verena Rodríguez, y “El viaje del uno”, de Andrea Pinto Vergara, ilustrado por Nacha Márquez.


Usualmente se sitúa a la matemática en la vereda diametralmente opuesta a las humanidades, en particular, a la literatura. Sin embargo, lo cierto es que ellas han convivido amablemente en distintas épocas y culturas. De hecho, antiguamente, no era extraño que hubiese quienes cultivaran ambos géneros.

Por ejemplo, en el siglo XII, el célebre matemático y astrónomo indio Bháskara II escribió “Lilavati”, un hermoso compendio de problemas de aritmética y geometría en forma de versos dedicados a su hija. Por la misma época, Omar Jayam, gran astrónomo, matemático y poeta persa, dividía su tiempo entre escribir su famoso poemario “Rubaiyat” y hacer avances vertiginosos en ciencia, entre ellos, los primeros modelos de geometría no euclideana.

Aunque poco visibilizada, esta tradición ha perdurado a lo largo del tiempo. En 1904, José Echegaray, catedrático de matemáticas de la Universidad de Madrid, recibía nada menos que el Premio Nobel de Literatura (galardón que compartió con el poeta provenzal Frédiric Mistral, de quien nuestra Gabriela tomó una parte de su seudónimo).

Más adentrados en el siglo XX, es imposible no mencionar a Alexander Solzhenitsyn, quien fuera profesor de física y matemáticas en su juventud. Muy probablemente, habrá quienes recuerden la presencia de maestros de estas disciplinas como personajes de sus obras, entre ellas, “Pabellón de cancerosos” y “La casa de Matriona”.

La sana convivencia entre la ciencia exacta y las letras también tiene tradición en nuestro país. Es así como, en los años 40, se publicó “Matemática y poesía”, de Arturo Aldunate Phillips, que puede ser considerado como el primer libro de divulgación matemática para público no académico escrito en Chile.

Por cierto, cabe recordar también que Nicanor Parra era profesor de física y matemáticas. Formado en el antiguo Instituto Pedagógico, recibió allí las últimas lecciones de Ricardo Poenish, el primer investigador-doctor en matemáticas radicado en Chile (al respecto, véase https://www.elmostrador.cl/cultura/2021/05/02/el-dia-en-que-profesores-del-extranjero-llegaron-a-ensenar-en-chile/). Y entre quienes aún nos acompañan, la presencia de estructuras y lenguaje matemáticos son innegables en la obra de Raúl Zurita y reflejan en parte su formación en ingeniería en la UTFSM, tal como él mismo lo confiesa: https://documentospublicos.udp.cl/podcast/educacion/

Más allá de cultores de ambas disciplinas, la escritura ofrece un amplio campo de difusión de ideas y descubrimientos matemáticos fuera del aula tradicional. En particular, es una vía de comunicación con el público adulto que no guarda un buen recuerdo de la matemática de su época escolar.

Es motivo de alegría, entonces, que esta veta haya sido explotada en los últimos años por numerosos académicos locales y haya dado lugar a una producción sin precedentes en la historia de nuestro país. Solo por citar algunos títulos recientes, podemos destacar “La unidad de todas las cosas” (2019), de Nicolás Libedinsky, una psicodélica novela de la cual puede enterarse más en https://www.elmostrador.cl/cultura/2020/01/29/la-unidad-de-todas-las-cosas-la-novela-matematica-de-este-verano/, “La gran aventura del conocimiento” (2023), de Leslie Jiménez Palma y Constanza Rojas-Molina; y “Sucesos de probabilidad nula” (2023), de Eric Goles.

Hace un tiempo me involucré en una nueva aventura de este tipo. La idea era contar de manera accesible la historia y relevancia del más icónico de los números de la matemática, π, así como los misterios que aún subsisten en torno a él.

El proyecto, originalmente aprobado por Editorial Planeta, se enriqueció con la innovadora propuesta de Mahsa Allahbakhshi, académica iraní-canadiense de la PUC, de implementar la narración en primera persona. A través de este recurso, desplegado con un enfoque íntimo y atractivo, se busca provocar emociones en el lector y convertir el aprendizaje de una disciplina esencialmente lógica en una experiencia más cálida y memorable.

Así se fue gestando “π: una autobiografía infinita”, el cual, gracias al magnífico trabajo de la ilustradora mexicana Verena Rodríguez, terminó configurando un hermoso libro, a juzgar por las gentiles palabras de José Maza en Instagram: https://www.instagram.com/p/C4grBYfvRXb/

Se trata de un viaje por el mundo y la historia de la matemática en que el narrador, el propio número π, va recorriendo el planeta desde los tiempos más antiguos hasta los actuales con la finalidad de desentrañar su propia identidad. Un texto que, en apenas 144 páginas, permite acercarse lúdicamente a los enigmas de la matemática a través de un relato ameno y accesible a todo público, particularmente estudiantes de enseñanza media y su profesorado.

Pocos meses antes de completar este proyecto, apareció en librerías “El viaje del uno”, de la entonces académica de la USACH Andrea Pinto Vergara y la ilustradora Nacha Márquez.

Si bien este libro apunta a un público de menor edad, también es apto para todo el mundo, particularmente padres y madres que buscan acompañar a sus niños en la escuela. Una feliz coincidencia: en este libro, también es su protagonista, el número 1, quien cuenta su propia historia.

Tal como señala el gran divulgador español Eduardo Sáez de Cabezón en su ya célebre charla “Las matemáticas son para siempre” (disponible en https://www.youtube.com/watch?v=jej8qlzlAGw): “las matemáticas son un universo lógico precioso, quizás la más grande tarea colectiva de la humanidad”.

Ahora bien, la naturaleza de los seres humanos no es puramente racional, e incluso a este magno edificio lógico-matemático no nos acercamos siempre desde la racionalidad. Como en todo ámbito, la emoción juega un rol fundamental en el aprendizaje. Esto es precisamente lo que persiguen el 1 y π a través de sus narraciones: conectar con el público para acercarlo hacia la que -injustamente, debo decir- es juzgada como la más árida de todas las ciencias. ¡Qué felicidad que ambos números hayan decidido escribir sus historias en nuestro país!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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