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“Recuerdos de montañas lejanas” de Orhan Pamuk: un tratado sobre la pintura CULTURA|OPINIÓN Crédito: David Shankbone

“Recuerdos de montañas lejanas” de Orhan Pamuk: un tratado sobre la pintura

Max Valdés / Letras de Chile
Por : Max Valdés / Letras de Chile Novelista, cuentista, editor, antólogo, escritor de literatura infantil. Es Magister en Edición de la Universidad Diego Portales y Máster en Edición de la U.Pompeau Fabra de Barcelona.
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Pamuk es autor de doce novelas y de seis libros de no ficción. Ahora debemos sumar a toda su obra novelística este nuevo libro que nos aporta una sensibilidad del autor que rebasa la palabra y la fusiona con la imagen.


En la historia de la literatura hay bastantes ejemplos de escritores que amaban también la pintura. Rafael Alberti quiso ser pintor. Los dibujos de Federico García Lorca iluminan algunos de los símbolos y metáforas del Lorca poeta (Romancero gitano fue ilustrado por él), del mismo modo que ocurre con los pequeños dibujos de Franz Kafka, los cuales muestran una personalidad propia.

La primera edición de “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis Carrol estuvo ilustrada por el propio autor. Henry Miller dedicó gran parte de sus energías, en su vejez, a sus acuarelas, tal como lo hizo el autor de El tambor de hojalata, Günter Grass.

A eso debemos sumar ahora al novelista Orhan Pamuk (Estambul, 1952) con su libro recién publicado “Recuerdos de montañas lejanas”. Es este un libro “hermoso” de tapa dura, con casi cuatrocientas páginas y, tanto las ilustraciones como la tipografía, poseen colores y un refinamiento notable. El libro está dedicado a su actual esposa: Alsi Akyavas.

Pamuk, premio Nobel de Literatura, nos muestra, a través de sus propios dibujos y reflexiones, los recuerdos e impresiones de toda una vida. «Tengo que escribir sobre el placer que siento al escribir por encima de un dibujo. Esto es lo que hay que decir: entre los 7 y los 22 años pensé que iba a ser pintor. A los 22, murió el pintor que había en mí y empecé a escribir novelas. En 2008, entré en una tienda y salí con dos enormes bolsas llenas de lápices y pinceles; luego, entre el placer y el temor, empecé a dibujar en pequeños cuadernos. No, el pintor que había en mí no estaba muerto».

Desde hace quince años, Pamuk escribe y dibuja a diario en sus cuadernos. Anota sus pensamientos sobre la actualidad, dialoga con los personajes de sus novelas, confiesa sus miedos y preocupaciones, narra sus encuentros y viajes y reflexiona sobre el amor y la felicidad. Por primera vez, el escritor que soñaba con ser pintor nos muestra una cuidada selección personal de sus dibujos, una bellísima aproximación a la íntima y prolífica lectura que hace Pamuk del mundo y de la vida a través de un conmovedor mosaico de paisajes y reflexiones. Recuerdos de montañas lejanas se convierte así en un verdadero espacio artístico alejado del diario o las memorias tradicionales, dando lugar a un libro singular e inimitable.

Dijo la crítica: «Los cuadernos de Orhan Pamuk son muy conmovedores. El autor se revela poco a poco con modestia y sensibilidad. El lector se sumerge en la génesis de sus libros. Seguimos paso a paso la construcción de una novela, la progresión de la historia, las vacilaciones y, sobre todo, el poder imaginativo del escritor. […] Los colores son esenciales, colores que se transforman en emociones y que dan testimonio de los estados de ánimo del pintor. […] Ver y dibujar paisajes es vivir, consolarse, reconciliarse con el mundo llevando la poesía a la vida cotidiana. La acuarela permite acceder a un mundo imaginario, plasmar las impresiones de los sueños, redescubrir los recuerdos de las montañas a lo lejos».

Entre 2009 y 2022 (de la publicación de El Museo de la Inocencia a Las noches de la peste), Pamuk fue pergeñando estos diarios, escritos en cuadernos con formato 8,5 x 14 cm e ilustrados con dibujos de paisajes (casi todos ellos marítimos: mares, ensenadas, barcos, bahías, islarios). Era como volver a ser el joven Pamuk de antaño, quien renunció a sus estudios de arquitectura en la Universidad Técnica de Estambul para pintar las calles de su ciudad y los barcos de líneas urbanas sobre el Bósforo, sin saber que el tiempo lo encumbraría como escritor.

En estos dibujos aún se aprecian detalles de quien fuera admirador precoz de Seurat. De ahí su puntillismo. En el pintor, ahora maduro, no faltan las líneas nerviosas que trazan la ondulación de las olas del mar. Otras veces se aprecia el marasmo de la niebla sobre islas y horizontes, las montañas junto a carreteras y desfiladeros, los contornos de las ciudades que visita o, también, las estancias en las que se halla el escritor en sus casas de Estambul.

En parte, “Recuerdos de montañas lejanas” es un tratado sobre pintura. Las reflexiones sobre el sueño y el paisaje se suceden: “Hay que ver y leer un paisaje como en un sueño”. Con su habitual letra apretada, leemos: “Uno empieza a pintar cuando ve lo que ha olvidado. Luego, el mismo paisaje empieza a sugerir el tiempo” (esta idea pictórica la trasladará literariamente a ciertas novelas). El lector disfrutará por igual leyendo los textos que admirando sus dibujos. Pero habrá de saber que “mirar el paisaje como un cuadro es un error. Lo que hay que hacer es mirar el cuadro como un paisaje”.

Pamuk es autor de doce novelas y de seis libros de no ficción. (“No amamos los libros porque nos recuerdan el mundo, sino porque hacen que lo olvidemos”). Ahora debemos sumar a toda su obra novelística este nuevo libro que nos aporta una sensibilidad del autor que rebasa la palabra y la fusiona con la imagen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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