Publicidad
«La unidad de todas las cosas»: la novela matemática de este verano CULTURA Créditos: Nicolás Libedinsky

«La unidad de todas las cosas»: la novela matemática de este verano

Andrés Navas
Por : Andrés Navas PhD en Matemáticas, École Normale Sup. de Lyon Académico Universidad de Santiago de Chile Premio del Consejo Matemático de las Américas (MCA) 2013 y de la Unión Matemática de América Latina y El Caribe (UMALCA) 2016
Ver Más

Una de las preguntas más complejas que se le puede hacer a un matemático es «¿qué es la matemática?». De hecho, es tan difícil hallar dos respuestas iguales a esto, que incluso, en la entrada «matemática» de Wikipedia, uno puede ver rápidamente cómo se ramifica el asunto.


Hace unas décadas, el estadounidense Barry Mazur le hizo una elegante finta a esta pregunta al señalar que «la matemática es una larga conversación a lo largo de los años». Y es que, en efecto, la matemática es una especie de tarea colectiva en la que, llegado el momento, cada uno puede aportar lo suyo en el intento de elevar aún más este insigne monumento del intelecto humano.

Es así como quienes practicamos esta ciencia nos sentimos hermanados con generaciones de próceres desde la Antigüedad hasta nuestros días: Pitágoras, Euclides, Arquímedes, Khajam, Euler, Gauss, Galois, Sofía Kovalevskaya, Ramanujan, Cantor, Poincaré, Emmy Noether, Kolmogorov, Grothendieck, etc. Todos ellos nos parecen seres portentosos con los que debemos charlar a diario frente a la pizarra mientras elucubramos alguna modesta idea propia.

Muy bien, todo muy sublime, pero sucede que por estos días… ¡estos seres etéreos andan de parranda por Santiago! No en la realidad, obviamente (la inmortalidad matemática es otra cosa). Aun así, se reúnen en el bar «Beber para creer» de un «Portal» (el Portal Lyon), nacido de una epifanía del destacado matemático chileno Nicolás Libedinsky, quien dejó todo registrado en su magnífico libro La unidad de todas las cosas (Editorial Planeta), uno de los bichos más raros de la divulgación científica que jamás haya leído.

Allí, mientras todas esas eminencias discuten asuntos esenciales (como la teoría del todo o el álgebra/dinámica del movimiento de los 22 jugadores en la cancha del Camp Nou), irrumpe Jean Pierre Gonzalo, un joven matemático, desencantado de la vida y a punto de ser asesinado (averigüe por qué… y por quién), pero que se enamora perdidamente de Emmy e inicia un intenso periplo para buscar la unidad de la matemática y, con ello, salvar su vida.

Una verdadera pasión que lo llevará a los rincones más recónditos del planeta (como, por ejemplo, a Japón, para hallar teoremas en los sangakus), lo enfrentará a las situaciones más inverosímiles (como escuchar de los labios de la mismísima Violeta Parra que sus canciones eran, en realidad, teoremas encriptados –que ni siquiera su hermano pudo descifrar–) o a encontrarse con un objeto prístino, inimaginable e indescriptible, «la matemática» (al que, a la inversa de un trofeo, Jean Pierre Gonzalo solo pudo tocar, pero no ver).

Si usted ama la matemática, este es su libro; si la odia, también lo es. Si le resulta indiferente, nada impide que lo compre y se lo regale a quien pueda interesarse, no sin antes darle una hojeada. Así como Alicia en el País de las Maravillas, el libro más entrañable de la literatura matemática, fue escrito para «recordar los días felices del verano» (¿cómo?, ¿no sabía que es un libro de matemáticas?), La unidad de todas las cosas será el mejor aliado para darse un respiro en este verano chileno, un tanto sin rumbo, y conectarse con el universo de las ideas. No se arrepentirá de la lectura, pues, como diría Pitágoras: «Todo matemáticamente calculado está…».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias